Siete acuerdos fueron el resultado de la visita de Evo a Moscú. Autor: Reuters Publicado: 11/07/2019 | 09:54 pm
Los saldos del encuentro este jueves entre Vladimir Putin y Evo Morales son halagüeños para Bolivia, pero también para América Latina. Los siete acuerdos suscritos por los presidentes de Rusia y la nación andina no solo asegurarán que el país conosureño mantenga su economía a buen recaudo como lo ha estado hasta hoy, sino que ampliará la presencia rusa en la región y eso, creo, es conveniente para todos.
Siete acuerdos fueron el resultado contante y sonante de la visita de Evo a Moscú, sin incluir los encuentros sostenidos, por ejemplo, con universitarios. Entre los convenios descuella el respaldo que dará la potencia europea al desa-rrollo de la industria del litio —un recurso natural abundante en Bolivia y hasta ahora casi inexplotado—, y el proyecto aprobado para la instalación en ese país de un reactor a 4 000 metros sobre el nivel del mar, para el procesamiento de energía nuclear con fines pacíficos.
También son noticias importantes el interés ruso por importar productos agrícolas bolivianos incluyendo la carne de res, dijo Putin, y el incremento, en general, de la cooperación en el área energética, que es «el fuerte» de la economía boliviana.
Se trata de un aporte que se asentará sobre el resultado innegable de un PIB mantenido entre el cuatro y el cinco por ciento los últimos años, y que volverá a ubicar a Bolivia en la punta del crecimiento económico regional al término de este 2019 con otro cuatro por ciento, según ha estimado el FMI.
En un contexto de ciertas dificultades económicas en toda América Latina y escaso crecimiento, creo que el mérito del éxito boliviano no se debe agradecer solo al buen hacer «contable» del ejecutivo del MAS, sino también a las decisiones tomadas por Evo recién llegado al poder en 2006, la principal de ellas, la nacionalización de los hidrocarburos, su primera riqueza.
Los saldos no se han quedado encaramados en la macroeconomía porque fueron pensados en su repercusión en la ciudadanía, lo cual se ha cumplido. Para ello se redistribuyeron las riquezas y se fortaleció el mercado interno.
Vale la pena repasar algunos cambios; por ejemplo, la reducción de la pobreza, que bajó del 60 al 38 por ciento; el incremento de las reservas internacionales, y la casi desaparición del desempleo, que está en el cuatro por ciento. Ascendió notablemente el ingreso personal, y miles de ancianos y niños fueron beneficiados de inmediato por programas sociales. El indígena recuperó su valía como ser humano y habitante ancestral.
Tales resultados, y los que se alcanzarán en el área netamente económica con la incrementada cooperación rusa, resultan cartas inobjetables del MAS de cara a las elecciones presidenciales del 20 de octubre, fecha decidida recientemente por el Tribunal Supremo Electoral boliviano, y en las cuales su líder aspira a la reelección.
No habrá contendiente de derecha que pueda proponer al electorado un programa de gobierno mejor pensado y probado que el de Evo, habida cuenta de sus resultados. Tampoco puede hablarse de un precandidato de fuerza.
Sin embargo, no faltarán los traspiés y el juego sucio, que seguramente bregará con los remos en contra de la reelección y su inconstitucionalidad, a pesar de que la Corte Suprema reinterpretó el postulado de la Carta Magna que negaría la nueva postulación de Evo, y le dio visto bueno. Por demás, presentarse a las elecciones no quiere decir que Morales será, per se, mantenido en la presidencia…
Todo está en el entorno y otorga más relevancia a su visita a Moscú, cuyo buen desenvolvimiento puede apreciarse en el apretón de manos, con más afabilidad que protocolo, con el que sellaron su encuentro. La jornada rusa de Evo no solo tiene trascendencia económica, sino también política, y transcurrió con buen viento.