El Gobierno de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (FARC-EP) iniciaron este miércoles en La Habana la fase crucial del proceso de paz con el reto de dar el impulso definitivo a las negociaciones.
Aunque la tarea se torna ardua ante la complejidad de los temas aún pendientes —dejación de las armas y refrendación de lo pactado—, ambas partes se han mostrado dispuestas a ponerle fin a más de medio siglo de conflicto armado interno.
La parte gubernamental apuntó el lunes último que se sentarían a la mesa de manera ininterrumpida para avanzar al máximo y tratar de cerrar un acuerdo en el plazo concertado junto al presidente Juan Manuel Santos para el 23 de marzo próximo, pero la guerrilla habló de una firma de la paz para «fines de 2016».
El jefe del grupo insurgente, Iván Márquez, mostró su «certeza de que al final de este 2016, los colombianos podremos contar con un protocolo de paz», no obstante el «compromiso y decisión política de continuar avanzando con todo nuestro empeño hacia la firma de un acuerdo final» para luego dar paso al complejo proceso de implementar todo lo pactado, aspecto en el que aún no se vislumbra un consenso.
La insurgencia se ha opuesto en más de una ocasión a iniciativas gubernamentales para la refrendación del acuerdo —entre ellas la realización de un plebiscito que ya fue aprobado por el Congreso de Colombia— porque, reiteraron, este debe gozar del más amplio respaldo del pueblo colombiano.
Las FARC-EP calificaron este como «un momento decisivo del proceso» en el que debemos trabajar para que «todo lo convenido no quede solamente en el papel a la manera de un catálogo de promesas y de buenas intenciones».
La mesa de diálogo —iniciada en diciembre de 2012 en la capital cubana— se reanudó luego de superar otro escollo generado por las partes y que fue resuelto, tras varios días de crisis, mediante la mediación de Cuba y Noruega, países garantes del proceso de paz.