Esa frase criollísima, de tirar el machetazo después que pasó el majá, se ajusta perfectamente a esa conducta enraizada de dejar que prosperen y se expandan los problemas para ir a cortarlos de raíz cuando desencadenaron una situación comprometedora.
Tal parece que no pocos de los que están «por plantilla» para hacer cumplir la legalidad, ni ven ni oyen, única explicación posible a fin de entender las causas de ese hacer y deshacer de muchísimos sin que reciban de inmediato un contundente parón, el remedio más sabio y efectivo para cercenar el mal en su mismísimo origen.
A mi modo de ver lo que falla, una y otra vez, resulta el control primario, es decir, el enfrentamiento urgente en el escenario en el que ocurre el fenómeno. Y esto corresponde, sin lugar a dudas, a los que tienen bajo su responsabilidad directa, en primera instancia, la protección del patrimonio público y los recursos del Estado en cada lugar.
Lógicamente, dejar actuar con impunidad incita y genera a que otros propensos a delinquir se sumen al convite del desacato. Deducen, por simple asociación, que tampoco a ellos les pasará nada por aquella frase acuñada en la tribuna de calle de que «los que tienen que velar no están puestos para eso», como tratando de sugerir que están dejando pasar la bola.
Entonces, una indisciplina que pudo atajarse a tiempo puede llegar a convertirse en un hecho delictivo de carácter grave.
La primera causa, incuestionablemente, de llegar a esa situación —como ocurrió con la extracción y comercialización ilegal de oro y otros metales preciosos en diferentes provincias, hecho denunciado en estas mismas páginas— fue la falla en el control primario.
Porque los inescrupulosos invadieron tierras estatales, acometieron excavaciones, realizaban el trasiego de utensilios rudimentarios para ejecutar sus propósitos, sin que a tiempo nadie les pusiera bridas. ¿Dónde estaban los encargados de proteger ese patrimonio público?
Obviamente, no solo vulneraron el control primario, también el que debe ejercer la dirección empresarial o del organismo sobre sus entidades subordinadas, y todos aquellos que integran el aparato destinado a preservar la legalidad.
Cuando se decidió encarar el problema ya habían ocasionado un daño a la economía y al medio ambiente con sus excavaciones y pudieron provocar una afectación a las cuencas hidrográficas, los suelos y hasta a la atmósfera por contaminación, al manipular sustancias químicas peligrosas como el mercurio.
En gran medida se ha revertido la actividad económica ilícita de extracción y comercialización de oro y otros metales, pero debemos aprender, por fin, que las leyes que rigen la sociedad se deben hacer acatar a diario, nunca acordarse de estas cuando la caña está a tres trozos. Y ejemplos sobran de cuántos males han proliferado por tirar el machetazo después que el majá se perdió en el horizonte.