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Un ascenso difícil

Autor:

Juventud Rebelde

La misiva llegó a mi buzón digital de forma inesperada. Su remitente describía cómo no pudo iniciar un tratamiento de fisioterapia en su policlínico porque la sala donde debía atenderse está en el segundo piso.

Intenté dilucidar cómo pudo ubicarse un área de ese tipo en una planta alta, teniendo en cuenta que generalmente quienes acuden a ese servicio presentan problemas que les impiden moverse, incluso «en el llano».

Los directivos del centro respondieron a su queja con el argumento de que en estos momentos no se pueden hacer inversiones producto de la crisis económica mundial y la situación que atraviesa nuestro país, lo que deja simplemente sin solución el problema —que por cierto, lo es también de vaya usted a saber cuántas personas—. Igualmente se le «aclara» que de los 83 centros de este tipo que tiene la capital solo el policlínico Salvador Allende, del municipio Boyeros, presta sus servicios en una planta alta.

¿Será que quienes viven cerca de ese centro y necesitan de sus servicios fisioterapéuticos padecen de fatalismo geográfico? ¿Acaso lo lógico no sería que todos los policlínicos prestaran ese servicio en planta baja?

Sencillamente incomprensible, tanto más cuando en la planta baja existen áreas administrativas y otras consultas donde los pacientes generalmente no presentan dolencias que les dificulten subir escaleras, por lo que podría realizarse una permuta interna.

Esta situación invita a pensar en el bloqueo de cerebros que desgraciadamente encontramos en muchas prácticas cotidianas, donde las soluciones no requieren venir «de afuera».

A veces pequeños detalles sin pulir se convierten en un estorbo durante años, pues las cartas con respuestas similares a planillas preconcebidas definitivamente no constituyen una vía de salida. Y lo peor es que la dificultad aquí descrita es perfectamente transmutable a muchas ramas de este complejo árbol que llamamos sociedad.

Parece increíble que en pleno siglo XXI algunos se aferren a soluciones en blanco y negro, «bajadas de arriba», ¿Llamaría por gusto nuestro presidente Raúl a una mayor autonomía, que busque soluciones inteligentes siempre que sea posible?

Quizá usted considere que esto es puro lamento. A lo mejor mira con indiferencia estas letras, pues sus pies rebasan sin dificultad cualquier obstáculo.

¿Pensaría igual si padeciera alguna amputación, y tuviera que asistir a una sesión de fisioterapia en una segunda planta, subiendo las escaleras?

Las valoraciones pueden ser disímiles, sobre todo si afincamos los codos en el buró, pero algunos urgen de un tratamiento que los ayude a mitigar sus dolores, esos que ya bastante pesan sin que haya que elevarlos a un segundo piso.

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