Consciente de que la salida del Reino Unido de la Unión Europea —conocida como brexit— podría acabar su propia carrera política, el primer ministro británico, David Cameron, recordaba ayer a sus conciudadanos que la decisión sería irreversible y no habría vuelta atrás.
«La idea de que no somos independientes no es cierta», defendía Cameron en la antesala de la consulta de este jueves, en el intento de rebatir uno de los principales argumentos de quienes optan por dejar la UE.
La puja ha sido recia. Las últimas encuestas dan ligera ventaja a los partidarios de seguir en la UE, pero los indecisos rebasan el diez por ciento de los votantes previstos. Y a menudo, en estas lides, nada decide tanto como la indecisión.
De una y otra parte hay célebres contendientes. Entre los que votarán por la permanencia se encuentran los miembros de la banda de rock irlandesa U2, el exfutbolista David Beckham, el actor británico Daniel Craig —uno de los «superagentes» James Bond—, y el también invencible, en pantalla al menos, artista irlandés Liam Neeson.
El exprimer ministro conservador John Major calificó a los paladines del brexit como «enterradores» de la prosperidad británica, y defendió la inmigración, muy denostada durante la campaña.
Mientras, la cruzada por dejar el bloque está encabezada por un político de no pocas dotes histriónicas: Boris Johnson, exalcalde de Londres y excondiscípulo del primer ministro, con quien mantiene una relación tensa que en algún momento llegó literalmente a las manos.
Johnson terminó el miércoles su campaña en un mercado de pescado de Billingsgate con un pedido concreto a los británicos: «espero que crean en su país».
El asunto parece más complejo que eso. Desde que el proyecto europeo dio sus primeros pasos, allá por los años ’50 del siglo pasado, ningún país se atrevió a desairarlo con el abandono.
En la propia línea de Johnson se pronunció Michael Gove, ministro de Justicia y portavoz de la campaña por el abandono, quien pidió a los votantes que confíen en las «grandes cosas» que puede hacer Reino Unido fuera de la UE. El voto por el brexit, ha dicho, «es un voto por la democracia y la esperanza».
El otro puntal entre los que abogan por la salida es Nigel Farage, líder del UKIP (Partido para la Independencia del Reino Unido), cuya férrea oposición a la inmigración ha sido relacionada por sus adversarios políticos con el reciente asesinato de la diputada laborista y europeísta Jo Cox, crimen que, según él, ha sido utilizado por Cameron para hacer campaña por la permanencia. En todo caso, el asesinato frenó, según las encuestas, el avance de los partidarios de dejar el bloque.
Los pronunciamientos sobre el referendo pasan del Canal de La Mancha. Figuras mundiales como diez premios Nobel de Economía, el presidente norteamericano Barack Obama; los presidentes del Consejo de la Unión Europea, Donald Tusk, y de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y los cancilleres de Alemania, Francia, Austria, Luxemburgo y España, han sugerido a los británicos, en tonos que van de la súplica a la «advertencia», que dejen las cosas como están.
Se dice que, si Reino Unido se va de la UE, la libra y las bolsas podrían hundirse, varios países se estimularían a seguir la senda del abandono, los independentistas de Escocia soplarían las alas de otro referendo y millones de inmigrantes europeos perderían sus derechos en Gran Bretaña tanto como los británicos estarían desamparados en tierras de la Unión.
Por el contrario, los que quieren romper con Bruselas vislumbran un panorama en el que el Reino —¿unido?— reverdezca laureles y recupere el control de sus asuntos justo al centro del mundo anglosajón.
Nada… que este jueves, el té de las cinco promete servirse mucho más caliente.