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El amor que le vi en sus ojos

Como una etapa muy triste y desastrosa califica la situación que vive Brasil, el joven Renato de Souza Lemos. Él, quien se formó en la Escuela Latinoamericana de Medicina, asegura que nada es comparable con el amor y humanismo que aprendió en Cuba

Autor:

Yuniel Labacena Romero

SAO PAULO, Brasil.— Con solo 21 años de edad el brasileño Renato de Souza Lemos se dispuso a vivir una muy «extraña» experiencia. Sabía que salir de su país, alejarse de su patria, de su cultura y su familia no era nada sencillo como parece, pero su padre no tenía condiciones financieras para pagar sus estudios, pues asumía los de su hermano mayor, quien estaba matriculado en la facultad de Ciencias Sociales por la fundación Santo André, del municipio de igual nombre, de donde ellos eran.

Entonces conoció de becas de estudio para los movimientos sociales destinados a los jóvenes brasileños en la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) en Cuba y decidió probar suerte en ese camino. «En ese momento tenía 19 años   y era militante del Partido Comunista de Brasil y de la Unión de la Juventud Socialista. Eran 60 becas por año. Al segundo   intento, y luego de las evaluaciones que se realizan, logré ir para Cuba.

«Ya en ese momento lo tomé como un desafío agradable pues conocía un poco de la historia de ustedes y pensé que lo que iba a suceder era algo muy curioso, diferente… imagina que nunca había salido de Brasil», cuenta a este diario el joven médico de familia y comunidad que logró convertirse en supervisor del Programa Más Médicos.

—¿Y qué sucedió cuando llegó a Cuba?

—Tuve muchas sorpresas. Vi una Isla hermosa, un pueblo muy caluroso. A pesar de las condiciones de infraestructura y de la falta de bienes de consumo, me adapté enseguida. En las primeras semanas recorrimos las calles y varios centros, de conjunto con nuestros orientadores y coordinadores de la ELAM.

«Mi tutora me explicó que este era un país libre, donde su gente tenía libertad para hacer las cosas. Eso me sorprendió mucho porque los grandes medios dicen que Cuba es una dictadura donde no se puede pensar ni hacer nada distinto a lo previsto, y que las personas son reprimidas.

«Luego tuvimos un período de adaptación que se llama premédico, durante el cual estudiamos en seis meses varias materias, y sobre todo, aprendimos el español. Todo estaba muy organizado en la ELAM: la seguridad, el transporte, la alimentación, el alojamiento, las actividades… y mira que, aproximadamente      1 500 alumnos llegaban ahí todos los años de más de un centenar de países».

—Luego de ese tiempo de adiestramiento comenzó de verdad la formación como médico…

—Pues sí, pero también en el premédico salimos a conocer los policlínicos y consultorios del médico y la enfermera de la familia para afincarnos en la profesión. A mí me tocó ir para La Habana Vieja y cuando llegué a la clínica vi a una doctora que atendía a todo tipo de paciente y nos recibió muy bien. Era algo inusual para mí.

«Ahí mismo decidí que iba a optar por la residencia en Medicina de Familia y Comunidad, como se conoce en Brasil. El amor que vi en los ojos de ella al ejercer su profesión, la capacidad que tenía de cuidar y atender a todos por igual, una médica general, integral…, con una capacidad inmensurable de resolver problemas; me conmovió mucho».

Con el humanismo cubano

En 2009 Renato regresó a Brasil, ya venía con una amplia formación no solo académica sino también humanista, y sobre todo, «emocionado por las escenas vividas allá, en especial la de la doctora que me inspiró a que optara por la residencia ya mencionada». Pero, expresa, que el camino no fue fácil, pues en Brasil el título obtenido no se registra automáticamente, y los médicos tienen que hacer la revalidación para ejercer, legalmente y de forma remunerada su profesión y optar por ciertos cargos de residencia.

«Es un examen muy fuerte —tanto teórico como práctico— que se hace en las universidades y por el cual hay que pagar. Hacías la matrícula, pagabas la inscripción y luego ibas a una provincia a hacer la prueba. Imagina que aquí en Brasil todo es muy lejos, tenías que venir de un día para otro y pagarte, además, los hoteles. Yo, casi sin plata, hice numerosos exámenes porque no me querían aceptar».

—¿Al final cómo lograste revalidar?

