Gracias a la contrarrevolución cubana Miami ha devenido una ciudad alucinante, que según un diccionario de nuestra lengua también significa «una cosa que causa terror». Pero Miami no solo aterroriza sino que también ha causado el terror obra del terrorismo.
Por décadas Miami ha sido fuente del terrorismo y de terroristas contrarrevolucionarios. Aunque por sí sola la contrarrevolución cubana en Miami hubiese sido incapaz de lograrlo. Para ello ha sido preciso la constante colaboración de los servicios de inteligencia y contrainteligencia de Estados Unidos.
Aquí, como en un gran bazar de lo increíble, todo pasa y la gente sabe, si no todo, sí mucho de lo que pasa, y entonces cuando las autoridades o la prensa ponen al descubierto algunas de esas cosas, lo que sorprende no es lo que se pone en evidencia sino el por qué se ha decidido ponerlo en evidencia.
Recientemente se decidió el caso de los terroristas cubano americanos Santiago Álvarez y Osvaldo Mitat. Casualmente el 11 de septiembre pasado —a cinco años de los hechos terribles de aquel otro 11 de septiembre en Nueva York—, la Fiscalía federal anunció que había llegado a un acuerdo con Álvarez y con Mitat a los que se les había confiscado, hace año y pico, un arsenal de armas y explosivos, incluyendo armas con sus números de serie borrados, lanzagranadas y grandes cantidades de explosivos plásticos. Por este delito estos dos terroristas enfrentaban cargos que sumaban 50 años de cárcel cada uno.
El 14 de noviembre se dio a conocer que en vez de 50 años de cárcel el acuerdo ofrecido por la Fiscalía le permitiría cumplir solo cuatro años de cárcel a Álvarez y tres años a Mitat (menos el tiempo que llevan detenidos), quienes se declararon culpables de un solo cargo de conspiración. Ahorita los tenemos de nuevo en la calle volviendo a conspirar para cometer otros crímenes.
Como si eso fuera poco, al dictar el acuerdo, el juez de Distrito Federal, James Cohn, contestando a la afirmación de los abogados de la defensa de que sus clientes «eran patriotas y no delincuentes», dijo: «Este Tribunal reconoce que los propósitos y el objetivo fundamental del señor Álvarez y del señor Mitat siempre han sido una Cuba libre y democrática. Este Tribunal no cuestiona su motivación altruista. Sin embargo... somos una nación de Derecho».
O sea, el Tribunal entiende que utilizar el terrorismo contra el pueblo cubano, causar muerte y desolación en Cuba, es una motivación altruista, digna de respeto y elogio.
Mientras, en otra de las tantas pistas de este circo que es Miami, hace pocos meses un grupo de seis inmigrantes haitianos y un afroamericano, con gran fanfarria de la prensa local y nacional, incluyendo una intervención televisiva en directo del Fiscal General federal, fueron acusados de ser un grave peligro para la seguridad nacional por haber estado conspirando, instados por un agente del FBI, para supuestamente destruir el edificio Sears en Chicago.
A estos supuestos terroristas no se les encontró una sola arma ni hubo indicios de un plan en firme para lograr su supuesto objetivo. Pero, claro, estos no son considerados «terroristas buenos». De serlo, su motivación hubiese sido considerada digna de respeto y elogio, y no un peligro para la seguridad nacional...
Hace cinco años se enjuició arbitrariamente y se condenó a cadenas perpetuas y a otras largas condenas a nuestros Cinco compatriotas: Gerardo Hernández, Ramón Labañino, Antonio Guerrero, Fernando González y René González, acusados falsamente de cometer espionaje en contra de Estados Unidos, cuando todo el mundo sabe que los Cinco tenían la misión de infiltrar, aquí en Miami, las organizaciones terroristas de la extrema derecha cubanoamericana para así saber de sus planes y frustrarlos.
Pero, claro, esas son las organizaciones criminales de los «terroristas buenos», y como de manera precisa expresara el juez federal James Cohn, las motivaciones de estos terroristas son altruistas y, por lo tanto, dignas de respeto y elogio.
* Director de Areítodigital