El 12 de noviembre del 2012 le nació a Cuba Ignacio René. Antes de abrir sus ojos al mundo ya era un luchador. Quizá el único nieto que puede alardear de haberse parado (desde el vientre de su mamá) en tribunas internacionales para defender a sus abuelos.
En un hospital habanero llegó al mundo el primer nieto de los Cinco, hijo de Irmita González, la joven graduada de Psicología (hoy con Título de Máster en mano) que desde los 14 años sufre el encarcelamiento de su padre, René González Sehwerert.
Un abuelo ansioso espera por el momento cumbre de conocer a su varoncito desde esa retención obligatoria que se le impone en su «libertad» supervisada. Tres Marianas engrandecidas en el dolor de la separación se unen para cobijar a Ignacio René. Madre, abuela y la joven tía —Irmita, Olga e Ivette— bien saben de las pruebas que pone la vida a quienes luchan por corresponder ideales con acción.
Olga debió superar un encarcelamiento en prisión de tránsito (tras la detención de los Cinco en septiembre de 1998), mientras esperaba por su deportación a Cuba y sus hijas eran cuidadas por sus abuelas. Una gastritis crónica producto de la comida con picante que malintencionadamente le enviaban a su celda, a solo meses de haber dado a luz a la pequeña Ivette, ha quedado como recuerdo físico, y perdura como cicatriz espiritual el momento en que la exhibieron ante René con el uniforme color naranja de reclusa que, según le dijo el amor de su vida, le sentaba bien —y ya sabemos que fue con la intención de realzarle los ánimos.
Ivette aprendió a gatear lejos de René. Hoy confiesa su parecido increíble a ese «gigante que no intimida porque se le sale el amor por todos lados».
Con solo seis años, Irmita vio cómo su padre partía de Cuba. Le hubiese gustado mucho criarse con él y tenerlo consigo en esos momentos donde tanto lo necesitó. Pero los nueve meses de embarazo también transcurrieron con esa angustia de irse a dormir sabiendo que su papá estaba solo y lejos de donde quería estar.
Nació Ignacio René y con él una gran verdad para esos cinco abuelos orgullosos: el implacable paso del tiempo. Los jóvenes que fueron encarcelados 14 años atrás, ya reciben la noticia de que una de sus hijas se ha convertido en madre. Y los Cinco siguen lejos. Y las niñas se hacen adolescentes. Y los jóvenes se hacen hombres y mujeres que se casan y tienen hijos. Y las esposas siguen con ese vacío en la cama y en el corazón.
¡Cuántas horas robadas! ¡Cuánto que no volverá! Cuánto amor en las palabras de Ramón cuando celebra como un loco el nacimiento del nieto de su hermano de causa: «¡Qué alegría tan grande! ¡Ya soy abuelo... ya somos abuelos!!!! Porque Ignacio René es el “primogénito” nieto de los Cinco y de las cinco familias».