La locura por la privatización ha llegado en los Estados Unidos a extremos nunca antes imaginados. Las carreteras, los parques públicos, las cárceles, los aeropuertos, la educación, etcétera, han ido poco a poco cayendo en administraciones privadas. El Gobierno ha ido dejando en manos de comerciantes organismos que siempre fueron administrados por el Estado.
El fin principal de una compañía privada es tener ganancias, ganancias a toda costa, incluso si tiene que bajar la calidad de los servicios que brinda. Lo único que le importa a una empresa privada es aumentar su capital. Si no fuera así, perdería su sentido de ser. Se puede llegar a creer que es descabellado, de parte del Estado, abandonar su deber de administrar todos esos servicios públicos, pero en los Estados Unidos esa tendencia cada día va en aumento.
El Estado le ha facilitado contratos a diferentes compañías para que hagan labores militares, de seguridad y hasta de inteligencia. Según una serie investigativa publicada hace unos días por el Washington Post, de la capital norteamericana, nos enteramos de que más de dos mil compañías privadas están haciendo labores de inteligencia.
Amy Goodman, la popular conductora del programa de Radio/TV Democracia Ahora, que se transmite nacionalmente por más de 800 estaciones radiales de los Estados Unidos, entrevistó en su popular espacio a uno de los dos periodistas que por más de dos años estuvieron recopilando datos para fundamentar su serie investigativa. Según el entrevistado, William Arkin, llegaron a hacer más de mil diferentes entrevistas a cientos de personas, relacionadas con el Gobierno o con empresas privadas que trabajan en el campo de la inteligencia y el antiterrorismo, y que estaban bien conscientes de lo que los periodistas andaban indagando. Según Arkin, ellos han tenido sumo cuidado en no imprimir nada que pudiera dañar la seguridad nacional.
Lo que encontraron los periodistas es para ponerle los pelos de punta a cualquiera. El Gobierno, después de los criminales atentados a las Torres Gemelas, ha creado un mundo clandestino de inteligencia que es tan grande, tan ancho y tan secreto, que nadie sabe lo que cuesta operarlo, cuántas personas están empleadas para ese ejercicio, cuántos programas verdaderamente existen dentro de ese mundo e, incluso, cuántas agencias están haciendo el mismo trabajo. Los periodistas estiman que, más o menos, 854 000 personas tienen acceso a archivos de alta confiabilidad en, más o menos, 1 200 agencias gubernamentales y cerca de 2 000 compañías privadas. Según ellos, estas agencias y compañías operan desde unos 10 000 locales que están regados por todos los estados de la Unión americana.
Cuando en el 2004 se creó la Dirección Nacional de Inteligencia, se suponía que esta iba a coordinar todas las informaciones que se recopilaran por las diferentes agencias encargadas, pero de acuerdo con lo investigado parece ser que la cosa no es así. Ellos encontraron que ni el Director de esa superestructura, ni el Subsecretario de Defensa para la inteligencia tienen conocimiento de todos los datos que poseen en sus diferentes departamentos y, peor, que incluso ellos mismos no tienen un total conocimiento de lo que hacen las propias agencias que dirigen.
Es decir que, a pesar de haber creado el superorganismo para tratar de crear una especie de bahía adonde fueran a parar todos los ríos de información clasificada, no solo no se ha logrado sino que, en este caso, la situación ha empeorado, sumergiéndose todo en una telaraña imposible de entender.
Para enredar más las cosas, han entrenado a unas pocas docenas de personas que tienen la facultad de poseer el código para entrar en los diferentes programas, pero en entrevistas con los periodistas, ellos dijeron que no tenían tiempo físico para leer todas las informaciones de los diferentes programas.
Según le contó el periodista a Amy Goodman, en el verano del 2009 se asombró de encontrar que había en ese momento 200 compañías privadas haciendo labor de inteligencia para el Gobierno. Si vemos que ahora existen 2 000, el hombre debe de estar petrificado.
Si el Gobierno de los Estados Unidos sigue privatizando en la forma que lo está haciendo, va a llegar el momento en que todas las fuerzas armadas serán operadas por contratistas. Y quizá el Presidente, en vez de ser electo por elecciones generales, termine siendo nombrado por la Junta Directiva de una supercorporación. Y si continuamos, también puede llegar el momento en que el aire que respiramos sea controlado y administrado por una compañía privada. Por descabellado que parezca, al paso que van las cosas, es posible que todo llegue a suceder.
*Periodista cubano radicado en Miami.