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Atarle las manos a Trump y cerrar el paso a una guerra

Líderes políticos, movimientos sociales, la ONU y hasta congresistas estadounidenses alertan acerca de las nefastas consecuencias de una agresión militar a Venezuela, y se pronuncian contra ella

Autor:

Marina Menéndez Quintero

«Guerra avisada no mata soldados», dice un refrán que bien pudiera aplicarse ahora a la administración republicana de Estados Unidos para que escuche las múltiples voces que en el mundo se pronuncian contra la posibilidad de un ataque militar a Venezuela.

También pudiera entenderse como una advertencia de que, después de tantas amenazas, una agresión bélica directa no tomaría desprevenida a la nación bolivariana…

Pero la peligrosa situación provocada por Donald Trump —aparentemente marcada por sus oscilaciones y las presiones— viene acompañada por la particularidad, no siempre vista, de que hay voces de repudio y de alerta que empiezan a escucharse dentro de los propios Estados Unidos.

Los unos reclaman el cese del hostigamiento por respeto a la soberanía y a la legalidad internacional; los otros, porque estiman que una agresión militar a Venezuela se convertiría en un boomerang.

Esa es la posición de legisladores estadounidenses que por segunda ocasión tratan de atar las manos de Trump… o darle fuerzas para que se resista a quienes mal le aconsejan. Esta semana se presentó un proyecto para que se respete la Resolución de Poderes de Guerra de 1973, según la cual el Presidente no puede declarar una conflagración bélica sin pedir el consentimiento del Congreso, pues el legislativo es el único autorizado para hacerlo.

Tres demócratas y un republicano, Rand Paul, patrocinan este intento, que es el tercero con fines parecidos. Otra iniciativa para alcanzar un pronunciamiento contra una eventual intervención militar fue bloqueada ya en el Senado por la mayoría republicana, luego de que un proyecto anterior liderado por dos de los legisladores demócratas que auspician el más reciente, intentasen detener el descomunal despliegue naval que ha hundido 22 pequeñas embarcaciones en aguas caribeñas y del Pacífico y asesinado a más de 80 personas a bordo, al «entender» que eran narcotraficantes.

Supuestamente, la lucha contra el flagelo lo ampararía todo; pero el escándalo comienza a rodear esas acciones, detenidas en apariencia por unos días y reiniciadas este jueves, cuando el Comando Sur notificó desde su cuenta en X otro ataque «cinético» a una embarcación presuntamente cargada de drogas.

Las respuestas legales a ese infame «operativo» comienzan a tomar cuerpo. Familiares de un pescador colombiano asesinado en tales circunstancias -una de las víctimas de las llamadas ejecuciones extrajudiciales- han sido los primeros en presentar una denuncia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

Pero lo que está revolviéndolo todo es la develación de que dos sobrevivientes de una lancha bombardeada a finales de septiembre, fueron rematados cuando trataban de salvar sus vidas en alta mar. 

Ni los altos mandos a cargo ni el secretario de la Guerra, Pete Hegseth, quien se ha ufanado de esos bombardeos, asumen la responsabilidad de haber dado la orden de lo que en la jerga militar estadounidense llaman «segundo toque», con lo que la estrategia en marcha sigue dando muestras de una ilegitimidad que ellos mismos tácitamente, con tal actitud, reconocen.

Es en ese contexto que la comisión legislativa bipartidista integrada por tres congresistas demócratas y un republicano, presentó el miércoles la Resolución de Poderes de Guerra: una figura legal que pudiera persuadir a los reticentes y hacer que el proyecto navegue con mejor suerte en el Congreso.

El hecho de que un republicano la apoye puede significar que la estrategia aplicada por Trump para Latinoamérica y el Caribe está provocando fisuras dentro del propio partido en el gobierno, como lo aseveran estudios de opinión, aunque puntualmente el leitmotiv y la justificación para minar de marines y armas toda la región sean Venezuela y las falsas acusaciones que han querido vincular a su presidente, Nicolás Maduro Moros, con el narcotráfico.

Precisamente, el republicano Rand Paul ha sido enfático al explicar los perjuicios de ese eventual ataque que las altisonancias de Trump hacen sentir de modo inminente, al repetir que se dispone a ejecutar «operaciones terrestres» en busca de «narcotraficantes».

«El pueblo estadounidense no quiere verse arrastrado a una guerra interminable con Venezuela», señaló Paul, quien agregó que una misión considerada peligrosa para las fuerzas de su país sería contradictoria con la máxima de «Estados Unidos primero» con que Trump ganó la presidencia.

