David Golola —así se llama este «hombre de suerte» que citaba The Economist— es uno de los 3 000 ugandeses que empacó sus cosas para irse a trabajar a Iraq como «guardia de seguridad» de una base militar estadounidense. Lo contrató EOD Technology, una de la veintena de empresas que desde noviembre de 2003 —apenas ocho meses después de iniciada la agresión a Iraq— comenzó a contratar a mercenarios que protegieran las espaldas de diplomáticos, autoridades y empresarios, o que brindaran servicios de seguridad a edificios del gobierno, bancos o pozos de petróleo.
Como él, muchos de estos «guardias de seguridad» ugandeses, han invertido sus salarios de aproximadamente mil dólares mensuales —muy inferiores a los que ganan otros «perros de la guerra» que tienen pasaportes estadounidenses o europeos— en comprar propiedades y emprender sus propios negocios. El objetivo es salir de la pobreza secular.
El entusiasmo de Golola y de sus coterráneos que renunciaron a los puestos de trabajo para participar en una guerra, sigue latente en muchos ugandeses que se anotan en listas de espera para ir a servir junto a las fuerzas estadounidenses en Iraq.
Para estos obnubilados mercenarios, trabajar como «guardia de seguridad» en una base militar estadounidense, en pozos de petróleo, aeropuertos, carreteras, ciudades, o en instalaciones de agua y electricidad, en medio de un conflicto bélico especialmente violento por la diversidad de «enemigos», e irse luego de compras con la ganancia en sus bolsillos, es una mejor opción que permanecer en la problemática Uganda, una de las naciones más empobrecidas del mundo y donde el costo de vida se ha disparado por los cielos en los últimos años.
Pero parece ser que el salario que obtienen por hacer el «trabajo sucio» de una guerra de por sí sucia, no es el que realmente deben recibir según los contratos con estas empresas. Muchos ugandeses —entre los que evidentemente no se encuentra el «contento» Golola— se quejan de que fueron embaucados por sus contratistas.
Así lo reveló Joseph Kitungi, con 14 años de experiencia en la Fuerza para la Defensa del Pueblo de Uganda y que trabajó en Iraq durante seis meses de 2006. Kitungi demandó el pasado mes a Dreshak International LLC —otra de las máquinas de reclutamiento de mercenarios ugandeses— por haber recibido solo mil dólares al mes cuando le habían prometido seis veces esa cantidad en un anuncio publicado en un periódico, reportaba recientemente NewEra.com.
Igualmente, Gideon Tusigye sostiene que luego de haber estado varios meses en Iraq, él y otros guardias fueron obligados por la LLC y la Special Operations Consulting-Security Management Group (SOC-SMG), a firmar nuevos y «menos favorables» contratos, que les obligaban a comprar 621 dólares en aditamentos militares, como chalecos antibalas, que en un inicio eran gratis. Asimismo, el monto de sus pagos, según cuenta, oscila entre los 450 y los 1 150 dólares, lejos de los 1 400 dólares prometidos en el convenio inicial.
Mientras, legionarios de otras naciones reciben por desempeñar el mismo trabajo hasta 4 000 dólares al mes o más, dejando entrever que la discriminación también cerca allí a los africanos. Otros «soldados de fortuna» procedentes del África pueden, incluso, recibir menos. Recientemente, Paul Grimes, director ejecutivo de SOC-SMG, ante cuestionamientos de namibianos sobre los 600 dólares que la empresa les pagaría, explicó que los salarios «decrecían con el tiempo» debido a «la competencia con empresas similares», y porque la situación de seguridad mejora en los países de destino.
¿Pero cómo puede ser mejor la situación en estas zonas, cuando el principal «estratega» de esta guerra, George W. Bush, ha solicitado al Congreso que le entregue 196 000 millones de dólares adicionales para continuar, en el año fiscal 2008, sus «proezas» en Iraq y Afganistán?
Lo otro, lo de la competencia, sí es real. Evidentemente, mientras más plata se destine a la cruzada «antiterrorista» en la tierra árabe, los contratistas privados andarán como «hormigas locas» alrededor del dulce, y el pastel se repartirá en más pedazos.
El pago a estos mercenarios tercermundistas seguirá siendo una minucia, mientras sus reclutadores pueden ganar hasta mil dólares en solo 24 horas, y las compañías de seguridad echan a sus bolsillos sumas multimillonarias a costa de las vidas y el sufrimiento de los iraquíes.
National Public Radio, ha reportado que la compañía SOG-SMG —que cuenta con 2 400 mercenarios ugandeses, según declara su propio director ejecutivo, Paul Grimes— ha acaparado en los últimos dos años aproximadamente 30 millones de dólares en contratos con el Pentágono.
La guerra sigue siendo un río revuelto que aporta significativas ganancias a los «pescadores». Pero, ¿quién pesca más en Iraq? Dudo que sean los ugandeses, los namibios, o cualquier mercenario made in USA.