He de empezar preguntando a mi vez qué concepto tenemos de pérdida, o si estimamos que las conquistas suelen permanecer intactas, recibiendo la lluvia del tiempo sin que haya alguna readecuación a nuevas circunstancias. ¿Puede ser esto posible en la naturaleza o en la sociedad?
Quizá, si nos colocáramos de espaldas al futuro, podría parecernos que alargar la edad de la jubilación en cinco años significa una pérdida, un retroceso. Ahora bien, si nos ponemos de frente al futuro, si miramos hacia delante, más bien es una ganancia. Y no me voy a referir a las ventajas salariales y de derechos que el anteproyecto prevé. Es ganancia porque esta medida lo que intenta es apuntalar las conquistas de nuestra sociedad: proteger a la sociedad misma en toda su dimensión.
¿Acaso la baja tasa de natalidad y de fecundidad de nuestro país no supone un peligro para el conjunto de la población y, en particular, para cada uno de los cubanos? Por esa pregunta ha de comenzar mi análisis si quiero pretender la objetividad y la justicia.
Si el país envejece, porque, entre otras causas, nacen menos personas que las necesarias, quién ocupará el puesto de cuantos se jubilan. Excusen que yo no sea especialista en estos asuntos: soy solo un ciudadano que trata de pensar, y a título de ello me parece que la fase demográfica de las sociedades humanas, numérica y taxativamente, mantiene unas cinco generaciones coexistentes. Unos nacen y otros se preparan; los de más allá empiezan su vida laboral mientras otros alcanzan la madurez, y otros, más viejos, van terminando su actividad, y los viejos de verdad aprovechan, en el descanso, el último resto de la vida.
Así, tan simple en apariencias. Pero si el primero, el segundo o el tercer corredor, no llegan a tiempo para entregar el batón, el cuarto ha de correr más duro para compensar la pérdida de tiempo. La analogía puede encajar en cuanto venimos diciendo. Si los que se jubilan carecen de sustitutos, la alternativa se impone: o quedan plazas sin ocupar y la sociedad pierde capacidad de reproducción económica o habrá que exigir más a cuantos laboran. De ahí, dicho en palabras habituales, parte el incremento de la edad de jubilación. Que no deberá ser la única decisión acerca del trabajo y su papel básico en Cuba. Habrá que estimular a que los ciudadanos quieran trabajar más...
Según juzgo, la extensión de la edad de jubilación y cualquier otro proyecto en el ámbito laboral, son medidas de autodefensa. Imaginamos en cuánto se excedería el gasto de la seguridad social si continúa vigente el tope actual para el retiro. Por supuesto, un hombre con 65 años en Cuba está entero. Porque, siendo exactos y justos, la conquista revolucionaria no radica solo en haber establecido una ley mediante la cual los trabajadores se jubilaran a los 60 y las trabajadoras a los 55. La conquista está en el hecho de que el promedio de vida subió hasta 76 en los varones y a 80 las mujeres. Aproximadamente, más de 15 años que antes de 1959. Es decir, el sistema de salud y la calidad de vida propiciados por el socialismo, facilitan a los ciudadanos vivir más y disponer de un mayor período de vida útil y creativa.
En síntesis, mantener y superar la economía que sustenta esa invaluable conquista revolucionaria, es un modo de defenderla. Habrá que darse cuenta, en algún momento, de que si mejoramos las condiciones materiales de nuestra sociedad y paulatinamente disminuimos el déficit habitacional, la tasa de natalidad y de fecundidad presumiblemente aumente, aunque esa no sean las únicas condicionantes de ese fenómeno que toca a varias sociedades desarrolladas.
Pues bien, a mi lector le recomiendo: mire, pulse al futuro. Es lo que, en estas circunstancias, merece la más desvelada inquietud.