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La corrupción es una bestia a la que todos los días hay que matar

Es un alien que goza de un aparato de adaptabilidad y sobrevivencia perfecto y un portentoso sistema de reproducción para establecer colonias hasta en aquellos lugares en los que parece imposible medrar por la escasez, pobreza y penuria reinantes, o estar más resguardados ideológicamente…

 

Autor:

Luis Manuel Arce Isaac

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, se mantiene muy firme apegada a los principios éticos y morales del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador en el tema de la corrupción.

López Obrador hizo de la batalla contra la corrupción su principal frente y repetía constantemente: «Si me preguntan cuál es el problema principal de México, respondería rápidamente y parado en un solo pie: la corrupción».

Ese principio lo mantiene inalterable la primera mujer presidenta de México y lo acaba de repetir en Baja California Sur al ratificar que «en los Gobiernos de la Cuarta Transformación no hay espacio para la corrupción», lo cual significa que en el relevo del liderato del Partido Morena no hay cambio en esa concepción obradorista y, por el contrario, se continuará fortaleciendo porque se trata, afirmó, de la defensa de los recursos del pueblo, que son sagrados, no se puede lucrar con ellos y los recursos deben serles retornados en programas sociales, salud, educación y obras de infraestructura.

Sabemos que los recursos del pueblo son sagrados y que no puede haber ningún espacio para la corrupción en el Gobierno, que no puede haber Gobierno rico, con pueblo pobre, que los recursos del pueblo son del pueblo de México, de nadie más, y se les regresa en salud, educación, obras públicas y programas de bienestar.

Ese discurso, pronunciado el pasado domingo 13 de julio en Baja California Sur, recuerda la gran batalla de AMLO que recibió en 2018 al entonces considerado país más corrupto del mundo institucionalmente, y lo entregó libre de esa lacra en las instancias públicas, excepto en el Poder Judicial donde se mantuvieron jueces y magistrados corruptos al no poder aplicar la reforma judicial ya en curso, por carecer de mayoría absoluta en el congreso.

Entonces se decía —y esos criterios no han variado— que la corrupción es una bestia a la que todos los días hay que matar pues tiene el enorme y destructivo poder de reproducirse, aunque le corten la cabeza, y reducir a cenizas todo lo honesto y moral que haya a su alrededor.

Un cáncer mundial 

La corrupción posee una extraordinaria capacidad de metamorfosis y cambia el color de su piel, como el camaleón, para camuflarse según el entorno donde se desarrolle, sea este de baja o alta calidad intelectual, moral o ética, público o privado.

Es un alien que goza de un aparato de adaptabilidad y sobrevivencia perfecto y un portentoso sistema de reproducción para establecer colonias hasta en aquellos lugares en los que parece imposible medrar por la escasez, pobreza y penuria reinantes, o estar más resguardados ideológicamente.

Su expansión es erosionante como la metástasis del cáncer y puede acabar con dignatarios, quebrar gobiernos, demoler estructuras políticas y sociales y hacer estragos en proyectos y programas populares tan graves como los huracanes más feroces que con tanta frecuencia azotan el Caribe.

La corrupción política, al igual que las demás, se manifiesta de mil formas, entre las que destacan el uso ilegítimo de información privilegiada, sobornos, tráfico de influencias, extorsiones, fraudes, malversación, prevaricación, caciquismo, cooptación, nepotismo, impunidad, despotismo y puede facilitar hechos criminales como el narcotráfico, el lavado de dinero y la prostitución, tal como explica Transparencia Internacional.

Sus efectos son tan dañinos que avariciosos de poder la han usado engañosamente como arma política contra líderes de limpia trayectoria, para sacarlos, echando mano a sus poderes mediáticos y financieros.

La corrupción empresarial fomenta la informalidad y el mercado ilegal o bolsa negra, el cohecho, el desfalco, el fraude comercial, la información privilegiada, la trampa bursátil y muchas manifestaciones negativas más.

Entre la corrupción política y la empresarial se mueve como pez en el agua el delito de cuello o guante blanco, aquel que se comete sin mancharse las manos, sin intimidación, amenazas, uso de la fuerza o armas, contra el patrimonio del Estado y de las personas, por el mal uso y abuso del poder público para beneficio personal y privado y los privilegios otorgados por el cargo que se ocupa. Puede afectar a presidentes, ministros, parlamentarios y hasta el último funcionario de Gobierno.

Las causas de la corrupción son conocidas, pero no combatidas como deben hacer el Estado y la sociedad, y en muchas ocasiones se dejan sobrepasar y hasta justificar su condición delictiva.

Entre las muchas causas que tienen que ver con el individuo, se suelen citar ausencia de una conciencia social, falta de educación o de una cultura del compromiso, paradigmas distorsionados y negativos, personalidades antisociales y megalomanía, percepción sesgada del grado de corrupción presente, infravaloración de la posibilidad de ser descubierto, según Transparencia Internacional.

Entre los elementos de la corrupción que dependen de la sociedad, figuran la impunidad en la comisión del delito, corporativismo partidista, modelos sociales que transmiten falta de valores, excesivo poder discrecional del funcionario público, concentración de poderes y de decisión en actividades del gobierno, discrecionalidad y escasez de decisiones colegiadas.

Se le añaden el soborno internacional, control económico o legal sobre medios de comunicación que impiden se expongan a la luz pública casos de corrupción, salarios demasiado bajos, falta de transparencia en la información concerniente a la utilización de los fondos públicos y de los procesos de decisión, y poca eficiencia de la administración pública, explica Transparencia.

Un botón de muestra de la acción dañina de la corrupción: En Nigeria más de 400 000 millones de dólares fueron robados del tesoro por los líderes nigerianos entre 1960 y 1999; mientras que investigadores de la Universidad de Massachusetts han estimado que entre 1970 y 1996, la evasión de capitales de 30 países subsaharianos —corredor del hambre— excedió los 187 000 millones de dólares, superando las deudas externas de esas naciones.

La corrupción tiene potencialidades de expandirse porque se ceba de debilidades humanas como la avaricia, el egoísmo, la apariencia de prestigio, el egocentrismo y otros antivalores del ser social; y en ese sentido tiene un poder malévolo, pues puede contaminar a personas honestas que flaquearon en determinadas circunstancias y cayeron en sus redes.

Cuando se quiera hacer referencia a un juicio crítico, muy severo, pero justo y aleccionador, es necesario leer de nuevo un discurso de Fidel en el Aula Magna de la Universidad de La Habana en el año 2005 en el que analiza la corrupción en Cuba en aquel momento, y llega a advertir que el país puede autodestruirse a sí mismo, «la Revolución puede autodestruirse», dijo al respecto.

Allí anunció que la batalla contra la corrupción era de vida o muerte, de ¡Patria o Muerte! A ese enemigo hay que matarlo todos los días, es una batalla permanente que no acepta descanso y en la cual el fortalecimiento del tejido social-institucional es clave.

Fidel decía en aquel discurso que en esa batalla no habrá tregua con nadie, cada cosa se llamará por su nombre, y apelaremos al honor de cada sector.

«De algo estamos seguros: de que en cada ser humano hay una alta dosis de vergüenza. Cuando él se queda consigo mismo, no es un juez severo, a pesar de que, a mi juicio, el primer deber de un revolucionario es ser sumamente severo consigo mismo».

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