Con frecuencia no pocas personas, al ser consultadas para recibir una tarea o formar parte de una actividad, escudan su negativa detrás de una respuesta que se presenta, casi siempre, como una justificación: «el problema es que no estoy motivado».
Hace unos días compartí mis criterios al respecto con un grupo de jóvenes camagüeyanos recién graduados de un curso en el que incorporaron herramientas para pasar al trabajo profesional de la Unión de Jóvenes Comunistas. Con el orgullo de compartir la nueva tarea y dispuestos a enfrentar el desafío de liderar a las nuevas generaciones, ellos también comentaron ejemplos de cómo algunos de sus compañeros de trabajo trataron de buscar una poderosa causa para no implicarse: «Yo no estudié para eso»; «ahora estoy construyendo»; «mi esposo no quiere»; «tengo un niño chiquito»; «voy a permutar para otra provincia», o simplemente «me gusta lo que hago actualmente». Algunos de los graduados del curso llegaron a ver como algo normal esas posiciones y manifestaron que era mejor así, porque para este tipo de tarea hay que estar motivado.
En un ambiente de franco debate no discrepé, pero puse los mejores ejemplos de los compañeros con los que comparto mi trabajo diariamente y que también pasamos por problemas similares o más graves que esos y, sin embargo, vivimos apasionados con lo que hacemos. En ese momento sentí la necesidad de apostarle al modelo de un hombre que a lo largo de toda su vida, en medio de las adversidades y por difícil que haya sido la situación, ha encontrado siempre sobradas motivaciones para mantenerse firme, dar un paso adelante y llevarse con él la voluntad y el apoyo absoluto de su gente. Mañana 13 de agosto es un buen día para compartirlo con la juventud rebelde.
Según la teoría de la motivación, del Dr. Diego González Serra (1995), el ser humano, en su vida cotidiana, refleja la satisfacción de sus necesidades que lo inducen a actuar; experimenta deseos, sentimientos, emociones, aspiraciones y propósitos, que si existen condiciones adecuadas, dirigen e impulsan su actividad hacia determinadas metas, cuya obtención le proporciona satisfacción. A veces surgen nuevas circunstancias externas que modifican la dirección, el grado y la intensidad de la actividad, pero cuando la necesidad es legítima siempre aparece la motivación.
Quizá esta sea la respuesta a la pregunta que se hace el mundo entero para saber de dónde un hombre sacó, en más de una ocasión, la motivación, la confianza, la seguridad y la inteligencia para convertir tantos reveses en victorias.
Desde pequeño siempre estuvo motivado por el aprendizaje de la naturaleza, el estudio de diferentes materias, el entrenamiento del cuerpo y la mente, la justicia social, la solidaridad entre los pueblos y por la propia salvación de la especie humana.
De dónde este hombre ganó tantas motivaciones para enfrentar la vida si siendo un niño tuvo que ir a estudiar a Santiago de Cuba lejos de sus padres. Qué necesidad tenía de afectar sus estudios de abogacía, enfrentándose a la policía del tirano. Por qué dedicó tanto tiempo a preparar jóvenes para asaltar un cuartel en el oriente del país. Por qué el fracaso de ese asalto no lo detuvo. Cómo pudo organizar una autodefensa tan coherente. De dónde este hombre sacó tantos motivos para soportar la prisión y volver a comenzar desde México. Por qué vino en el Granma. En qué estaba pensando cuando con solo siete fusiles dijo: «Ahora sí ganamos la guerra». Cuáles serían sus motivaciones para seguir cuando veía caer a su lado a alguno de sus más valerosos compañeros. Por qué aguantó tanta hambre, tanta lluvia, tanta falta de sueño y tanta necesidad en la Sierra Maestra. Por qué siempre tuvo fe infinita en la victoria…
Por qué nunca olvidó al pueblo. Por qué salió al frente de las milicias para combatir en Girón. Por qué no dimitió en medio de la Crisis de Octubre. Por qué después de 637 intentos de atentado no se dispuso a una vida menos riesgosa. Por qué no dejó solo a Juan Miguel en el rescate de su hijo Elián. Por qué el dolor de la traición de algunos vendepatrias no lo ahogó. Por qué ahora no delega el combate por la liberación de los Cinco Héroes.
A pesar de los años, del estrés permanente, de los problemas interminables, de las amenazas infructuosas de los 11 Presidentes norteamericanos que ha visto pasar, de los largos años alejado de la familia; de la Proclama a su pueblo; de la enfermedad rebasada; de la muerte del mejor amigo, ¿cuáles serán las motivaciones que lo impulsan todavía a seguir dándolo todo por su Patria, por el Socialismo y la humanidad toda?
Ese hombre está por cumplir 88 años, estímulo más que suficiente para que la juventud cubana le regale un eterno combate por la vida, con el símbolo de su grado invicto e invencible en nuestra frente. Por su energía, por sus ideales, por su ejemplo, por el futuro que juntos soñamos y, sobre todo, porque sus motivos serán siempre nuestras motivaciones.
*Lic. en Psicología y Primer Secretario del Comité Provincial de la UJC en Camagüey