El bullicio de las calles advierte un día normal. Me contó mi hermana vietnamita, Lien Hoang Thi, que el tráfico es caótico en la otrora capital. Decenas de miles de motos abarrotan las calles. Los siete millones de habitantes de Ciudad Ho Chi Mihn, antigua Saigón, van de un lado a otro. La vida transcurre de prisa allí, más porque se trata del centro económico de Vietnam.
Sin embargo, aunque un día y otro todo pareciera normal, esta ciudad— como otras en todo el planeta— está amenazada por el cambio climático. Podría ahogarse. Y no es la única.
Los pronósticos no son nada halagüeños: Dos tercios de esa urbe, situada al oeste de la desembocadura del río Saigón y al norte del delta del río Mekong, estarán bajo agua para 2050, según estimaciones del Banco de Desarrollo Asiático. Aun más, todas las tierras bajas anegables del delta, donde se concentra el grueso de la producción arrocera, quedarían en las mismas condiciones. Los vietnamitas pudieran perder el 38 por ciento de sus largas zonas costeras y deltas, donde se concentra el grueso de sus zonas económicas y áreas pobladas.
Además de la tragedia humana, supone la posibilidad de crisis alimentaria interna, y también fuera de sus fronteras, para quienes dependan del grano vietnamita. La quinta parte del arroz que se distribuye en el mercado mundial sale de ese país. Hambre y pobreza penden como espada de Damocles. Mientras, los políticos hablan sin escucharse y, aun peor, no llegan a buen acuerdo.
Durante un encuentro científico celebrado hace un mes en la capital, Hanoi, el Fondo Mundial para la Naturaleza advirtió sobre la gran devastación que sufrirá el delta del río Mekong, en la medida en que los efectos negativos del calentamiento global se acentúen. El pronosticado aumento del nivel del mar, la salinidad de los suelos, las inundaciones, las precipitaciones erráticas, fenómenos todos por los que ya hay abundantes afectados en esa parte del continente asiático, constituyen peligros inminentes para la sureña urbe vietnamita, por su situación geográfica y por el peso extra que suponen las migraciones constantes hacia ella, con su consiguiente aumento poblacional.
Expertos aseguran que el aumento de un metro del nivel del mar, pronosticado para 2100, afectaría al diez por ciento de los actuales 86 millones de habitantes del país asiático, y disminuiría en igual proporción el producto interno bruto. Paradójicamente —qué raro—, aunque Vietnam es una de las cinco naciones más afectadas ya por el calentamiento global y sus consecuencias, no está en la lista de los grandes emisores de gases contaminantes. Según el reporte Riesgos Globales 2010, realizado por la organización Germanwatch, de Alemania, las afectaciones en las últimas dos décadas colocarían al país en el cuarto lugar.
El propio documento dio a conocer que los desastres naturales, derivados de los fenómenos climáticos, causaron en el planeta unas 600 000 muertes, así como pérdidas valoradas en 1 700 000 millones de dólares en el lapso 1990-2008. Entre los más golpeados se incluyen China, Bangladesh, Filipinas, Haití, Honduras, República Dominicana y Vietnam.
En medio del caos y de las preocupaciones que genera el tema, a pesar de los escasos avances en estrategias globales y compromisos consecuentes, Hanoi destinó 55 millones de dólares para poner en marcha un programa nacional entre 2009-2015 para enfrentar la acuciante situación, a pesar de la crisis económica mundial.
En los «estira y encoge» de las inconsecuencias de nuestra especie —también en peligro de extinción—, se vive un día más aquí y también al otro lado del planeta. «Normal». Ciudad Ho Chi Minh respira la amenaza, pero no se detiene. Quienes la habitan siguen sus rutinas. Los sonidos del centro no presagian hecatombes. El caos, las motos, las prisas que se adueñan de todo, pero aun así tiene que sobrevivir.