Juventud Rebelde - Diario de la Juventud Cubana

El amigo que no se va

AMLO no solo ganó durante el último sexenio la mayor simpatía en su país, sino también que ha extendido su ideal de justicia a otras latitudes

Autor:

Raciel Guanche Ledesma

Tal vez desde Fidel y Chávez Nuestra América, la que catalogaba magistralmente Martí en su ensayo, la del Río Bravo hasta la Patagonia, no tenía un líder con la autoridad moral, las virtudes y el desenfado antioligárquico del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO).

Lúcido y previsor, un hombre de pueblo, comunicativo y sin temores a decir la verdad frente a todos, AMLO no solo ganó durante el último sexenio la mayor simpatía en su país, sino también que ha extendido su ideal de justicia a otras latitudes.

Estamos en presencia de un líder natural, de esos hijos que solo pare este continente cargado de luchas históricas, de desigualdades y diferendos colonialistas. AMLO es y seguirá siendo, aun cuando ya termine su mandato, estoy seguro, un capítulo abierto de esperanza y lecciones para nuestros pueblos, para la izquierda continental.

El luchador por los derechos fundamentales de los mexicanos desde sus inicios políticos en tierras tabasqueñas, quien fuera primero jefe de gobierno en la difícil capital, y luego tres veces candidato a la Presidencia, se convirtió con el tiempo junto al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en la figura encumbrada de los humildes (las mayorías).

Por eso, para los cubanos ha sido sencillo simpatizar con la digna estampa de AMLO. No se equivocó el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, cuando afirmó que «López Obrador será la persona de más autoridad moral y política de México (…), y no albergo la menor duda de que mucho más pronto de lo que él imagina, todo cambiará en México». Y así resultó en muy breve tiempo.

Su llegada al Palacio Nacional fue arrolladora en 2018 y, desde entonces, puso a ese hermano país a ocupar su verdadero lugar en América, dándose a respetar frente a los poderosos, sin complejos ni temores. Tampoco le ha temblado el pulso para criticar en reiteradas ocasiones la política más despiadada de bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba, ni para llamar ante los ojos del mundo a nuestro país como «la nueva Numancia por el ejemplo de resistencia».

Sin duda, AMLO ha sido un amigo sincero de la nación antillana, no solo de discursos y palabras, sobre todo, de acción y desvelo en los momentos más duros que hemos atravesado en los últimos años. «Nunca le daremos la espalda a Cuba, para que no queden dudas», fueron las palabras desenfadadas que utilizó durante una de sus Mañaneras, en respuesta a ciertos cuestionamientos y falsedades difundidas por la derecha sobre la ayuda de México a Cuba.

No es casual que la Orden José Martí, la distinción más alta que otorga Cuba, cuelgue espléndida desde 2022 en el pecho de este amigo. Admirador del Apóstol y de la histórica lucha que libramos, el presidente de la Cuarta Transformación nos prestigia con su lealtad a prueba de balas mediáticas, de críticas y señalamientos. De ahí que AMLO me recuerde en cierto punto a Chávez, a esa altura moral que habitó América de la mano de Fidel.

Para una muestra de su entrañable figura popular han quedado las imágenes recientes en el Zócalo. Con gritos de «No te vayas» o «Gracias por todo, AMLO», miles de mexicanos lo despidieron en la emblemática plaza. Ese nivel de gratitud solo lo obtienen los seres sinceros, los hombres que luchan por el bien y predican con el ejemplo. Solo lo logran los personajes que han cumplido cabalmente con la obra que tuvieron entre sus manos.

El legado queda ahora puesto como un chaleco digno en el pecho de la primera presidenta de México en 200 años de República: Claudia Sheinbaum. AMLO termina, como dijo, sin apego al poder. AMLO termina, pero no se va.

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