La resolución que los congresistas proponen puede ser vetada por Trump y necesitaría dos tercios de votos de ambas cámaras para superar el veto. Puede que no lo logren. Mas su presentación indica hasta dónde escalan las preocupaciones… y el descontento.

Los aranceles desenfrenados a los que, poco a poco, el mandatario ha tenido que ir dando marcha atrás, le costaron a su partido significativas derrotas en las elecciones de gobernadores y alcaldes del pasado 4 de noviembre, resultado en el que también influyó el largo cierre del gobierno por falta de acuerdo en cuanto al presupuesto.

Aunque, históricamente, los presidentes de EE. UU. han recurrido a las guerras para aumentar su popularidad en momentos críticos como este, una salida de esa naturaleza muy probablemente conduciría ahora a todo lo contrario. 

Encuestas realizadas a fines de noviembre y que han llenado de titulares muchos diarios del mundo, arrojan que el 70 por ciento de los estadounidenses se oponen a una guerra contra Venezuela.

Otros sondeos recientes citan que un 60 por ciento de la población desaprueba, en general, la gestión de Trump.

Una convocatoria de la coalición antibelicista estadounidense Answer (Act Now To Stop War And Racism) a manifestarse contra la posibilidad de una guerra contra Venezuela tuvo seguimiento este sábado en decenas de ciudades de más de 30 estados de la Unión, en Washington D.C. y en Hawaii, de Nueva York a California y desde Alaska hasta la Florida.

Al llamar a la participación, Answer recordó lo que llamó «las lecciones de Vietnam e Irak», que tan alto costo dejaron en los ciudadanos estadounidenses llamados a combatir. 

«En ambos casos, los halcones de la guerra inventaron pretextos. Prometieron victorias rápidas. Se equivocaron. Pero la idea de que Estados Unidos pueda llevar a cabo invasiones militares en el corazón de Latinoamérica sin una reacción masiva es descabellada», advirtió.

Según Answer, «Ya se han movilizado 15 000 tropas estadounidenses para rodear a Venezuela, junto con enormes activos navales, gastando más de mil millones de dólares de impuestos estadounidenses. ¡Pero aún no es tarde para actuar! Debemos detener esta guerra antes de que comience».

Señales con matices 

El dispositivo bélico que desde septiembre amenaza a Venezuela y bajo la narrativa del terrorismo intimida y pone en peligro a toda la región, se incrementó en las últimas semanas con la llegada del portaviones Gerald Ford, el mayor de la flota militar estadounidense y uno de los más poderosos del mundo, en tanto el jefe de la Casa Blanca, quien ya autorizó a la CIA para operaciones «descubiertas», reitera la advertencia de que se pondrán en marcha «incursiones terrestres» en persecución de supuestos narcotraficantes, lo que pudiera tomarse como «válido» para Venezuela o cualquier otro país.

De hecho, en su irrespetuoso enfrentamiento verbal con el Jefe de Estado colombiano, Gustavo Petro, ha llegado a sugerir una eventual medida de carácter bélico también contra Colombia, donde el enfrentamiento al narcotráfico es una batalla real en la que está enfrascado el gobierno del Pacto Histórico.

En el lapso que media desde el inicio de su operativo intervencionista e ilegal en septiembre, el Pentágono también se ha ocupado de enrolar a cuantas naciones cuyos ejecutivos ha podido presionar para aposentar a sus marines, lo que revela que la leyenda de enfrentar al narcotráfico es «una jugada» para volver a minar con sus militares a Latinoamérica y el Caribe, y mantenerla vigilada.

De otro lado, sin embargo, la disminución de los ataques a lanchas en alta mar, ostensible en los días recientes, sugería un break en esos operativos criminales, en tanto Trump daba cuenta de una conversación con Nicolás Maduro de la que no hubo muchos trascendidos, y que el Presidente venezolano calificó de «respetuosa y cordial». 

Sin embargo, el miércoles, el Comando Sur declaró en un comunicado en X que sus fuerzas llevaron a cabo un «ataque cinético letal» contra una embarcación en el océano Pacífico Oriental, y sin aportar pruebas, aseguró que el barco transportaba «narcóticos ilícitos».

Lo importante es que esos mínimos rayos de cordura y respeto a la legalidad de un Presidente que se jacta de haber resuelto varias guerras, pesen más que las fuerzas oscuras dentro de su administración.

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