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Argentina y el FMI: parto difícil

El desembolso, el lunes, del tramo de 2 470 millones de dólares que le tocaba abonar —¡tan solo este mes!—,  ha librado otra vez a Buenos Aires del default

Autor:

Marina Menéndez Quintero

ARGENTINA puede respirar aliviada… Pero el aún nervioso relax solo le durará hasta diciembre, cuando debe pagar al FMI otra cuota con intereses del desproporcionado y multimillonario crédito con que la institución dejó amarrado de pies y manos al país en los tiempos de Mauricio Macri: 57 000 millones de dólares no se le había prestado antes a país alguno, y resultan un pesado fardo.

El desembolso, el lunes, del tramo de 2 470 millones de dólares que le tocaba abonar —¡tan solo este mes!—, ha librado otra vez a Buenos Aires del default: la cesación de pagos que implicaría el mortal cierre de todos los mercados.

No ha sido lo único. Se considera que la ajustada y amenazada economía nacional tendrá un poco más de oxígeno luego de las negociaciones sostenidas recientemente en Roma con el Fondo Monetario Internacional, y el pronunciamiento que finalmente, y como aspiraban en la Casa Rosada, formuló la Cumbre del G-20 en torno al asunto, al incluir en su declaración final una recomendación al FMI para que revise su política de sobrecargos —¡los intereses son terribles!— y sugerirle, además, la creación de un fondo para los países endeudados más vulnerables.

Algunos lo consideraron un pronunciamiento tibio. De cualquier modo, si se acomete el beneficio será para todos los países pobres bajo el peso de los débitos, cuya deuda total se calcula en una media del 207,1 por ciento del PIB. Entre ellos, Argentina ocupa el primer lugar por el volumen de sus adeudos.

Pero, mientras no fragüe la renegociación de su deuda con el FMI, para la nación conosureña seguirá siendo un desafío evitar el default sin fenecer a las presiones para que aplique las políticas de ajuste que ya una vez desangraron al país, sumiéndolo en el hueco negro de la más profunda crisis vista en la región a causa del endeudamiento externo.

Las negociaciones están resultando muy difíciles, porque la institución no ha aceptado las versiones de pago propuestas por el país.

En su programa de campaña Fernández dijo que no pagaría a costa de la gente y, hasta ahora, cumplió.

Ahora, sus renovadas preocupaciones ponen sobre el tapete uno de los asuntos más añejos y acuciantes para las llamadas naciones emergentes.

El propio Presidente argentino lo recordó al usar de la palabra, el fin de semana pasado, en la reunión del G-20.

«El actual sistema, que prioriza a la especulación sobre el desarrollo de los pueblos, debe cambiar. La deuda externa que mi Gobierno heredó con el FMI y que hoy estamos afrontando es un claro ejemplo de lo que está mal: única en la historia por su monto y por sus condiciones de repago, aprobada para favorecer a un Gobierno en la coyuntura, acaba condenando a generaciones que miran impávidas el destino que le ha sido impuesto», advirtió.

Viéndolo desde el punto de vista político y con cierto aire coyuntural, el asunto podría parecer más acuciante porque las legislativas están a las puertas, y en las primarias con vista a esa elección el Frente de Todos, en el poder, recibió, de algún modo, el disgusto por condiciones de vida impuestas también, de cierta manera, por el endeudamiento.

El problema, sin embargo, es más grave que una elección y perdurará tras los comicios.

«No hay inocentes en esa historia», dijo Fernández en alusión a los que solicitaron el macrocrédito y los funcionarios fondomonetaristas que lo concedieron.

Las causas están, realmente, en un desorden financiero y económico internacional que es lo más parecido a la depredación y la injusticia.

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