Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

Dime cómo vendes y te diré…

Autor:

Luis Sexto

La nota del pasado viernes interesó a muchos. Lo supe por los mensajes que de diversa manera enriquecían mi análisis, con el que pretendo, habitualmente, ofrecer un punto de partida para suscitar la reflexión colectiva. Recordarán que mi columna versó acerca del síndrome de las puertas cerradas y de ahí derivó a las mentalidades o las ideas cerradas. Claro, unos leen periódicos y otros no los leen, incluso no leen nada.

Un día después, asistí a una tienda; vi a la gente pagar sus productos en tres sitios distintos. A algunos empleados —que vigilaban severamente que nadie se trasladara de un punto a otro de la gran tienda sin pagar en la registradora que le correspondía— les pregunté si habían leído el comentario en JR, y me dijeron que no. No leen periódicos. No me quejo. ¿Por qué he de lagrimear? Ese es el destino del periodista en tierra propia, como en la ajena: ser leído por unos y desconocido por otros. Incluso, mal juzgado por algunos.

En fin, no insisto. Mi interés se centrará en aclarar a un lector una de las ideas esbozadas en mi nota pasada. Yo decía que en Cuba no se respeta al cliente, porque en nuestro mercado predominan los vendedores. El lector arguye: «En la economía de mercado cautivo, el mercado es de muchos compradores y pocos vendedores. Todos quieren comprar y pocos venden, por eso predomina la mala calidad, la falta de profesionalidad y el maltrato, en algunos casos. Tengamos en cuenta, no solo el mercado en divisas, también, y muy fundamentalmente, el mercado de la canasta básica, el pan de cada día, los productos sin preenvasado o preempacado, la gastronomía en moneda nacional, etcétera...».

Cuanto afirma es cierto. Incluso coincidimos, pero planteamos el fenómeno de modo diferente. No porque sean más los compradores y menos los vendedores, significa que en el mercado predomina la voluntad del que compra. Por el contrario, la voluntad dominante es la del grupo minoritario de los que venden. Imponen las reglas a contrapelo de los intereses y necesidades del comprador. Y como el cliente, consumidor o comprador está obligado a ir aquí y no allá, al vendedor poco le importa que sufra, que se disguste, que adquiera mercancía en mal estado o de calidad inferior como si fuera de primer orden.

Total, el vendedor —y no me refiero al dependiente, sino a los que dictan las reglas del mercado y garantizan con sus funciones cierto estado, cierto poder, algún privilegio—, ve al comprador como el medio para cumplir su plan de ventas, aunque, a veces, sea a costa de un fraude inconsciente. Y que nadie me diga que vender una mercancía de baja calidad a precios de primera no merece que se le califique así...

Yendo a la esencia, «Mercado de vendedores» es una categoría concebida por Joseph Juran, uno de los principales ideólogos mundiales de la calidad, nacido en Rumania y nacionalizado norteamericano. Su teoría no posee una perspectiva cuantitativa, sino cualitativa. El mercado pasa al predominio de los vendedores cuando se deprime la oferta y aumenta la demanda... La escasez es su zafra, su momento de esplendor, como lo es también para las mentalidades burocráticas, que en esas circunstancias acomodan la realidad a sus visiones rígidas y unilaterales. Y resulta, pues, que quien te vende te hace un favor, y tú pagas por la buena acción.

Habrá, en un día próximo, que ver claro. Y percatarnos de que una justicia con los ojos excesivamente vendados puede ser injusta...

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