Hablemos hoy de un hecho positivo: un libro. Los escritores construyen también la patria y la sociedad, porque alimentan la cultura. Este libro que comentaré sorprende desde el título: Más horribles que yo. Y ese «yo» ¿es acaso un doble del autor, el poeta y narrador cubano Luis Lorente? No creo que sea fundamental saberlo, porque quizá su explicación esté en la propia génesis del libro: texto, título incluido, que no se rinde fácilmente al asedio.
Uno comienza preguntando qué cosa es: si prosa o verso, aunque es poesía. Entonces ya vamos descubriendo las entretelas de este título tan provocativamente concebido. Más horribles que yo —publicado por Ediciones Matanzas y presentado, en fina edición, en la pasada Feria del Libro— compone un libro donde la poesía campea, se adueña de cada línea, de cada inflexión. Un libro de poesía, digamos como se dice comúnmente, que emplea la prosa y el verso para expresarse, como los usó en Azul —recordó hace poco el escritor cubano Francisco López Sacha— el impar nicaragüense Rubén Darío.
Cuando un poeta los necesita juntos, juntos van prosa y verso. Porque sabemos que cada tema, cada contenido reclaman su forma sin que tenga usted que adscribirse a una u otra doctrina estética. Los mejores escritores parecen resultar los que siguen las exigencias formales ajustadas a sus intenciones, sus propósitos temáticos. Y combinan sin asco los medios y los ingredientes.
Por tanto, no voy a esmerarme en desentrañar las formas de este libro. Ya lo dije: es poesía, que se hace presente, que gozamos, con la misma intensidad en el poema que en la narrativa. Noto una equivalencia rítmica entre los poemas y la prosa. A veces estamos leyendo un cuento y de pronto nos salta un verso de esos de tranco largo, de rítmico y escalonado percutir, con palabras y alusiones coloquiales, típico en los poemas —estos y otros— de Luis Lorente, nacido en Cárdenas, Matanzas, en 1948, y que hace tres años ganó el premio latinoamericano de la Casa de las Américas por el libro Esta tarde llegando la noche. Lorente poeta: voz singular, distinguible. Voz y no eco.
Y de qué sustancia temática se alimenta Más horribles que yo, texto que requiere de la lectura despaciosa, cómplice, degustadora de las esencias más que de las evidencias. Yo diría que se nutre de la historia o la memoria. O de ambas inclusive. Poemas y cuentos giran en torno de una historia. Y en todas, el lector topa con el aura enigmática del misterio. El misterio nos envuelve desde el poema de la ceiba familiar, que abre el libro, hasta el cuento sobre la leptospirosis. Precisemos, sin embargo. Misterio de un lenguaje que nos da, mediante la sugerencia, múltiples sentidos. Es el misterio de un alma humana, compuesta también, como dijo el argentino Jorge Luis Borges, de «queridas memorias», que en este volumen se transforman en el bestiario del recuerdo, digo así para copiar uno de sus versos más conmovedores: «el bestiario enorme de las nubes».
En este libro, pues, está presente el niño en el hombre cuando evoca de lo vivido, las acciones de cada día, las pérdidas, las decepciones; en fin, las cosas de este mundo, como el vagabundo sentado en un parque, la comida china y el olor a bostas de caballos en la Plaza del Mercado, la crónica empozada de un año tan rico y disímil como 1968. Y todo revuelto «como una flor de mármol dentro del agua mustia», imagen que surge del imaginario existencial de Luis Lorente, el poeta que aquí, en este libro, ve un zoológico cuando mira al cielo.