Hoy la vida nos llega con nuevos matices. Emociones «disfrazadas», felicidad «entrecomillada», pasiones «efímeras», éxitos «maquillados», amores de «poco a poco». Tal vez por el ritmo propio de la vida, o quizá el impuesto por Don Mercado, dejamos que las modas, las Barbie, las Gossip Girl y los Ferrari se conviertan en reflejos o modelos de una realidad que… ¿existe?
Lejos del entorno adornado de Picasso, Serrat, Alicia Alonso o Galeano, se levanta un mundo disfrazado de belleza y perfección, impuesto por aquellos que quieren que creamos que esa es nuestra verdad. Una verdad mentirosa, una perfección imperfecta, una hermosura afeada, una felicidad infeliz; ese es el contexto de un mundo globalizado (neoliberalmente globalizado) donde, como diría Galeano: «En la era de las superempresas y la supertecnología, unos son mercaderes y otros somos mercancías».
Desde una computadora puede llegar a decidirse la suerte o desdicha de millones de personas. La estrategia es sencilla: hacer de la vida cotidiana de hombres y mujeres un show, en el cual la cotidianidad, la infelicidad y «los más profundos dramas humanos» sean centro de referencia para ser dibujados y manipulados, estética y artísticamente, de forma tal que se conviertan en una imagen idealizada, linda y perfecta para un régimen de explotación, resignación y consumismo. En esta interesante historia, mal contada por aquellos a quienes no les conviene se revele el misterio de la plusvalía, nos encontramos que entra en el juego y ganando la competencia, nuestro «amigo» el cuarto poder. Es que, sin dudas, los grandes y poderosos medios de difusión son manipuladores por excelencia de la información. Ya sea para bien o para mal ahí están con medios, métodos y fines muy bien determinados por los grandes tutores legales de señor Money.
Imaginemos la sociedad estadounidense, por ejemplo, descrita al más puro estilo de la CNN: Esta es la tierra donde todos logran su sueño, ¡ven y conquista el gran sueño americano! Solo tienes que esforzarte para lograr tus más profundas aspiraciones. Todo esto decorado por atractivas imágenes de Mc Donald, JCPenny, King’s Bed, etc. ¡Uf! ¡Así quién no vive eternamente enamorado del estilo de vida americano!
La parte no narrada por los grandes imperios informativos es que el «sueño americano» no puede ser conquistado por cualquiera. Aquellos que lo logran lo hacen a través de explotar a otros, y solo algunos de los que a fuerza de ser esclavizados, humillados y manipulados, no les queda otro remedio que sobrevivir en la pobreza, prostituirse, marginarse, servir de ciervos y enriquecer a otros quizá, algún día antes de firmar contrato con la Parca, puedan cumplir el tan popular y nombrado american dream.
Estoy segura de que les resultan bien familiares consignas como «libertad de expresión», «violación de los derechos humanos», «falsa democracia», entre otras muchas. Al escucharlas pareciera que esos medios de difusión masiva, cuyo papel hemos estado cuestionando desde hace años, son nuestros mejores amigos, defensores de nuestras más profundas necesidades y deseos, nuestro altoparlante a nivel global. Pues qué decepción cuando descubrimos que nuestro mejor amigo nos engañó y que siempre nos utilizó, como vía para crear otro espectáculo aun más interesante.
Pues así es la vida que vivimos. Cada día más alejados de la realidad real, pero más cerca de la realidad creada, curiosa y estratégicamente por el poderío que en el siglo XIX Marx y Engels acusaran, pero que hoy ha ganado en experiencia y carga en su maleta con cámaras, micrófonos, hombres-maniquí que sirven de mediadores entre nosotros y nuestra verdad de la que nos han-hemos expropiado. Como un espejismo es y será la felicidad y la propia vida humana, a menos que te unas a cambiarla. Algunos lo harán desde sus tumbas por rebeldes, otros pobres por opositores, otros… como nosotros, culpados de mentirosos y terroristas. Pero vale la pena sumarse, ¿verdad?
*Presidenta de la Cátedra de Pensamiento del Movimiento Juvenil Martiano