Con evidentes progresos merced a los actuales adelantos científico-técnicos, el pasado 14 de noviembre se celebró el Día Mundial de la Diabetes Mellitus, esa enfermedad crónica que surge cuando el páncreas humano es incapaz de producir insulina.
Para el tratamiento eficaz de la diabetes, los médicos recomiendan una tríada clave: insulina, dieta y ejercicio físico; y este último elemento también se cita como uno de los factores vitales para prevenirla.
Muchos se dicen a sí mismos que aman la existencia y a cada paso desperdician ese regalo con actitudes que lo niegan. Llevar una vida más sana, evitando el sedentarismo, el sobreconsumo de alimentos y la ingestión de alcohol y otras sustancias tóxicas, es un camino a la mano; aunque algunos —da la impresión— se refugian en la voluntad pública por sanar y salvar, forzándola a prodigarles los cuidados que ellos no parecen dispuestos a brindarse a sí mismos, o quieren hacerlo cuando las manecillas del reloj ya no pueden girar atrás.
Por ello, como deporte es sinónimo de salud, se hace primordial la práctica de ejercicios desde edades tempranas, cual bálsamo capaz de prevenir todo tipo de padecimientos.
Y no solo se trata del bienestar individual y de la familia que padece junto a su enfermo. También es una verdad «cantada» que su atención gratuita —como en Cuba— representa un reto para cualquier país.
Es esencial llevar al seno familiar las ventajas del ejercicio físico en pos de un individuo más sano, que transite por la vida sin padecer enfermedades tan difíciles y costosas.
Según los galenos, una de las innumerables causas que provoca la diabetes mellitus es la obesidad, que no aparecería, entre otras razones, si se destinara un breve tiempo del día a realizar actividades como caminar, montar en bicicleta, trotar o nadar.
Además del Centro de Atención al Diabético, Cuba cuenta con médicos, enfermeras y otros especialistas en todas las provincias, quienes velan celosamente no solo por el mejoramiento de cada paciente, sino también porque aumente su «cultura» acerca de esta enfermedad.
En sus clases, el doctor José Hernández, del Centro de Atención al Diabético, explica los múltiples beneficios que reporta el ejercicio regular. Entre ellos destaca el control de la glucosa sanguínea, la reducción de los factores de riesgo cardiovascular, así como su contribución a la pérdida de peso, aumentar la sensibilidad a la insulina y proporcionar una sensación de bienestar general.
No obstante, Hernández hace la salvedad de que se debe entrenar con precaución. Si bien es cierto que los ejercicios evitan las hiperglucemias (altos índices de glucosa en sangre), excederse puede acarrear las letales hipoglucemias (glucosa baja).
Pero si damos crédito a los innumerables efectos preventivos y curativos de la actividad física, pienso que la labor persuasiva de los profesionales de la salud, la escuela y las familias deberían incidir cada vez más en la promoción de la práctica de esta actividad entre personas afectadas por otras enfermedades crónicas, no solo de diabetes mellitus.
Y si se reconoce en todo el mundo que el ejercicio no solo evita, sino que hace menos complicadas este tipo de enfermedades que son para toda la vida, entonces, ¿se embulla usted a correr en una pista o «hacer hierro» en un gimnasio? No lo piense dos veces.