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La línea roja para Israel está en el horizonte

No perdamos de vista que desde la fundación del Estado de Israel en 1948, Washington le ha entregado unos 130 000 millones de dólares

Autor:

Juana Carrasco Martín

MARYAM Hassanein es explícita, trabajar para Biden «te convierte en cómplice del genocidio». La joven se desempeñaba, hasta este mes de julio que recién comienza, como asistente especial del Subsecretario de Gestión de Tierras y Minerales en el Departamento del Interior de Estados Unidos. Ella es parte de una docena de miembros de la administración que han hecho pública su dimisión en rechazo al sostén que la Casa Blanca le da al régimen de Benjamín Netanyahu y su guerra contra Palestina, ejecutada de manera feroz en Gaza y extendida con el empuje bárbaro de los colonos extremistas en la Cisjordania ocupada.

De hecho, se alinean con la mayoría de los ciudadanos estadounidenses que desaprueban la guerra de Israel contra Gaza. Son claras sus preocupaciones cuando en la misiva definen: «La cobertura diplomática de Estados Unidos y el flujo continuo de armas hacia Israel han asegurado nuestra innegable complicidad en los asesinatos y la hambruna forzada de una población palestina sitiada en Gaza», y «esto no solo es moralmente reprobable y constituye una clara violación del derecho internacional humanitario y de las leyes estadounidenses», sino que esa política «es un fracaso y una amenaza para la seguridad nacional» y la credibilidad de EE. UU. ha sido «profundamente socavada» en todo el mundo.

La declaración está firmada por cuatro exfuncionarios del Departamento de Estado, uno de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), tres del ejército estadounidense y cuatro miembros del personal político.

En octubre de 2023 renunció públicamente el primero, Josh Paul, quien dirigía la Oficina de Asuntos Político-Militares en el Departamento de Estado, y él estima que hay docenas más de empleados que se han ido, debido a la política de Biden sobre Israel.

En el transcurso de los nueve meses de la actual catástrofe se fueron uniendo otros funcionarios en este disenso de conciencia: Harrison Mann, Tariq Habash, Annelle Sheline, Hala Rharrit, Lily Greenberg Call (la primera judía en dimitir), Riley Livermore, Anna Del Castillo, Andrew Miller, Alex Smith y Stacy Gilbert. Maryam Hassanein es la más reciente.

Aunque, al parecer por motivaciones electorales, la Casa Blanca ha tratado de distanciarse del primer ministro Benjamín Netanyahu, la realidad ha sido que desde el comienzo de este bárbaro capítulo de la guerra contra Palestina, Washington ha enviado a Tel Aviv cerca de 250 cargamentos de armas, traducidos en decenas de miles de bombas que han sido utilizadas contra objetivos civiles. Reuters notificaba por fuentes no identificadas, que los suministros incluyen más de 27 000 municiones, bombas de diversa potencia, 10 000 de ellas de más de 2 000 libras. Antiwar.com hablaba del envío de 250 cargamentos, la mayoría no públicos.

No perdamos de vista que desde la fundación del Estado de Israel en 1948, Washington le ha entregado unos 130 000 millones de dólares, según cifras oficiales, cantidad que crece hasta 300 000 millones si se tiene en cuenta la inflación, acotaba swissinfo.ch el pasado abril, que aludía a un informe del Congreso de EE. UU. el cual señalaba que Israel es «el mayor receptor en términos acumulados» de ayuda exterior estadounidense «desde la Segunda Guerra Mundial». En este segundo milenio la ayuda ha sido casi exclusivamente militar y por valor de más de 3 500 millones de dólares anuales. 

El mes pasado, cuando sin hacer caso a las «advertencias» de Biden de que detendría el suministro de armas si atacaban Rafah, las tropas y los tanques de Israel entraron en la asediada ciudad sureña convertida en refugio para casi millón y medio de desplazados forzados de toda la Franja de Gaza, la Casa Blanca llegó a decir que Israel no había cruzado la línea roja…

Como dijo entonces Paul Josh en las redes sociales: «Estados Unidos no ha proporcionado protección, ha proporcionado armas; no ha aliviado el sufrimiento; ha permitido una hambruna; no ha resuelto la difícil situación de las personas perseguidas y desplazadas por la fuerza en Palestina; ha proporcionado la cobertura diplomática para que Israel continúe su persecución y los desplace repetidamente por la fuerza sin rendir cuentas ni justicia».

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