Dramático. Indignante. Triste. Absurdo a estas alturas del desarrollo de la humanidad. La noticia impacta y se necesita leerla dos, tres... diez veces. El titular en un puntaje bien alto y en negritas anuncia que Iraq pretende legalizar la pedofilia y el matrimonio con niñas, de acuerdo con una interpretación extremista de la ley islámica, la Sharía.
La llamada Ley Yaafari, basada en los principios de la escuela chiita, fue presentada al Parlamento en febrero último por el ministro de Justicia, Hassan al-Shimari, y aprobada por 21 de los 29 ministros.
En sus más de cien artículos se establece también la disminución de la edad de matrimonio legal para las mujeres hasta los nueve años y para los varones a 15; permite la poligamia sin restricciones; establece que las hembras mayores de 18 años no requieran del consentimiento paterno para casarse, y otorga al marido el derecho a mantener relaciones sexuales incluso sin el consentimiento de la esposa, es decir, legaliza la violación conyugal.
Y, por si fuera poco, el engendro legislativo le impide a la mujer abandonar su domicilio matrimonial o incorporarse al mercado laboral sin permiso de su esposo. Además, le quita al marido la obligatoriedad de mantener económicamente a su esposa en el caso de que esta no se encuentre en condiciones de satisfacerle sexualmente y dicta que, en caso de divorcio, el padre es el único tutor de los hijos.
El doloroso proyecto incluye otros artículos insólitos. Entre ellos, las condiciones en las que una mujer puede amamantar a su bebé, el número de noches que un polígamo puede pasar con cada una de sus esposas, y prohíbe a los musulmanes casarse con no musulmanes.
Aunque hasta después del 30 de abril próximo, cuando se prevé la realización de elecciones legislativas en Iraq y el nuevo Parlamento debe ratificar o no el proyecto para que se convierta en ley, el solo hecho de haberla ideado ya constituye una barbaridad que debe poner a pensar.
Para intentar entender un poco cómo se llegó hasta aquí, cabe recordar que antes de la invasión estadounidense de 2003, las mujeres iraquíes disfrutaban de condiciones socioeconómicas favorables, que disminuyeron considerablemente luego de diez años de guerra.
Un promedio de dos millones de mujeres quedaron viudas y cinco millones de hijos huérfanos. La inseguridad, los desplazamientos y la escasez, unidos a esas radicales ausencias, profundizaron la lucha sectaria, las divisiones étnicas se profundizaron y se fortaleció el poder extremista religioso.
Buscando petróleo, el Gobierno norteamericano y sus aliados promovieron la destrucción completa de los movimientos nacionalistas de Iraq, incluidos los movimientos pro derechos de las mujeres.
Con esta nueva legislación se echa por tierra la Ley 188 emitida en 1959, la cual prohíbe el matrimonio a los menores de 18 años, tanto hombres como mujeres, restringe la poligamia, prohíbe los matrimonios forzados, protege a las mujeres contra la violencia doméstica y el acoso sexual. También establece, al menos de manera parcial, la igualdad entre mujeres y hombres, ya que garantiza la equiparación laboral y salarial, otorga a las mujeres la baja remunerada por maternidad, y rechaza que se favorezca a los hombres en los temas de herencia, divorcio y custodia de los hijos.
La Yaafari viola también estatutos internacionales como los principios del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer y la Convención sobre los Derechos de la Infancia, que Iraq ratificó en 1994.
Sin embargo, Al-Shimari, promotor de esta ley, insiste en que ella protege a las mujeres de las injusticias, previene el matrimonio infantil ilícito y no viola los derechos de los ciudadanos.
Defensores de los derechos humanos y líderes religiosos de distintos sectores dentro y fuera del país mesopotámico han dado muestras de una gran indignación. Algunos recuerdan que la destrucción en Iraq se inició bajo el falaz argumento de unas armas de destrucción masiva que nunca existieron. Cabría preguntarse, ¿no es también demoledora, destructora y devastadora esta atrocidad que se pretende legalizar? ¿Qué dice ahora Occidente?