El 18 de julio de 1917*, las siluetas audaces y escurridizas de varios hombres rasgaban a paso apresurado la negrura de la noche en los arrabales de la ciudad de Petrogrado, capital de Rusia y llamada Petersburgo hasta agosto de 1914. Uno de ellos, bajo de estatura pero fuerte de complexión, lleva peluca y en su cara la desnudez de la barba recién afeitada por la obligación de su seguridad personal. Es Vladimir Ilich Ulianov Lenin.
De esa manera clandestina llega con el revolucionario y escolta Raxia al apartamento 31, en el primer piso del edificio No. 32 de la calle Malecón del Karpovka, propiedad de G.K. Flakserman, a orillas del río del mismo nombre.
Lenin ha estado oculto también en una choza apartada, a orillas del río Razliv, con apariencia de segador finlandés. Y antes ha viajado a Finlandia con fachada de fogonero de una locomotora, refugiándose más tarde en una aldea cercana a Helsingfors y posteriormente en esa ciudad, hoy Helsinki.
El 7 de octubre, cuidándose de los espías, viaja de Vyborg a Petrogrado para dirigir su inapagable anhelo: la insurrección armada. «La demora equivale a la muerte», dice. Tres días después, en reunión secreta, confiesa que ha llegado la hora cero y que sabe bien por qué lo dice.
El 23 de octubre (5 de noviembre según el nuevo calendario) se efectúa otra reunión del Comité Central, también oculta, que aprueba el alzamiento y elige al Buró Político encargado de dirigirlo.
El 24 (6 de noviembre), propone preparar las armas para el combate. Su Estado Mayor está en el instituto Smolny. El gobierno provisional intenta tomarlo, al igual que la sede del periódico Rabóchi Put, pero lo impiden la Guardia Roja y los soldados, por orden del Centro Militar Revolucionario.
Las centrales de teléfonos y telégrafos, la emisora de radio y las instituciones más importantes de la capital, están ya en manos de los obreros, soldados y marinos en armas.
La noche del 25 de octubre (7 de noviembre), Lenin ordena tomar por asalto la sede del gobierno enemigo. Un cañonazo del crucero Aurora anuncia el comienzo de una nueva era. Los revolucionarios se lanzan al ataque del Palacio de Invierno, último reducto de la burguesía.
Una vez tomado dicho Palacio, Vladimir Ilich respira con alivio, se despoja de su sencillo disfraz y rodeado de sus compañeros de lucha se presenta en la Sesión del Soviet de Diputados, Obreros y Soldados de Petrogrado. La Revolución Socialista de Octubre ha triunfado.
A 92 años de «aquel día que duró diez», al decir del escritor norteamericano John Reed en el best seller de su época, bajo el título de Diez días que estremecieron el mundo, el ámbito planetario de justicia y libertad que soñó Vladimir Ilich Ulianov Lenin para los pobres, no ha dejado de soñarse, de pensarse, ni de intentarse.
*En Rusia y otros países de religión ortodoxa se medía el tiempo a través del calendario juliano. Las fechas entre paréntesis se corresponden con el actual, llamado gregoriano.