Cada vez que culmina un gran evento quedan en el ambiente sus acontecimientos más sobresalientes, tanto los plausibles, como aquellos que descollaron negativamente.
Los recién concluidos Juegos Olímpicos no fueron la excepción. Esta vez les propongo una mirada a aquello que sorprendió —al menos en lo personal— por su carácter insólito y que, sin empañar la buena imagen dejada por esta magna cita deportiva, puso en tela de juicio las exigencias del Comité Olímpico Internacional (COI) y las federaciones internacionales de algunas disciplinas.
Todos fuimos testigos del «envío fantasma» de la alemana Betty Heidler, recordista mundial del lanzamiento del martillo. El disparo apareció luego ratificado por los jueces tras un análisis de la señal de televisión, y afortunadamente la germana se pudo adjudicar la medalla de bronce, relegando al cuarto puesto a la china Wenxiu Zhang.
Por supuesto que medio mundo pidió a gritos que se suspendiera al grupo de árbitros, pero hasta el momento nada ha trascendido sobre el tema, más allá de la aclaración de que todo lo sucedido se debió a un error del software que registra cada lanzamiento.
«Pasó algo que presumiblemente no había sucedido nunca», dijo el portavoz del Comité Olímpico Internacional, Mark Adams. Pues mire usted. Por la primera vez se empieza.
Similar final tuvieron los integrantes del equipo japonés de gimnasia artística, quienes rasgaron mucho más sus ojos al ver puntuaciones demasiado bajas para su ejecución. Hasta ese momento, los elencos de China, Gran Bretaña y Ucrania eran los medallistas, pero después de una reclamación «a lo samurái», los nipones terminaron como sublíderes. Sin duda, una de las remontadas espectaculares de los Juegos.
En pocas ocasiones se acusa a un deportista de falta de combatividad cuando se llega al más alto nivel. Pues a los organizadores de la cita estival les dolió la cabeza por esto en par de oportunidades.
Primero, el argelino Taoufik Makhloufi sorprendió al detenerse en la eliminatoria de los 800 metros planos y salir de la pista. Justo un día antes había ganado la semifinal de los 1 500 metros.
Claro que la Asociación Internacional de Federaciones de Atletismo (IAAF) decidió expulsarlo por no mostrar suficiente combatividad, pero horas más tarde dio marcha atrás y readmitió al corredor. Los entrenadores del africano argumentaron problemas médicos, dificultades que desaparecieron para la final de los 1 500 metros planos, cuando entró primero a la meta.
Similar suerte no corrieron las duplas de China, Corea del Sur e Indonesia, acusadas de «no poner en práctica todo su esfuerzo para ganar el partido», según argumentó la Federación Internacional de Bádminton para su suspensión.
Uno de los partidos bajo sospecha fue el de las chinas contra las sudcoreanas. El juego llegó a ser tan vergonzoso y los abucheos del público subieron tanto de tono que el árbitro del partido ordenó que se detuviera a mitad del primer set, para pedir a las dos parejas que se tomaran el encuentro en serio.
Uno de los deportes en los que presenciamos con mayor implicación las inestables decisiones arbitrales fue el boxeo.
Si bien no fue todo lo desastrosa de otras oportunidades —recordemos el Mundial de Houston en 1999—, se vieron puntuaciones no siempre acordes con el esfuerzo y efectividad de los púgiles, sin importar las naciones que estuvieran representadas. Claro, que los locales fueron quienes menos sufrieron.
Al final, el juez de Turkmenistán Ishanguly Meretnyazoz fue expulsado por su decisión sobre un combate cuyo resultado se cambió tras una reclamación presentada por Japón.
Además, fueron sancionados cinco «imparciales» por una «negativa tendencia» en sus decisiones.
Ya usted ve, también hubo terremotos debajo del Big Ben.