Al béisbol cubano le sigue faltando previsión para atajar sus males. Porque nadie me puede decir que la situación vivida este martes en el inicio de la subserie entre Pinar del Río y Villa Clara no podía evitarse. Absolutamente nadie me puede negar que existían las suficientes señales para sospechar que un nuevo incidente entre el lanzador avileño Vladimir García —ahora reforzando a los vueltabajeros— y el villaclareño Ramón Lunar, podía ocurrir.
Estoy convencido de que muchos de los que como yo seguían el partido por televisión, trancamos la respiración y pedimos sin palabras que no sucediera lo peor. Incluso, cruzamos los dedos al ver que el árbitro principal mantuvo la vista al frente, gritó playball, y el fornido diestro comenzó su wineup. Pero todo fue en vano.
Otro pelotazo y el inevitable —en ese minuto— conato. Por más que me repitan que es parte del juego, me resisto a creer en las casualidades. Sencillamente, no puedo.
Lamento infinitamente que dos excelentes peloteros, que dos buenos muchachos, hayan sobrepasado los límites de la cordura y llevado la rivalidad deportiva a un plano personal. Pero lamento muchísimo más que el árbitro principal no haya tenido la suficiente capacidad para adelantarse a los acontecimientos. Porque avisado estaba.
O es que ninguna lección se sacó de la desagradable experiencia vivida en el mismo Augusto César Sandino hace poco más de un mes, cuando similares circunstancias generaron una de las peores imágenes que se pudieran ver sobre nuestros diamantes?
Entonces, el árbitro tampoco advirtió, se decantó por la expulsión del lanzador atendiendo a los precedentes, y terminó «cesado» de sus funciones en el acto.
Por fortuna, todos ahora acataron la decisión, la sangre no llegó al río, y fue Lunar, supongo que por su reacción, quien esta vez puso el «muerto». El juego siguió, no sin antes ocurrir otro desaguisado —extensión del primero— entre un jugador y varios irrespetuosos del público, que le costó la continuidad en el juego al vueltabajero Donal Duarte. Y nadie puede saber a estas alturas si fue una vendetta o una bola escapada, pero otro pelotazo, y su consiguiente reacción, provocaron la expulsión de Roel Santos.
En esta pelota nuestra, no lo dudo, se han visto horrores. Decía mi difunta abuela cuando sucedía algo que ya había alertado que «aquellos vistos trajeron estas tempestades». Y yo aseguro que si la dirección del béisbol cubano no tomas cartas en el asunto, pudieran suceder cosas peores.
Pinar del Río y Villa Clara, nadie lo dude, volverán a enfrentarse, y sus batallas pudieran extenderse hasta la postemporada. Vladimir y Lunar, dos hombres que pudieron y pueden compartir espacios en selecciones nacionales, volverán a verse las caras. Entonces, ¿quién parará esta guerra?