—En medio de esa situación conseguí hacer un concurso de especialización en Medicina de Familia y Comunidad para trabajar en el estado de Ceará, en el nordeste de Brasil. Así comencé a laborar en 2010. Y ya en 2011 logré la revalidación en la Universidad Federal de Mato Grosso. En este camino de revalidar existe una inseguridad muy fuerte y para quien no tiene posibilidades de hacerlo por falta de solvencia económica, es peor todavía.

«Con mi residencia médica me ubicaron en Gardenia Azul, un barrio en la parte occidental del municipio de Río de Janeiro. Después de estar ahí dos años, regresé a Sao Paulo, a la ciudad de San Bernardo Ocampo. Para suerte mía, trabajé con médicos cubanos, quienes fueron muy atentos con la población. Pasados cuatro años vine para la Unidad Básica de Salud (UBS) de São Mateus, una de las regiones más vulnerables de este estado, con gran índice de enfermedades infecciosas como tuberculosis y sífilis. En este lugar también trabajé con profesionales cubanos que integraban el Programa Más Médicos, y que tenían una gran formación.

«Aquí hay universidades que tienen diplomas que equivalen al 80 por ciento de Cuba, o sea, que la formación allá es de un nivel muy alto, equiparable con  Brasil, o quizá mejor, porque en la Isla se trabaja mucho más el humanismo, la solidaridad, el desinterés; existe una formación homogénea en el país, eso acá no existe. Hay universidades públicas muy buenas y privadas con muy bajo nivel.

«Los médicos graduados en Cuba que llegan aquí están muy preparados, pues se gradúan de la especialidad de Medicina General Integral, que es decir aquí Medicina de Familia y Comunidad.

«Eso es diferente a lo que va a pasar, pues hasta ahora solo un diez por ciento de los brasileños se han presentado para trabajar. A la UBS, ahora, van a llegar médicos casi sin formación, lo que puede significar mayor cantidad de pacientes remitidos a los especialistas, incremento del número de pruebas, así como de hospitalización. Se necesita tener una práctica para no poner en riesgo al paciente».

—¿Por las declaraciones del presidente electo Bolsonaro la salud va camino a la total privatización?

—Existen políticos como Bolsonaro que quieren una salud privada, porque cuando privatizas una empresa te sales de la responsabilidad de la gestión del Gobierno. Por eso la salud en una nación que quiera tener justicia social no puede ser privatizada. La actitud de Bolsonaro deja mucho que decir de lo que es como persona, o sea, un hombre que va a gobernar para pocos, va a gobernar a favor de la injusticia.

—¿Qué significa ser supervisor del Programa Más Médicos?

—Es muy gratificante, pues ese programa es una iniciativa que genera impacto positivo en la salud. Con él se logra brindar asistencia a la población que más lo necesita, los indígenas, los que viven en el Amazonas, en las favelas. Los cubanos tuvieron un papel imprescindible y sin ellos el Más Médicos no habría tenido tantos éxitos. Ahora, no hay gente con cualidades para ocupar las plazas que han quedado y brindar los cuidados que necesitan los ciudadanos.

«Estamos viviendo una etapa muy triste y desastrosa. Para que se entienda, los más de 8 000 médicos cubanos dejan un potencial de 30 millones de personas sin atención, número grande en  relación con la población de Brasil. Recordemos también que los médicos brindaban asistencia a más del 70 por ciento de las poblaciones indígenas. Aunque los medios digan lo contrario, ya tenemos muchos barrios sin médicos, está ocurriendo una catástrofe, un colapso de la salud pública. Ya no tendremos más al médico de familia».

—En medio de esta situación se celebró el Día de la Medicina Latinoamericana…

—Esta es una fecha muy importante, un día para que todos busquemos reflexiones profundas de qué salud queremos para nuestros pueblos, que como dice la Organización Mundial de la Salud, es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades, es decir, son derechos básicos, de condiciones de vida dignas como trabajo, estudio, acceso a servicios de salud gratuitos, con calidad, integrales, universales.

«Si hablamos de esos conceptos debemos acordarnos siempre de Cuba. También de Fidel y el Che que tanto hicieron por esta humanidad. Así que esta es una fecha para pensar en eso, para pensar y transformar las realidades que masacran, las realidades que hoy viven muchos países de Latinoamérica, como el mío».

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