Samuel (Sam) Loewenberg es un distinguido periodista norteamericano experto en temas de salud mundial. Sus artículos y fotos pueden verse en ilustres espacios informativos como Time Newsweek, Fortune, Forbes, The Guardian, The Economist, The New York Times, The Washington Post y The Lancet.
Fue en The Lancet, una de las revistas médicas más conocidas del mundo, donde él presentó, en la edición del 23 de enero de este año, un artículo relacionado con la medicina preventiva, que pudo haber llamado la atención de muchos científicos y médicos del orbe.
En el texto expresa que mientras los países desarrollados hacen muy poco y la ONU impone ambiciosos objetivos para reducir los estragos causados por enfermedades, por la mortalidad materna e infantil y otros problemas de salud, cierta duda aguarda por respuesta: ¿quién será capaz de enfrentar el trabajo que está por hacerse en pos del ser humano?
Loewenberg, antes de dar su respuesta a la interrogante, expone algunas realidades que vale la pena subrayar. De acuerdo con informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), hoy, en los países en vías de desarrollo hay un déficit de más de siete millones de médicos, enfermeros y otros experimentados trabajadores de la salud. Cerca de la mitad de esta privación se localiza en el sudeste asiático; y otro cuarto, en el continente africano. Tal carencia de trabajadores sanitarios podría acrecentarse a unos 13 millones para el año 2035.
Según el analista, la respuesta a la interrogante planteada —al menos una salida parcial— puede encontrarse en el ejemplo de Cuba: mientras algunos países proveen ayuda financiera a países pobres, los cubanos han estado formando médicos nacionales y de otras naciones, los cuales han jugado trascendentales desempeños en el planeta.
La prevención siempre ha sido un precepto de la Medicina cubana. Con más médicos por habitante que cualquier otra parte del mundo, nuestra pequeña nación ha creado una nueva forma de relaciones internacionales: la diplomacia médica.
Sam resaltó que después del triunfo revolucionario de 1959, el país caribeño ha enviado miles de trabajadores de la salud —algunos de ellos con más de una misión internacionalista en su haber— a más de un centenar de naciones. Uno de los hitos más relevantes en estas labores ha sido el enfrentamiento a graves epidemias como cólera en Haití y ébola en el este de África.
Ya un editorial del diario norteamericano The New York Times había patentizado que «Cuba puede tener el papel más robusto entre las naciones del mundo que tratan de contener el virus (del Ébola). Su contribución es indudable y se ha ganado un prestigio internacional. Su ejemplo debe ser elogiado e imitado».
En solo siete meses, durante aquella ayuda humanitaria, los cubanos atendieron a cerca de 6 000 personas con ébola y consiguieron una mortalidad menor del 25 por ciento. De todos los doctores y trabajadores cubanos de la salud, solo uno fue infectado, el que se recuperó y regresó a la misión para concluirla.
Nos enorgullece que personas de otras partes del mundo, como el experimentado periodista estadounidense Sam Loewenberg, encuentren y divulguen al mundo los grandes logros que se alcanzan en esta pequeña Isla.
El final de su artículo resalta la formación de médicos de otras partes del mundo en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM), donde no solo se pueden encontrar alumnos de América Latina que estudian la carrera de Medicina marcados por la ideología de la solidaridad, sino también los hay de África y de otras comunidades necesitadas del mundo, incluido el humilde barrio norteamericano de Brooklyn, en Nueva York.
Sam, en The Lancet, no pudo encontrar mejor título que el utilizado para coronar su texto hacedor de justicia: «Vale la pena el enfoque cubano de la medicina preventiva».