Hablar sobre el protagonismo venezolano en la nueva historia que se teje en América Latina y el Caribe nunca es tema recurrente. Es Venezuela pieza importante del motor que nos conduce por este nuevo camino que recorremos. Es la tierra de gigantes como Simón Bolívar y Hugo Chávez. La luz de la estrella que ha cambiado, radicalmente, el mapa político y social de una región vilipendiada y saqueada por siglos. Es Venezuela tierra hermana, pueblo de amigos.
Tal como reaccionamos ante el peligro que acecha a un ser querido o a nosotros mismos, Latinoamérica y el Caribe se han levantado, sin tapujos ni miramientos, para defender los ultrajes de que está siendo objeto la nación bolivariana. Después de que el 9 de marzo pasado, el Gobierno de Estados Unidos aplicara sanciones y calificase a la tierra de Chávez como un peligro inusual para su seguridad nacional, Washington no ha encontrado más que rechazos a su decisión y ha ganado, incluso en los sectores más recalcitrantes de la derecha a nivel mundial, muy pocos adeptos.
Por eso debe esperarse que será un punto que marque la agenda en la VII Cumbre de las Américas en Panamá, los venideros 10 y 11 de abril. La cita, que en un principio parecía destinada a tejer un nuevo y favorable panorama regional luego del anuncio de la participación de Cuba por primera vez en ese tipo de evento, será escenario de duros reproches y cuestionamientos a la Casa Blanca por sus nuevas intenciones injerencistas.
Condenas tan duras como las manifestadas recientemente por los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) protagonizarán los debates de la cita.
Así lo han hecho constar líderes, estudiosos y académicos de la región. Para el investigador panameño Olmedo Beluche hay varios presidentes de Latinoamérica y el Caribe que decidieron no seguir el libreto estadounidense y esto creará una crisis dentro de la reunión. «Tengo dudas que pueda haber grandes acuerdos por unanimidad, porque hay Gobiernos que decidieron no ser títeres de Estados Unidos», aseveró.
Beluche sostiene que donde se escucharán las verdaderas voces de los pueblos oprimidos de Latinoamérica y el Caribe será en la Cumbre de los Pueblos, cita que sesionará de forma paralela a la de las Américas.
«Toda la actividad de la reunión será a favor de Venezuela», opinó el ex diplomático nicaragüense Aldo Díaz-Lacayo. La cita, añadió, constituirá escenario para defender la causa de Venezuela, agredida hoy por Estados Unidos. En referencia a la actualidad regional, Díaz-Lacayo aplaudió la voluntad política de la región de lanzarse de lleno a la lucha por su segunda independencia y al combate por un cambio de estadío histórico universal: dejar a un lado al capitalismo y alcanzar el socialismo.
Aunque se han sucedido y seguirán rechazos tras rechazos, EE.UU. hace oídos sordos y para la subsecretaria de Estado estadounidense para Latinoamérica, Roberta Jacobson, la crisis que atraviesa su país con Venezuela «no opacará la importancia regional de la Cumbre de las Américas».
Según agregó Jacobson, los líderes del continente deben centrarse en trabajar sobre aquellos puntos de entendimiento y los valores comunes para «fortalecer la región en términos económicos, sociales y de cooperación». ¿Será posible algo así en un ambiente de sanciones, amenazas e injerencismo emanados de la impotencia norteamericana ante el total fracaso de su política contra la Venezuela bolivariana?
Barack Obama debió escuchar al presidente boliviano Evo Morales, quien le dio la oportunidad de «pedirle perdón a Venezuela» antes de la cita panameña, si no quería «encontrarse con la horma de sus zapatos» en el estrado istmeño. Obama, más que todo y durante estos días, padecerá la pesada sensación de una piedra en su zapato.