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Menos dinero, más bombas

Autor:

Nyliam Vázquez García

La muerte de Osama Bin Laden fue un acontecimiento multipropósito. Subió la popularidad de Obama aunque dejó sin valor el pretexto con el que por más de una década Washington sostuvo la guerra e intento de ocupación de Afganistán; ha sido detonante para el deterioro de las relaciones entre EE.UU. y Paquistán... Pero, no puso fin a los bombardeos con drones del Pentágono en ese territorio.

La decisión de la Casa Blanca de suspender la millonaria ayuda militar a esa nación, hasta el momento aliada, marca para muchos un nuevo punto crítico en la crisis política entre ambos países. Analistas internacionales alertan sobre lo que podría ser una combinación peligrosa: de un lado, el malestar de EE.UU. por lo que considera el fracaso de Islamabad en la denominada lucha contra el terrorismo; de otro, la ira paquistaní ante los excesos de Washington en su territorio, sobre todo en el caso de la eliminación del líder de Al Qaeda.

El asesinato del hombre más buscado del mundo en un complejo residencial de Abbottabad, justo al lado de una academia militar paquistaní y no en una cueva perdida en las montañas, provocó los cuestionamientos en el Congreso norteamericano sobre la efectividad de los fondos para asistencia militar que recibe el Gobierno del  país asiático. Hasta el momento la erogación estaba cifrada en 2 000 millones de dólares al año.

Por otra parte, el hecho de que la operación se realizó sin dar participación ni a los servicios secretos paquistaníes ni al ejecutivo, azuzó un vendaval que, «de paso»,  arroja bombas desde aviones no tripulados made in USA en zonas tribales, supuestamente para matar terroristas.

Entre el fuego cruzado de las partes, el más reciente desencuentro quedó reflejado en la confirmación por parte del Gobierno estadounidense, según difundió recientemente The New York Times, de que reducirá a 800 millones de dólares la ayuda militar, lo que supone una disminución de un tercio de los ingresos por ese concepto, y la cancelación de algunas partidas.

El mes pasado, ante un comité del Senado, la secretaria de Estado Hillary Clinton había adelantado lo que es hoy decisión aprobada: «En lo que respecta a nuestra ayuda militar, no vamos a continuar ofreciéndola, a no ser que tengamos constancia de que se dan determinados pasos». Sin embargo, algunos expertos internacionales apuntan a que esta medida de la Casa Blanca también es parte de su «pataleta» porque Paquistán canceló el programa estadounidense de entrenamiento de fuerzas paramilitares, que ha supuesto el regreso a EE.UU. de más de cien entrenadores. Y además, ha amenazado con cerrar la base de la CIA en su territorio, utilizada además para lanzar ataques con los temidos drones.

En todo caso, Paquistán aseguró que el «castigo» no le afecta. El general Athar Abbas, portavoz militar, dijo que el recorte de la ayuda militar no pondrá en peligro la capacidad de su país para «luchar contra el terrorismo» y agregó, según BBC, que las operaciones en curso contra los insurgentes se llevarán a cabo sin apoyo externo.

Y aunque ningún escenario en el corto y mediano plazos contempla la ruptura total de las relaciones —demasiado peligroso— lo que sí parece estar en curso es el cambio de las bases estratégicas de la relación entre ambos países. Demasiados roces.

A favor de EE.UU. pesa la pretensión de la administración Obama de retirar sus tropas de Afganistán sin contratiempos. De lograrlo, dejará de necesitar las rutas por donde transita el 80 por ciento del avituallamiento para uniformados desplegados en terreno afgano. Pero de todas formas no es tan sencillo.

Bin Laden yace en el fondo del mar, pero su onda expansiva sigue dando quehacer en la tierra. Y aunque su eliminación sirvió a muchos intereses, no trajo lo que tal vez más esperaban los humildes habitantes de la frontera afgano-paquistaní: ver detenidas las bombas estadounidenses. Siguen cayendo a raudales, siguen matando inocentes.

El recorte de la ayuda militar, las reticencias compartidas entre Islamabad y Washington, incluso la grave crisis política, seguro es lo de menos para decenas de miles de familias paquistaníes. Y para la Casa Blanca «la lucha contra el terrorismo continúa»; con menos asignación monetaria, pero continúa.

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