Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

La emboscada occidental en el Consejo de Seguridad

Autor:

Jorge L. Rodríguez González

Una vez más el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas iba a demostrar ser esa estructura antidemocrática donde los más poderosos del mundo, que se autotitulan como la comunidad internacional, impulsan resoluciones de condena contra países del Sur, con claros fines políticos. A veces hasta engatusadoras, para lograr el respaldo de la mayoría.

Pero, por suerte para Medio Oriente, y para el mundo, Rusia y China evitaron una vez más con su veto que lo que el presidente boliviano Evo Morales denomina Consejo de Inseguridad, adoptara un texto impulsado por Occidente y países árabes que promueven el cambio de régimen en Siria.

Ante el veto de Moscú y Beijing, en octubre pasado, a una abierta condena al
Gobierno sirio y un pedido de sanciones contra la nación mesoriental, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña y sus socios de la Liga Árabe, cocinaron otro documento presentado como una iniciativa del organismo panárabe que ellos pretendían respaldar.

Mas el documento, supuestamente elaborado sobre la base de los resultados de una misión de observadores árabes que monitorearon la situación en Siria durante un mes, demandaba la renuncia de Bashar Al-Assad, la formación de un gobierno de unidad nacional y la celebración de elecciones en dos meses. ¡Injerencia sin tapujos!

Además, aún está por conocerse la letra exacta del texto de los observadores, el cual no ha sido publicado siquiera en la página oficial de la Liga, y se especula que detrás de esa decisión se encuentra Qatar, presidente de turno del organismo, pues el documento no es favorable a las acusaciones de Occidente y los regímenes del Golfo contra Siria.

Rusia y China dijeron que no aprobarían esa clara estrategia de cambio de régimen, similar a la que se puso en práctica en Libia, por lo que las potencias occidentales dilataron la votación del proyecto de resolución con el objetivo declarado de alcanzar al menos, mediante negociaciones, la abstención de quienes se oponían. Para ello, eliminaron del texto, según dicen, las alusiones directas a la renuncia de Al-Assad, a sanciones o a un embargo de armas contra Siria. Con estas «concesiones» lograron el apoyo de países como India y Sudáfrica, que hasta el momento estaban en la línea de Moscú y Beijing.

Al parecer, según las explicaciones dadas por Rusia para sustentar su veto, las supuestas omisiones hechas por Occidente, no son tales. Simplemente se trata de nuevas palabras que dan forma a un documento con el mismo espíritu injerencista que el anterior.

Aunque supuestamente no pide de manera explícita la salida de Al-Assad, la propuesta se refiere a «desmanes» cometidos por el Gobierno y no menciona ni una palabra sobre las atrocidades que cometen a diario las bandas terroristas ni al financiamiento de estas, proveniente del exterior.

El reconocimiento de la responsabilidad de una oposición armada en la crisis siria es una de las demandas rusas; sin embargo, Occidente no las tuvo en cuenta en su ¿nuevo? proyecto de resolución. Aún así lo sometieron a votación.

Las potencias occidentales le exigen a Damasco que retire sus fuerzas de seguridad de los lugares donde estas bandas operan, pero ello es imposible con los problemas que afronta la nación árabe. Demandarle eso a Damasco sería dejarle libre esos territorios a las bandas armadas, que levantarían allí su Bengazi, como hicieron opositores libios y mercenarios que operaron en el país norteafricano con el respaldo de los bombardeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para derrocar a Muammar Al-Gaddafi.

La respuesta de Francia al fracaso en el Consejo lo dice todo. El presidente galo, Nicolas Sarkozy, dijo que junto a sus socios europeos crearía «un Grupo de amigos del pueblo sirio», para apoyar a la Liga Árabe a implementar sus planes. Esa iniciativa ya la aplicaron en Libia, y no fue otra cosa que un espacio para buscar financiamiento y apoyo diplomático para los opositores libios y mercenarios al servicio de la Alianza Atlántica.
Lo que pretendió Occidente fue lanzar una celada, que por suerte fue leída por la sabia experiencia chino-rusa.

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