Cuando estalló la burbuja inmobiliaria en EE.UU. y el mundo fue lanzado al caos económico, las primeras medidas de las potencias fueron salvar los bancos en quiebra, zafarles la soga del cuello a los más ricos. Ponerle parches al barco que hace aguas resultó más fácil que actuar pensando en las mayorías, que buscar alternativas más beneficiosas para todos. Y es que siquiera plantearse el problema en términos de la mayor equidad posible es como pedirle, no peras, sino melones al olmo.
Mientras la mayoría de las naciones entraron en recesión económica, contra la que todavía luchan, y cuatro años después nadie puede darse el lujo de hablar de recuperación, lo cierto es que muchos apenas pueden aspirar siquiera a controlar la desaceleración, otros la pura y dura recesión.
Sin embargo, de la crisis se han sacado lecciones valiosas. A la República Popular China, por ejemplo, le ha quedado clara la necesidad de cambiar paulatinamente su modelo económico profundamente dependiente de las exportaciones para enfocarlo más al consumo interno.
Con la población más grande del planeta las potencialidades se agrandan, sin embargo el poder adquisitivo de las personas deberá aumentar paulatinamente. El primer paso está dado, al menos allí. No por gusto en su momento las medidas anticrisis incluyeron la inyección de 585 500 millones de dólares en el mercado interno para evitar los despidos masivos incluidos en las «fórmulas mágicas» de EE.UU. y Europa.
Y mirar hacia dentro parece ser el secreto en otro país de la zona. No es casualidad que sea Asia la región más dinámica en estos momentos si de economía se trata. Según el reporte del sitio web Asiared, Indonesia vive un crecimiento superior al de los últimos 15 años. El Producto Interno Bruto (PIB) creció un 6,5 por ciento en 2011 y ese es el mayor avance desde 1996, poco antes del estallido de la crisis financiera asiática.
Según expertos, el crecimiento del consumo interno ha sido vital para los buenos números de 2011.
«La demanda doméstica (que creció un 4,6 por ciento) proveyó una base sólida de crecimiento a pesar del frenazo de las exportaciones en la última parte del año», analizaron los economistas Seen Meng Chef y Deyi Tan, del banco Morgan Stanley, citados por EFE.
Contrario a muchos de sus vecinos, la economía de Indonesia no es tan dependiente de sus ventas al exterior. De hecho, el consumo interno genera el 60 por ciento de su PIB. Lo cierto es que el Gobierno espera sortear los escollos, a pesar de la depresión de los mercados europeos y el estadounidense.
Más allá de números y de niveles de desarrollo, llama la atención una filosofía distinta para enfrentarse a los problemas económicos. Cambiar los pilares que sostienen la economía no es tarea fácil, sin embargo la prioridad en cada análisis debiera ubicarse en el impacto de las medidas en las familias, en los pueblos, en quienes sostienen a los países y representan el 99 por ciento, como reclaman los indignados estadounidenses.
Por ahí queda mucho que hacer sin distinción geográfica. La crisis ha sido pretexto para destrozar el llamado estado de bienestar en los países más desarrollados, y pareciera que el desastre no tiene marcha atrás. Por eso, si al menos Asia avanza en sentido contrario y no anda en números rojos, ya es bastante.
A fin de cuentas, mirar hacia dentro, en dependencia de las características nacionales, no está mal. Eso demuestran la segunda y la decimoctava economías del mundo, China e Indonesia, con sus resultados económicos. Y aunque quede mucho para respirar aliviados e incluso, aunque haya familias para las que esos números en positivo sean aún una quimera, en medio del caos, Asia tiene la palabra. Su alternativa de estímulo al consumo interno avanza. No son pocos los que piensan generalizarla.