El Diálogo entre Generaciones sobre si nuestro socialismo puede ser próspero y sostenible solo mediante fórmulas de desarrollo económico es tan intenso como las diversas opiniones que aparecen ante este problema.
Es evidente la imposibilidad de pensar la prosperidad desde indicadores únicamente económicos, porque la felicidad de un pueblo y la justicia social no se pueden medir como resultados de la eficiencia sin contar con el valor de los sentimientos, de las creencias, de las ideas de la gente.
El socialismo cubano para ser próspero necesita de toda la democracia posible, esto es, cada vez más protagonismo del pueblo en los planes, los proyectos de desarrollo, las formas de gobernar, las formas de decidir. Participación popular que no podemos ver como un destino lejano, sino como una necesidad.
El socialismo no puede ser sostenible sin que el pueblo se sienta atraído por su significado, por su propuesta de vida, por la alternativa ética, humana, económica, política, que contiene. Esto significa que el socialismo debe enamorar con la esperanza y la sensibilidad de las obras justas.
Debemos rescatar la mística socialista, la espiritualidad que nos explica, que nos presenta como más libres, más buenos, más justos, la que enseña a amar a la patria por su historia de lucha popular y no recita de memoria valores de cartulina, sino que siente con pasión que Cuba es su gente humilde y trabajadora y su gente sabia y célebre, a la vez.
La prosperidad es la que está atenta a las necesidades del pueblo, que no odia la riqueza por sí misma, sino la riqueza que empobrece a los más frágiles.
Contra el capitalismo brutal que deja sin opciones de vivir a millones de personas, porque no cuentan para el sistema, el socialismo debe ser más inclusivo, más democrático, con el pueblo mandando y mandándose a sí mismo, que es lo que significa nuestro Poder Popular.
No puede haber socialismo sostenible sin juventud que lo sostenga en el futuro, sin las ideas sólidas que lo hagan admirable y placentero para los proyectos de vida de la gente común. Por eso necesitamos luchar por la mística socialista, que la gente cubana quiera que sus hijos estudien para servir a Cuba y a su felicidad.
Para eso debemos tener la mejor educación del mundo, la más liberadora, la más actualizada, la más democrática y científica, para tener cada vez con más convicción a las personas buenas que necesita un sueño de sociedad poscapitalista.
La prosperidad es la eficiencia, como un reloj exacto de una empresa que produce y genera ganancias y resuelve problemas a la gente, pero es también la conservación y resurrección de los sueños del pueblo, sueños de vivir mejor, de esperar cada día lo mejor.
Es necesario producir más e importar menos de las cosas que podemos producir en Cuba, y son también importantes las fiestas populares, los carnavales, los lugares de recrearse el pueblo cuando no trabaja.
Vivir mejor debe ser una consigna constante del socialismo, mas vivir mejor no es solo tener más cosas, sino ser más dueño, más soberano de lo que se produce, de lo que se compra para el país, de lo que se decide que cambiará nuestras vidas.
El socialismo cubano necesita de la cultura política revivida del pueblo, porque si la gente no siente la necesidad de decidir y de mandar sobre lo suyo, que en el socialismo es todo, entonces no se le podrá pedir mañana que defienda con ardor lo que no le convoca ni emociona.
Por eso recuerdo cuando mi padre reclamaba que esta era su época, que mientras estuviera vivo, aunque anciano, era su época todavía, porque las épocas no son solo de los jóvenes, sino de cada gente que sufre y goza la existencia.
Esta es la época de la juventud que debe fundar su mejor manera de salvar el socialismo y es la época de todos los que saben lo que se siente ante cada disyuntiva de la vida, y que deben enseñar a amar, a cambiar, a inventar el futuro, pero no con el ánimo de quien presta lo que le pertenece, sino con el de la emoción por la llegada del relevo.
*Jurista.