Conocer los enigmas de la vida es un perenne anhelo del ser humano. Tal espíritu ha conllevado al desarrollo agigantado de la Genética en los últimos años.
Este apasionante campo del conocimiento —cuyas potencialidades son infinitas— se presenta como opción salvadora, o como perversa y malintencionada obra que aflora en algunas sociedades capitalistas contemporáneas.
De la posibilidad última da fe un artículo aparecido el pasado 14 de junio en la revista norteamericana Nature, de gran prestigio en el universo de las ciencias. En el texto se reprocha el empleo de pruebas genéticas para evaluar la «pureza racial» de los miembros de un partido húngaro.
Puede parecer inverosímil hablar hoy de «razas» humanas. Pero cuando diferentes corrientes conservadoras proliferan actualmente en Europa y en otras latitudes, la xenofobia, como vieja sombra, es triste y real.
La información primaria, de la cual se nutre el artículo mencionado, apareció públicamente en mayo de este año, en un blog de noticias. Desencadenó una tormenta de comentarios y reacciones enérgicas por parte de diferentes organizaciones como el Consejo de Investigaciones Médicas de Hungría y la Sociedad Europea de Genética Humana. Ambas coincidían al señalar que las pruebas realizadas con fines discriminatorios son éticamente inaceptables.
El acto es condenable, y así está contemplado en las normativas establecidas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), para la realización de estudios genéticos: garantizar el respeto por la diversidad humana y evitar la discriminación y el favoritismo basados en la Genética.
La manifestación de xenofobia que he traído a colación no es un suceso aislado. Desde hace un tiempo algunas compañías de seguros médicos y de vida han reconocido la intención de conocer las características genómicas de sus pacientes para conformar un perfil de riesgo y de muerte.
A todas luces, se trata de un procedimiento discriminatorio por cuenta del cual muchas personas se verían limitadas de suscribir un seguro. Por ese camino, y con esas intenciones, el uso de la información genética pudiera limitar la posibilidad de obtener un empleo y también el acceso a la Educación Superior.
Mientras en algunas naciones la Genética es vista como una herramienta discriminatoria y eugenésica —práctica aborrecible por ser sucesora de la «limpieza racial» de la Alemania nazi—, en Cuba la situación es absolutamente distinta.
Aquí apostamos por una Genética comunitaria. Es decir, una ciencia que integra estrategias para la detección y prevención del riesgo genético a nivel poblacional desde el nivel de Atención Primaria de Salud. La misión más importante es la preventiva.
Así se persigue reducir el impacto de las enfermedades genéticas sobre la salud, en aras del bienestar de los individuos y las familias. Ello permite a las personas con «trastornos» genéticos vivir y reproducirse de forma tan normal como sea posible, así como disminuir la frecuencia y las manifestaciones clínicas de los defectos congénitos severos.
Por lo anterior, sin sonrojarnos, podemos decir que nuestro país es privilegiado. Mientras, el mundo parece estar muy enfermo, pues, entre otras calamidades, está habitado por personas que siguen siendo dianas de la segregación.
*Doctor en Ciencias Médicas