Costa de Marfil, ese país africano que como sus pares sufre la pobreza, es otra vez protagonista en el mundo del fútbol. Pero no precisamente por repetir aquella histórica clasificación mundialista, y el no menos sobresaliente desempeño de hace tres años en Alemania.
Ahora, Aminata Doumbia está completamente perturbado, y le confiesa a la prensa no saber qué le dirá a su mamá. Su hermano menor, de apenas 14 años, es una de las 19 personas que el pasado domingo perdió la vida en medio de una avalancha humana, previa a la goleada del equipo marfileño sobre la selección de Malawi (5-0).
Estas víctimas mortales, y los poco más de 130 heridos dejados por la dolorosa tragedia, son el saldo más reciente de la violencia ligada al deporte. Tres días de luto nacional, y la promesa de ingentes sanciones para los responsables, ha sido la respuesta del gobierno, pero todos saben que ninguna medida será suficiente para restañar los daños.
En espera del «detallado» informe prometido a la Federación Internacional de Fútbol por las autoridades deportivas de la nación africana, muchos se preguntan cómo es posible que se repitan una y otra vez estos episodios. La tragedia de Heysel —39 fallecidos y 600 heridos en un partido de la Liga de Campeones de Europa, en Bruselas, en 1985—, y otras tantas, parecen dormir en el olvido.
La avalancha se originó en la puerta sur del estadio de Abiyán, con capacidad para 35 000 aficionados y recientemente renovado, cuando cientos de espectadores —algunos con boletos comprados— no habían podido entrar al recinto.
Según algunos medios de prensa, los aficionados estaban indignados porque, dinero mediante, los encargados de la seguridad dejaron entrar a muchos de los que abarrotaron la instalación.
Ni gases lacrimógenos, ni la contención policial, pudieron evitar el desenlace. Y pese a todo, el espectáculo del fútbol, ese que siguen con acalorada pasión millones de personas alrededor del mundo, no tuvo freno.
Así, la historia del fútbol suma otro bochornoso suceso. En pocas horas volverán las eliminatorias rumbo al Mundial de Sudáfrica 2010 y quizá en muchas canchas se guardará un minuto de silencio en honor a las víctimas, pero el balón seguirá rodando.
Ante cualquier genialidad de Messi, Kaká, Cristiano Ronaldo y compañía, lamentablemente pocos tendrán tiempo para recordar que en algún lugar de África, el fútbol no solo generó alegrías. Y eso es ya un viejo problema.