Se puede decir, sin temor a equívocos, que el fundador y Comandante del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), Tomás Borge, fue un nicaragüense que amó mucho a Cuba, por el respeto y cariño que profesó a la patria de José Martí y al líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro.
Borge formó parte de esas generaciones de latinoamericanos, igual que la del Centenario en Cuba, que determinaron no vivir bajo el yugo de tiranías, que infectaban el Caribe, Centro y Sudamérica, que asesinaban y encarcelaban jóvenes y reprimían pueblos, sumidos en la mayor miseria por la explotación de bananeras y otras compañías norteamericanas.
En 1956 fue detenido por el dictador nicaragüense Anastasio Somoza y logró escapar de prisión, para fundar cinco años después el FSLN. Es nuevamente detenido, junto a un grupo de sus compañeros, tras la audaz acción de tomar el Palacio Nacional en Managua, el 22 de agosto de 1978. Luego de ser liberados, viajaron a La Habana.
Llegó débil y enfermo como consecuencia de las torturas y los años en prisión. El lente de Orlando Maqueira, entonces fotógrafo de Juventud Rebelde, captó las instantáneas para la información y entrevistas publicadas sobre la llegada de los sandinistas y de Tomás, a quienes fotografió sentados en la entrada de la clínica Cira García, en Miramar, en espera de atención médica.
Retornó al combate y, luego del triunfo del FSLN el 19 de julio de 1979, a pesar de sus grandes responsabilidades políticas y de Gobierno, compartía en la calle con su pueblo y recibía en su casa a amigos, conocidos y a todo el que tocaba a su puerta. Fue un líder reconocido y tenía un don para movilizar multitudes.
Durante uno de sus viajes a Cuba, nos vimos casualmente. En Managua, antes, dijo un día que deseaba volver a la Isla para saludar a personas que eran como su familia, quienes residían en Cayo Hueso y Centro Habana, y así lo hizo.
Visitó varias viviendas humildes y todos lo saludaron como un familiar que vivía en Nicaragua. Con los más jóvenes, que había conocido siendo niños, jaraneaba diciéndoles que ya no los podía cargar, y a una abuela le lanzó un piropo: «¡Esta “vieja” sigue aún bonita de cara…!».
Durante ese encuentro subimos a pie por Infanta, hasta La Rampa. Llegó a la sede de Prensa Latina para actualizarse sobre las novedades de su país y continuó caminando hasta 23 y F, en el Vedado. Identificaba lugares, mientras narraba hermosas historias aún inéditas.
De su trabajo como escritor también habría mucho que decir. Su entrevista a Fidel, publicada como libro en 1992, bajo el título Un grano de maíz, resume su estilo, manera de narrar y sus convicciones.
El nombre moderno de José Martí es Fidel Castro, dijo hace solo un año a reporteros de televisión, y agregó que el Comandante en Jefe es el padre de todos nosotros (los revolucionarios nicaragüenses), el hombre al que más cariño y respeto le tengo. Fue también un convencido de que en Latinoamérica triunfaría la revolución continental.
Por todo ello, Tomás Borge es otro de esos héroes que al morir sigue vivo, como postula nuestro himno.