No hubo causa cubana que no tuviera en Jaramillo un firme defensor y un original divulgador Autor: Tomado de Internet Publicado: 09/08/2021 | 10:41 pm
Hace apenas unas horas recibí la noticia: Orlando Jaramillo ha muerto. Ya su bicicleta dejará de pedalear por las calles de Bogotá con una bandera cubana tan alta como la entereza de este hombre de 82 años que asumió la defensa de la Revolución como parte de su vida.
Conoció de la Isla y su proceso político por las ondas de Radio Habana Cuba, emisora que siguió escuchando hasta el final de sus días. Desde entonces, el compromiso de él y el de su viuda Lucía Valcárcel, con la Isla se acrecentó para siempre.
Como fundador del Movimiento Colombiano de Solidaridad con Cuba (MCSC), Orlandito, como muchos le decían, asumió cualquier tarea sin reparos, y su criterio certero y vibrante siempre fue escuchado. No tuvo el don de la palabra, pero tuvo el del argumento imbatible, blindado con su ejemplo personal.
No hubo causa cubana que no tuviera en Jaramillo un firme defensor y un original divulgador. Fue de los amigos que recibieron a Fidel cuando viajó a Cartagena en 1994. En los últimos años, la campaña por la libertad de los Cinco, la denuncia del bloqueo de EE.UU., la difusión de la solidaridad médica cubana y la recaudación de fondos para enviar jeringuillas a su segunda patria, fueron sus prioridades.
Con el nuevo siglo, decidió experimentar nuevos métodos para comunicar la realidad cubana. Siempre decía, con su proverbial sentido común, que había que encontrar formas amenas para explicar lo que pasaba en la Isla. Decidió entonces convertir su bicicleta en un medio de comunicación sin imaginar que de esa forma comenzaba a construir un mito y un símbolo.
Todos los domingos recorría con su bicicleta, convertida en una gran valla con información sobre Cuba y con la bandera de la estrella solitaria, más de 25 kilómetros por la ciudad de Bogotá hasta llegar a la plaza Bolívar, centro político de esa capital.
Allí Jaramillo repartía volantes, banderas u otros soportes relacionados con Cuba y también conversaba o discutía respetuosamente sobre la Isla con decenas de transeúntes. Nunca fue agredido ni insultado, porque su gesto valiente de levantar la voz de Cuba en el corazón de Bogotá resultó un hecho moral sin precedentes.
Aunque por la COVID-19 tuvo que detener los padales, los últimos dos años los dedicó a divulgar la proeza solidaria de la medicina cubana. Era del criterio de que el mundo tenía que conocer esa noble obra de la Revolución.
Indagó, investigó. Quería tener cada detalle de los lugares en el mundo a donde había llegado al menos un médico cubano. Recuerdo con cariño y nostalgia sus llamadas y largas charlas, preguntando, sugiriendo, aportando.
Con la información obtenida diseñó él mismo un mapamundi con una banderita cubana en cada país donde Cuba tuvo un médico. Imprimió en varios formatos ese mapa y comenzó a divulgarlo.
Un día llegó a la Embajada de Cuba sin avisar, como hacía algunas veces. Traía bajo sus ancianos brazos tres grandes pancartas con ese hermoso mapa, repleto de banderitas cubanas en todos los continentes. Me dijo, con ese respeto que lo definía: te traigo tres: uno para el ICAP, uno para el Partido y otro para la embajada. La tarea fue cumplida.
Jaramillo esquivó siempre los honores. Nunca los quiso. No obstante, la Medalla de la Amistad que otorga el Consejo de Estado de Cuba brilla en su pecho desde el 2008, como justo reconocimiento y agradecimiento a tanto amor por el pueblo cubano y su Revolución.
La Plaza Bolívar ya no tendrá aquella bicicleta llamativa, cargada de amor por Cuba. Ya Bogotá no verá a aquel anciano de fuerzas imbatibles pedalear más de 25 kilómetros con la verdad de Cuba a cuestas. Ya los eventos nacionales de solidaridad con Cuba en Colombia no verán a aquel ancianito poniendo banderas cubanas y del 26 de Julio en el estrado, repartiendo volantes, señalando errores, aportando ideas.
El MCSC ha perdido a un miembro excepcional, cuya fuerza arrolladora lo hacía parecer el más joven del Movimiento. Los cubanos perdemos a un leal compañero que nos profesaba un amor casi indescriptible. Nuestro embajador en Bogotá, José Luis Ponce, al conocer la noticia, resumió lo que todos pensamos sobre Orlando Jaramillo: “perdimos al amigo más genuino y original de Cuba en Colombia”.