Es increíble cómo a veces las cosas sencillas se tornan casi imposibles, y me parece que tiene que ver con limitarnos a ser ciudadanos-consumidores de todo: de cosas, personas, sentimientos, intereses…; solo devoramos, poseemos y olvidamos, sin detenernos a pensar en que tenemos el poder de cambiar las cosas porque parte de ser humanos se lo debemos a la conciencia.
Así reflexioné cuando leí el comentario de Tania, una internauta quien, el pasado lunes 26 de diciembre, escribió a JR su preocupación, más que por los factores externos que afectan la economía cubana, «por problemas con lo que tenemos y no administramos eficientemente».
Se refirió entonces a cuando se realiza una venta y no dan vale que registre la operación, cuestionándose —al igual que este reportero— el destino del dinero, y al estado crítico que hoy muestra el piso de los ómnibus Yutong por el exceso de pasajeros que suben fuera de la capacidad del carro y que tienen que pagar tarifas «diferenciadas».
Al final de su comentario, Tania se pronunciaba por la necesidad de un mayor control económico; a lo que yo le añadiría cuánto podemos hacer para evitar que se obstaculicen los esfuerzos por erradicar la indolencia, la corrupción y el vandalismo.
¿Será que velar por nuestros derechos es privativo solo de las autoridades? Al menos este redactor piensa como Bocaccio, quien refirió que vale más exponerse y arrepentirse después (si lo merece), que arrepentirse de no haber hecho nada. Asimismo, coincido con la premisa de que si todos hacemos lo que debemos, menos tendremos que arreglar.
Imagino que tanto Tania como todos los lectores con la misma inquietud, conozcan la prioridad que le concede el Estado cubano a la lucha contra esos males, lo que quedó evidenciado una vez más en las recientes palabras del General de Ejército Raúl Castro, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, en las que afirmaba que negligentes e irresponsables tendrán la respuesta firme e implacable que merecen.
Los referidos ejemplos (vale de registro y violación de la ficha técnica de las Yutong), además de suceder por incompetencia de quienes dirigen esos procesos, ocurren también por la inconciencia de nosotros mismos. ¿Acaso esas guaguas o el dinero que pensamos que se pierde no nos pertenece?
Con el silencio, ¿somos o no cómplices de tanta ignominia a costa de las necesidades del pueblo?
En ese sentido, la Constitución de la República de Cuba en su artículo 63, del Capítulo VII relativo a los derechos y deberes, legisla que todo ciudadano tiene derecho a dirigir quejas y peticiones a las autoridades y a recibir la atención o respuestas pertinentes en plazo adecuado y conforme a la ley.
Asimismo decreta como otro de los deberes el cuidado de la propiedad pública y social, acatar la disciplina del trabajo, respetar los derechos de los demás y cumplir los deberes cívicos y sociales. De ese modo, y si acatar estrictamente la Constitución y las leyes es deber inexcusable de todos, ¿por qué no hacemos uso de esa facultad y evitamos alguna que otra canallada a la economía nacional y a nuestros bolsillos?