Dicen que perro no come perro. Quizá esto sea verdad en el caso de los caninos, que no hablan sino ladran. Es muy probable que un sabueso en realidad no se coma a otro de su especie. Claro, ese no es el caso de los ultraderechistas anticubanos de Miami. Aquí sí que perro come perro, como también come gato o cualquier animal que le pase por delante.
Desde épocas inmemoriales, los distintos gobiernos de Estados Unidos han estado repartiendo dinero a diestra y siniestra en esta ciudad a los anticubanos para que hagan propaganda y acciones en contra del Gobierno de Cuba. Sería bueno saber con exactitud la cantidad total del dinero dedicado por Washington para esos menesteres desde el 1ro. de enero de 1959 a la fecha. ¿Llegará a un millón de millones? ¿Diez mil millones? Es muy posible que la cantidad exacta esté contabilizada por alguna oficina del Gobierno federal, pero lo más probable es que nunca nos lleguemos a enterar. Han habido muchísimas partidas secretas y, me imagino que aunque se llegue a sumar lo que ha salido a la luz pública a través de los años, la verdadera magnitud de esas partidas se quedarán en la oscuridad.
En realidad, casi ha sido obsesivo, por parte de las autoridades de este país, repartir dinero para dañar a Cuba. Recuerdo que en los primeros años de esto que se ha llegado a llamar «exilio cubano», allá a principios de los 60, el cubano que no cogía dinero de los Estados Unidos con la derecha, lo hacía con la izquierda.
El dinero corría como un río en la comunidad cubana de Miami. Lo que no daba el programa de refugiados abierta y públicamente para mantenerse, lo daban las diferentes agencias de inteligencia para planes subversivos. Estos planes se llevaban a cabo lo mismo en suelo cubano que en países de América Latina.
A la CIA la llamaban la Compañía Internacional de Alimento, o simplemente la Compañía, y esta financiaba a decenas y decenas de organizaciones contrarrevolucionarias que radicaban en esta ciudad. El que más o el que menos de entre los no tan numerosos cubanos que aquí residíamos en aquella época, cogía o tenía algún pariente que cogía billetes verdes de esa agencia de inteligencia.
Al paso del tiempo se han ido modernizando los conductos para que el Gobierno de este país reparta la plata para hacerle daño a Cuba. Hoy en día, me imagino que serán contados los casos, si es que aún quedan algunos, en que la CIA le entregue directamente a algún operativo recursos para atacar a Cuba. Ahora existen otras agencias federales que se encargan de repartir el botín que el Gobierno de aquí utiliza para subvertir el orden del Gobierno de allá. Claro que, con ese dinero, no solamente se hace daño a Cuba, sino que se mantiene en Miami a unos cuantos descarados que residen en esta ciudad y que por largos años han vivido del cuento de su «lucha» anticubana.
En otras ocasiones, he escrito sobre los anuales viajes a Ginebra por parte de unos cuantos «combatientes verticales» para denunciar a Cuba como «violadora» de los derechos humanos. Pero, claro, esos viajes no se han limitado a Suiza. Se han llevado a cabo por toda Europa y América Latina y se han hecho desde Miami, donde estos pícaros han tenido, por años, oficinas tan bien montadas que podría envidiarlas cualquier corporación norteamericana.
Una de esas organizaciones se quejó, hace como dos años, de un informe escrito por la Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) en la que esta acusaba a los miembros de aquella de ser unos pícaros que se estaban dando muy buena vida, viajando por todo el mundo en travesías de vacaciones con el dinero que aportaba el Gobierno de los Estados Unidos. Pues bien, resulta ser que el Gobierno de este país le acaba de cerrar la tubería a dicha organización y se la abrió a la Fundación. La FNCA, dirigida por el «hijísimo» del difunto Mas Canosa, hizo algo así «como quítate tú para ponerme yo».
No es que el Gobierno de Estados Unidos deje de dar la plata.
El dinero federal no va a parar de llegar a esta ciudad hasta que Estados Unidos se acabe de dar cuenta que hacer daño por hacer daño no los lleva a ninguna parte, y adopte una política sensata en relación con la Isla. Que en vez de mandar fondos a Miami para cambiar el Gobierno en Cuba, se siente con las autoridades de aquel país y arregle sus diferencias. Eso es lo más lógico y lo más racional, además de lo más humano.
*Periodista cubano radicado en Miami