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Velas en la oscuridad de la crisis

Para Macri y su ejecutivo lo que importa en Argentina no parecen ser las personas ni la crisis de la que él nunca comenta

Autor:

Marina Menéndez Quintero

La Argentina de Mauricio Macri se parece tanto a la de Carlos Saúl Menem que una mujer, ahora abuela, lamentó al ver a sus nietos en un comedor comunitario que ellos sufran lo mismo que sus hijos en los años de 1990 y principios de los 2000.

Sin embargo, los comedores y las ollas populares se extienden y son pedidos por quienes, como esa familia, no tienen lo suficiente para alimentar a su prole. Y puede que esas iniciativas no alcancen. Se afirmó ya hace meses que entonces estaban bajos de peso el 47 por ciento de los niños que acuden allí a comer... ¿Cuántos sumarán hoy?

En busca, otra vez, de la anunciada «eficiencia» macroeconómica, el ejecutivo de Cambiemos, que encabeza Macri, desanda el mismo trillo transitado por su lejano antecesor: cero políticas sociales, en tanto se incrementan los drásticos recortes.

La imagen debiera llevarse a algunos foros internacionales. En la recién concluida Cumbre de las Américas, por ejemplo, el Jefe de Estado argentino estuvo entre los presidentes que responsabilizó y acusó a Nicolás Maduro por la alegada «crisis humanitaria» que se adjudica a Venezuela, presa de las sanciones financieras que convierten en bloqueo las injustas medidas de presión decretadas por Donald Trump.

Sin embargo, para Macri y su ejecutivo lo que importa en Argentina no parecen ser las personas ni esa crisis de la que él nunca comenta, sino «meter en cintura» una economía que, por el contrario, con este giro en reversa luce como que se desordena.

Aunque el déficit fiscal habría bajado según el FMI —a cuyo redil ha vuelto el país después que el fallecido Néstor Kirchner soltara las amarras, con la renegociación de la deuda externa a inicios de los 2000—, lo que engrosa la economía argentina merced al ajuste se está yendo en intereses para pagar los nuevos débitos contraídos con el mismo fin: pagar a los acreedores. Como una noria.

Y tal desempeño se va a incrementar, porque en Buenos Aires siguen recibiendo directrices, como se vio durante la segunda cita de ministros de Finanzas del G-20 en Washington, este fin de semana, en el marco de las llamadas reuniones de primavera del FMI y el Banco Mundial junto a especialistas, empresarios y políticos.

Allí, el Fondo —reflejó el diario web El Cronista—  habría dejado ver su admiración por el quehacer macrista, pero conminando a ese ejecutivo a apretar más en el recorte de lo que aquellos denominan «subsidios» a la energía y el gas. Bajas en los alegados subsidios que se traduce en alza de las tarifas que el organismo aplaudió, porque los tijeretazos se han acelerado y «tomará solo seis meses o un año llevarlos (los subsidios) a cero».

Para que ellos y el mundo lo sepan, y el Gobierno decida parar, se manifestaron el jueves miles de personas en la capital y otras ciudades, tras una convocatoria unitaria de las dos principales centrales sindicales —la CTG y la CTA autónoma.

Y, para que no quedaran dudas, los manifestantes salieron a las calles iluminándose con una vela: ellos no pueden pagar ya la electricidad.

Según el centro de estudios Cifra-CTA, señaló el rotativo Página 12, el costo de los recibos de luz y gas se ha multiplicado siete veces desde la llegada de Macri a la Casa Rosada, de modo que pagarlos hoy representa el 14,5 del total de los sueldos.

Antes, sin embargo, con el mandato de la perseguida y vilipendiada por Macri, Cristina Fernández, pagar la luz era solo el 2,7 por ciento del total del dinero devengado por los trabajadores.

Y el periodista ofrece aún otros elementos cuando afirma que en la parte metropolitana de Buenos Aires, las alzas en ese servicio han sido de entre 800 y 2 300 por ciento.

Las velas de los manifestantes pueden alumbrar la penumbra de los hogares, pero no alcanzan a contrarrestar la oscuridad de una crisis muy humanitaria y muy argentina, provocada por la vieja y recurrente ola neoliberal.

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