¿Cuántas veces le han dicho que usted no es la persona que dice ser? Lo que pudiera parecer una historia de ficción lamentablemente se repite con frecuencia a la hora de tramitar algún que otro documento legal que, a la postre, ni siquiera identifica y le «obsequia» gastos extras de tiempo y recursos.
Lo cierto es que si no tienes identificación, la sociedad te sanciona y al mismo tiempo quedas inhabilitado para realizar cualquier trámite.
Pero el «olvido» de quienes tienen el deber de preservar tu identidad deja otro saldo: como ya no eres quien hasta ese momento pensabas, el castigo puede doblarse. Así le sucedió al amigo José Osmar Yero, quien hasta el momento no ha podido recuperar su título de Máster por una «maldita ese (s)» —como él llama al problema. Lo lindo es que cuando matriculas te piden el Carné de Identidad para tomar tus datos, se queja él con razón.
Y su enojo es comprensible, pues ¿cómo reaccionaría usted si después de una larga cola para solicitar un servicio —llámese crédito, subsidio, certificación de divorcio, inscripción de nacimiento, etc.— le dicen que no procede porque existe un error en la documentación?
Además del «acaloramiento», quizá deba soportar que le digan, con la mayor tranquilidad del mundo, que «debe regresar y traer otras dos fotos, tantos sellos de cinco, diez o veinte pesos —según la diligencia— o la carta aval…» y esperar, nuevamente, equis días para recoger el documento como si usted fuera el responsable.
En el caso de títulos que acreditan ciertos conocimientos, la solución parece sencilla: la institución que emite el documento ha de corregir el error, y eso lo lleva a uno a suponer que lo enmendará de manera inmediata. Pero no siempre es así, como confirman numerosos casos que han recalado en la sección Acuse de Recibo.
¿Y qué me dice usted si de pronto descubre que no es hijo de su mamá? Niurka Morales, una conocida, hace tres años que intenta legalizarse como hija de Francisca Mercedes, pero alguien en algún proceso suprimió el primer nombre de su progenitora y ahora no es legalmente su hija.
Sin embargo, la falta de rigor y concentración no llegarían tan lejos si se colocaran ciertas barreras en la ruta crítica de los posibles errores. Por lo general, quienes brindan estos servicios precisan no solo de un trato amable y cortés, sino también de equilibrio, aplicación y una buena ortografía, requisitos que se cincelan en etapas previas. Además de seleccionar y capacitar adecuadamente a ese personal, se requiere una sistemática supervisión de su labor por trabajadores más entrenados y otras iniciativas que redunden en un clima de exigencia y extraordinario respeto por el cliente.
No sería descabellado, además, que empeñáramos un poco de nuestro tiempo en revisar y aceptar un documento, algo que podría contribuir a detectar más rápido cualquier desliz e iniciar antes la reparación de lo que no debió hacerse mal, evitándonos sufrir por tanto tiempo las consecuencias y quedar a merced de que la falta pueda reiterarse. Si solo enfocamos la preocupación en ser severos con los otros, mas no con nosotros mismos, dejaremos un portón abierto a terminar con nuestra identidad escamoteada.
El Economista, periódico mexicano on line, anunció el 23 de agosto de 2011 la subida de un seis por ciento del precio del papel en el mundo. ¿Cuál sería la reacción de ellos —quienes se equivocan— si un buen día tienen que encarar el costo del papel, la tinta, el timbre y el tiempo de los clientes? Estoy seguro de que también los errores disminuirían y usted, ellos, yo… quedaríamos satisfechos del servicio y listos para optimizar el tiempo en los trámites.