La morralla miamense cubanoamericana a cada rato se alborota. De pronto algo sucede que saca a las avispas del panal y empiezan a picar lo que se encuentren por delante, lo mismo a amigos que a enemigos.
Hace unos días, los nuevos líderes de los «patriotas de pacotilla», Gloria y Emilio Estefan, convocaron a una marcha por la famosa Calle Ocho de esta ciudad. A pesar de haber sido anunciada por los medios de comunicación de Miami, la marcha solo reunió a cinco o seis mil personas, de las cuales más de la mitad eran latinoamericanos que aquí residen y que hacen causa común con la ultraderecha anticubana. El matrimonio proclamó que había sido todo un éxito y que más de cien mil personas acudieron a la cita.
Es curioso cómo aquí se aumentan los números de personas que acuden a esos eventos. La policía y los periódicos que saben la verdad sobre el número de asistentes, o no hablan de la cantidad o conscientemente falsean los números para no buscarse problemas con los organizadores. Recuerdo que hace unos años un locutor, «combatiente vertical» con ínfulas de líder anticomunista, convocó a una de esas marchas y después de haberla realizado, en su programa de radio la fue aumentando progresivamente hasta que llegó al punto en que, de una participación de seis a siete mil personas, terminó la semana afirmando que más de un cuarto de millón habían acudido.
Estos personajes, de la noche a la mañana, se convirtieron en héroes locales, verdaderos patricios miamenses. Ambos se subieron en la tribuna que habían levantado en el medio de la calle y con ojos llorosos dijeron algunas tonterías patrioteras.
Al otro día, los comentarios en la radio local estuvieron llenos de halagos para los nuevos líderes del exilio anticubano. Como todo esto no es más que una lucha incansable por el protagonismo, el matrimonio estaba orgulloso de haber desplazado a los otros «presidenciables» y alzarse ellos con el botín.
Tan seguros estaban de que les había llegado la hora de levantar la bandera del exilio, que inmediatamente después de la marcha empezaron a organizar una recepción en su lujosa residencia de Miami Beach, nada menos que al presidente Barack Obama.
No existe un político en este país que no acuda a una fiesta de recaudación de fondos y más si sabe que en menos de una hora se puede llevar para su campaña un par de milloncitos de dólares. La entrada a la mansión costaba más de 30 000 dólares por pareja. Se calcula que asistieron más o menos sesenta de ellas. Así fue que Obama abandonó el recinto con los bolsillos llenos de billetes para su Partido Demócrata y su futura campaña reeleccionista.
Lo que no esperaban los nuevos «líderes» es que los trogloditas de la ultraderecha empezaran una campaña de difamación contra ellos. Hasta alma mía le han dicho a ambos en una de las emisoras que aquí transmite en español y que dirige el mismo locutor que hace unos años multiplicaba los asistentes a la marcha que había convocado.
A este dúo lo acusan de traidor por haber recaudado dinero para los demócratas. Eran de esperar esos ataques, ya que hasta hace poco el matrimonio asistía a la Casa Blanca y cantaba loas al republicano W. Bush. Por supuesto, no creo que esto les quite mucho el sueño, ya que ambos son como aquel protagonista de la película cubana, Un hombre de éxito, que cambiaba el retrato de los presidentes según estos llegaban al poder. Así es que la andanada de ataques que por estos días han montado contra ellos no parece que les desinfle los egos a ninguno de los dos, ya que estos casi se sienten los nuevos presidentes de la Cuba imaginaria y alucinante que existe en Miami.
*Periodista cubano residente en Miami