Guillermo Armenteros (El Congo), el vendedor de butifarras que inspiró a Ignacio Piñeiro a componer el célebre son Échale salsita. Autor: Tomado de Internet Publicado: 13/08/2025 | 09:35 pm
Catalina de Güines, Mayabeque.― Pobres los pueblos que descuidan su memoria. Puede venir cualquiera a querer cambiársela. A trocarla por otra que no es la suya, que no respeta sus tradiciones, que no venera a sus héroes, que no protege a sus hijos.
Contra el síndrome del olvido, el único paliativo posible es el recuerdo. Rememorar hasta los últimos detalles, narrar a nuestros conciudadanos, escribir, dejar testimonio para el futuro, para que no se pierda un solo detalle de lo vivido.
Ese es el afán de este texto: salvar de la omisión a Guillermo Armenteros (El Congo), el vendedor de butifarras que inspiró a Ignacio Piñeiro a componer el célebre son Échale salsita, tras escuchar el inconfundible y sonoro pregón del humilde comerciante.
El imperio del Congo
Los orígenes del Congo lo sitúan como hijo de una humilde familia de acendradas raíces africanas, dedicada al corte de caña y se especula que él mismo habría sido esclavo durante su infancia.
Sin embargo, su voluntad e ingenio lo llevaron a transformar, desde el delicioso arte culinario y con evidentes dotes para ello, la tradicional receta de la butifarra española y conferirle un sabor particular.
Refiere el periodista y escritor Omar Felipe Mauri Sierra: «Fue en las primeras décadas del siglo XX cuando Guillermo Armenteros comenzó a fabricar el embutido. Una vez preparados, los depositaba en una cesta de yarey y salía a la calle, a las fiestas públicas y los bailes, para vender su producto.
«Su trato era cordial y amistoso, y su pregón, ocurrente y muy musical, sobre todo para la especialidad que lo hizo famoso: la butifarra», agrega el investigador.
El costo de la unidad era de cinco centavos y se duplicaba si se le añadía el pan. La salsa con la cual se aderezaba venía a complementar un sabor que se instauró en el paladar de los citadinos y que le confirió al Congo no solo popularidad, sino también prosperidad económica.
Así pasó de la cesta de yarey a un carrito ambulante, a tal punto de que su embutido se expendió también en diferentes comercios y restaurantes del pueblo de Catalina.
Para su preparación, se incluían entre los ingredientes: carne de cerdo, empellas y carne de res, además de condimentar con pimentón, ajo chileno, sal y nuez moscada.
Una vez lista, la masa era trasladada a una habitación a la que solo tenía acceso El Congo, primero; y su hija Guillermina, después del fallecimiento del padre. El ciclo final era una especie de secreto familiar y allí se le confería el acabado necesario para su consumo.
Piñeiro, la butifarra y el son
A uno de los bailes que se celebraba en el salón El Cañón, ubicado en Catalina de Güines, llegó a tocar, en 1930, Ignacio Piñeiro con su septeto.
Allí pudo degustar el ya popular embutido y fue testigo también de los pregones del Congo, quien a todos recomendaba que, para complementar el sabor, le echaran salsa a la butifarra.
El gracejo de aquel hombre y su receta encantaron al músico y su comitiva. Piñeiro no tardó en componer un son con la temática del alimento, cuyo coro sugería lo mismo que El Congo: echarle salsita. Así nació el tema homónimo, que le confirió aún más popularidad al negocio de Guillermo Armenteros:
«Salí de casa una noche aventurera/ buscando ambiente de placer y de alegría/ ¡Ay, mi Dios, cuánto gocé!/ En un sopor, la noche pasé.
«Paseaba alegre en esos bares luminosos/ y llegué, al Bacanal. En Catalina me encontré lo no pensado/ la voz de aquél que pregonaba así ¡...SALSA...!
«En Catalina me encontré lo no pensado/ la voz de aquél que pregonaba así: Échale salsita/ Échale salsita/ Échale salsita/ Échale salsita
«En este cantar propongo/ lo que dice mi segundo./ En este cantar propongo/ lo que dice mi segundo:/ no hay butifarra en el mundo/ como las que hace El Congo. Échale salsita/ Échale salsita/ Échale salsita/ Échale salsita.
«Congo vive orgullecido/ sus butifarras olorosas./ Congo vive orgullecido/ su butifarra olorosa:/ son las más ricas y sabrosas/ que yo en mi Cuba he comido».
Sobre este particular, el fallecido musicólogo Lino Betancourt Molina expresaría: «El tema muestra la experiencia de Piñeiro al probar un plato representativo de Güines. La letra del sencillo contribuyó a incrementar la fama del producto, pues todos querían tararear la canción y, a su vez, saborear el alimento que originó este son».
Añade Mauri Sierra que más de una investigación histórica ha determinado la receta de las butifarras y la milagrosa salsa de El Congo, quien después de popularizado por el son de Piñeiro, mejoró su negocio hasta adquirir un quiosco que podía trasladar a distintas áreas del pueblo.
En 1957 se inauguró el restaurante que conocemos hoy, el cual incluyó las famosas butifarras de El Congo, entre otras maravillas gastronómicas. Sin embargo, la Carretera Central, que tanto privilegió la popularidad del lugar, iría perdiendo importancia al inaugurarse la Vía Blanca.
Aun así, el olor de las butifarras del Congo ―aseguran algunos pobladores― pervive en los rincones más recónditos de la memoria de los más longevos.
Así, la salsa del pregón y el coro nos ayuda a condimentar nuestra vida e historia culturales, con el recuerdo de esos símbolos de cubanía, que codifican lo que somos y seremos, en una muestra perenne de orgullo por el simple, pero trascendente hecho de ser cubanos.