Sin unidad la Revolución no hubiera celebrado, con el entusiasmo de la víspera, el primer aniversario del Gobierno encabezado por Maduro. Autor: Yaimí Ravelo Publicado: 21/09/2017 | 05:47 pm
CARACAS.— Todas las personas sensatas lo reconocen en la calle: el Gobierno encabezado por Nicolás Maduro ha afrontado, después de un año exacto de gestión, la etapa más complicada de la Revolución Bolivariana.
Sin Chávez físicamente, con obstáculos enormes en el campo económico que incluyen una alta inflación, con un sector opositor montado en el plan de la violencia, el sabotaje, la muerte, y una desenfrenada campaña mediática que tiene repercusión en el pensar de los ciudadanos, la Dirección del proceso revolucionario venezolano ha tenido que timonear la nave del país durante los primeros 12 meses posteriores a la victoria electoral de abril de 2013.
Esas dificultades, empero, no se han convertido en aguijones que provoquen la combustión popular y el estallido social, como ha planificado alevosamente el liderazgo de la derecha para echar abajo el proyecto de Venezuela.
«El Presidente comenzó el más duro de los caminos hace un año y va muy bien. Eso le duele a la derecha golpista», escribió hace unas horas en su cuenta de Twitter la ministra para la Comunicación e Información, Delcy Rodríguez.
En esas palabras se resume la victoria que significa este período de Gobierno, en el que el Jefe de Estado y su equipo de trabajo han conseguido estimular la conciencia (no general, pero sí de grandes mayorías) y mantener la unidad entre las fuerzas bolivarianas, como pidió Chávez el 8 de diciembre de 2012 en su histórica proclama.
Si no hubiesen existido cohesión y conciencia, difícilmente hubiera sido posible el gigantesco acto de este martes en Miraflores, en el que miles vitorearon con entusiasmo al Presidente en la celebración del primer año de la victoria electoral. Sin esos dos condimentos, la Revolución tampoco hubiera podido sobrevivir en el escenario descrito al principio, el cual incluye muchas veces largas colas para adquirir alimentos, una de las hipotéticas «verdades» que busca explotar políticamente la oposición que de modo hipócrita dirige la guerra económica.
«Es que ellos (los dirigentes opositores) son muy sucios, no dejan a Maduro gobernar en paz. Y no son patriotas», comentaba con espontaneidad la semana pasada, mientras hacía una de esas colas, un venezolano no precisamente simpatizante con el Gobierno. Esa indecencia política de la cúpula de derecha, aunque aplaudida por grupos no despreciables, es percibida y analizada como tal por millones, pese al desequilibrio informativo de los medios.
También fueron millones los que aplaudieron —más allá de ideologías— el Gobierno de Eficiencia en la Calle (comenzó el 25 de abril de 2013), una modalidad impulsada por Maduro que en los cien primeros días de mandato convocó en asambleas populares a millones de venezolanos y aprobó cuantiosas sumas de dinero para beneficio de las comunidades.
Las grandes mayorías elogiaron también las siete nuevas misiones aprobadas por el Presidente y su proverbial insistencia en convocar al diálogo antes y después de las guarimbas iniciadas el 12 de febrero. Ese llamado reiterado a la plática condujo a los «acorbatados» líderes opositores a una reunión en Miraflores en diciembre, a un segundo encuentro la semana anterior y a las conversaciones de anoche, encabezadas por el vicepresidente ejecutivo, Jorge Arreaza.
La víspera, en el acto para celebrar ese primer año de Gobierno, el propio mandatario se refería a esas realidades y alertaba que el camino estará colmado de nuevas dificultades. Pero, a la vez, expresaba su optimismo, la confianza en el pueblo y su convicción de que el pensamiento y la obra del Gigante siguen vivos en la gente. La vida dirá y en el próximo abril vendrá el recuento.