Cuando un año se cierra y otro se abre, los seres humanos festejan por la vida e intentan mirar al futuro con esperanza. Así debiera ser en todas partes. Pero la realidad, triste, golpea en nuestros rostros con rudeza para despertar la rebeldía. Los frustradores de sueños son bien conocidos, pero nunca suficientemente condenados.
NO PERSONASEl alcalde de Nueva Orleans, Ray Naguin, se fue a principios de diciembre hasta la capital del imperio para denunciar que a casi un año y medio del desastre causado por el huracán Katrina en su ciudad, las personas siguen muriendo «por desesperación, por aflicción, por suicidio».
La población afroamericana se lleva la peor parte. El diario The Washington Post reflejaba en días recientes que funcionarios federales habían decidido demoler más de 4 500 apartamentos de propiedad estatal, lo que fue denunciado por residentes desplazados por el huracán como un intento de reducir las posibilidades de la población negra para repoblar la ciudad.
Para muchos, esta es una de las vías con el fin de reducir el predominio de la población negra en la histórica y turística ciudad. Antes del Katrina, el Buró del Censo reflejaba que un 67 por ciento de los habitantes de Nueva Orleans eran negros y un 28 por ciento, blancos. Hoy, según un estudio de la Autoridad para la Recuperación de Lousiana, el balance es de 47 por ciento de población negra y 43 por ciento blanca.
NO PAÍS«Ojalá pudiera huir a cualquier país del Tercer Mundo y trabajar como recolector de basura en vez de quedarme aquí y vivir como una rata asustada», dijo a la agencia IPS Adel Mohammed Aziz, un profesor de Bagdad. «Vivimos temiendo por nuestras vidas. La muerte nos acecha».
Tres mil ciudadanos abandonan Iraq cada 24 horas ante la falta de seguridad, la violencia y el caos que reinan en este país, tras la ocupación militar norteamericana en el 2003. La ONU calcula que al menos 2,3 millones de iraquíes abandonaron sus hogares por la violencia: 1,8 millones hacia otros países y el resto hacia lugares más seguros dentro de la propia nación árabe. Solamente hacia Siria pasan cada mes unos 40 000 iraquíes.
Las estadísticas reflejan que más de cinco millones de iraquíes viven bajo la línea de pobreza, el desempleo en el país supera el 60 por ciento de la población activa, el costo de los productos básicos creció en un 70 por ciento.
La apresurada ejecución, con tintes de venganza tribal, de Saddam Hussein ha empeorado la situación en el territorio iraquí. Algunos recuerdan que hace un año el presidente Bush afirmó que el 2006 sería un año próspero, democrático y unificado para Iraq.
NO MUNDOLos moscovitas andan azorados por la falta de nieve. Los champiñones florecen en las afueras de la ciudad. En Londres, el Servicio de Meteorología reporta récord de altas temperaturas en ese país para un período de 12 meses. En Suiza los árboles están retoñando y varios centros de esquí están inutilizados. En Estados Unidos, la prensa refleja preocupación por los osos polares que, ante la disminución acelerada de los témpanos glaciales, tienen que nadar largas distancias y mueren por cansancio. En Kenya, el brusco cambio climático ha propiciado la aparición de una epidemia conocida como Fiebre del Valle de Rift, que ya ha provocado más de una docena de muertes.
Un estudio divulgado el 25 de diciembre muestra que la Antártida, el continente glacial del sur del mundo, ha tenido una dramática reducción de su capa de ozono en los últimos 20 años y en el 2006 sufrió las mayores pérdidas anuales. En el Ártico, mientras tanto, las pérdidas son menores. El mundo sigue derrochando en el Norte y sufriendo en el Sur. Bush sigue volteando la cara ante la realidad del calentamiento global.
Las personas, los países, el mundo, necesitan esperanzas. En Washington la ven como una palabra prohibida para el resto del planeta. Pero eso no puede ser para siempre.