Yoan, «el animal», dejó su impronta en un ómnibus capitalino. El graffiti, rubricado en una de las últimas columnas de ventanillas, quizá sea parte de su deseo de mostrar al mundo una capacidad para destacarse. ¿O será acaso una muestra de inferioridad? Sí, porque ser un animal «a secas» solo rebaja de posición dentro de la cadena evolutiva.
¿Que lo hizo por lo que significa la palabra en la canción de Gente de Zona? Igualmente sin sentido. Porque si ser un «animal» por nuestros días significa tener cualidades que nos hacen superiores ante nuestros semejantes, estoy seguro que en esa lista de virtudes no se incluye maltratar la propiedad social en aras de expresarle al mundo nuestros pensamientos y deseos más íntimos.
Para la entrada en circulación de los nuevos ómnibus urbanos hace casi dos años, Cuba invirtió varios cientos de millones de dólares en un transporte público que no solo trajo a nuestras calles variedad cromática. Con los nuevos Liaz y Yutong desaparecieron los asientos incómodos, las puertas bulliciosas y los viajes lentos y llenos de saltos dentro de los inolvidables «camellos». Incluso, la música hizo su entrada para alegrarnos el trayecto.
Recuerdo que durante los primeros días, nuestra prensa publicó varios artículos sobre cómo habían actuado las autoridades ante casos de vandalismo perpetrados en las nuevas guaguas.
Sin embargo, una vez más se cumple esa frase de que los cubanos no tenemos «fijador», pues en varios vehículos he observado cómo los transgresores ganan terreno nuevamente con sus cartelitos.
Estos equipos cómodos y modernos, que tanto han aliviado el problema del transporte en los últimos tiempos —si bien todavía no resuelven todas las necesidades—, no pueden ser descuidados ni por un instante. Los «grafiteros» demuestran con sus actitudes que están dispuestos a dejarnos cualquier mensaje al primer descuido.
Primero, pequeños pedazos de papel con el tradicional «Juan ama a María», fueron insertados en la parte trasera de los asientos de una Yutong. Ahora, además de «Yoan el animal», se pueden observar no pocos trazados en las paredes de nuestras guaguas. «Las salvajes de la pista», «el chacal» de cualquier barrio, y varios símbolos indescifrables «decoran» el interior de los vehículos.
Alerto porque mientras ahora pintan las paredes de los ómnibus, luego podrían comenzar a desaparecer por arte de magia los agarradores de los tubos —como ha sucedido otras veces—, y vaya usted a saber cuántas cosas más. Si a fin de cuentas, nada pasa por escribir unas cuantas letras, qué más da llevarse algo como souvenir.
En una ocasión expresé que si bien la educación cívica de nuestro pueblo es un aspecto muy importante, sería ingenuo creer que la labor formativa es la solución definitiva a las indisciplinas sociales.
Llenos estamos de ciudadanos conscientes y respetuosos del entorno, pero quizá es muy necesario recurrir al civismo por la vía penal, pues un puñado de malintencionados no deberían arruinarnos el viaje de ninguna manera.