Cumbre fundacional en Caracas, 3 de diciembre de 2011. Autor: Prensa Presidencial Publicado: 21/09/2017 | 05:44 pm
“Es la hora del recuento,
y de la marcha unida, y hemos
de andar en cuadro apretado,
como la plata en las raíces de los
Andes”
José Martí
Para llegar a La Habana y ocupar un lugar en la mesa de diálogo y concertación, los 33 países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac), han debido acercarse por fin al sueño de los Libertadores. Pensar en América Latina y el Caribe como la Patria Grande coloca al continente en una perspectiva prometedora en aras de lograr avanzar más allá de diferencias, en un proyecto de unidad, beneficioso para la región.
No es casualidad que en la II Cumbre del bloque regional, surgido como una necesidad impostergable de los procesos vividos en las últimas décadas, los países miembros se concentren en analizar fórmulas para luchar contra la pobreza, el hambre y las desigualdades.
Disminuir los altos índices de pobreza que aquejan a una comunidad con más de 600 millones de habitantes, supone una prioridad en medio de un contexto que impone retos mayores. Resolver la paradoja de ser la tercera economía mundial y a la vez la región con más desigualdades, tiene que ser objetivo superado en un futuro no tan lejano, pero solo posible desde la unidad y con soluciones atemperadas a las necesidades de cada país.
Aunque las miradas que estarán pendientes de lo que ocurra en La Habana, no serán precisamente las de los 164 millones de latinoamericanos y caribeños que viven en la pobreza —estarán ocupados en sobrevivir—, lo cierto es que a ellos estarán encaminados los esfuerzos de la cita.
Hay mucho en juego, no solo por los propósitos y necesidades concretas de los países miembros de la Celac, sino porque lo logrado hasta aquí no ha sido poca cosa. Hace unos años era el caos regional, mientras parecía imposible detener el avance y consolidación del engendro de sometimiento que Estados Unidos le intentaba imponer a Latinoamérica: la Alianza de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Y aunque es la Celac un mecanismo plenamente latinoamericano sin Estados Unidos y Canadá, los peligros no terminan.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, recientemente alertó sobre intrigas que pretendían desestabilizar la reunión de La Habana.
De cualquier forma, de lo que nadie puede dudar es de la importancia estratégica y decisiva de la Celac para que América Latina y el Caribe cambien, se diversifiquen, avancen, consoliden su unión... Se trata de una oportunidad para todos sus ciudadanos de vivir no como espectadores de su tiempo, sino como protagonistas de una era en la que el continente está llamado a emerger y resolver con sus potencialidades, y sin tutelajes externos, los problemas que lo aquejan.
Resultado de una historia
Como un alumbramiento natural, producto de la historia misma de la región y de la evolución de las contradicciones económicas, políticas y sociales que a escala global caracterizan al siglo XXI, la Celac se convierte en una instancia de concertación política que afianza la posición internacional de la región. Asimismo, promueve los intereses latinoamericanos y caribeños frente a los nuevos temas de la agenda internacional.
Llegar aquí no fue camino fácil. Uno de los primeros y más trascendentales antecedentes fue la llegada de Hugo Chávez al poder. Con él al frente del cambio en la Venezuela de Bolívar y con el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, desde la cima de América ya se podía soñar en grande.
Cuando se suma Rafael Correa dándole rienda suelta a su Revolución Ciudadana en Ecuador; Evo Morales es elegido al frente de Bolivia convirtiéndose así en el primer presidente indígena en el país, y emerge el Alba como ejemplo de integración beneficiosa, ya las condiciones estaban creadas para dar el primer paso.
Intereses comunes y objetivos esenciales basados en la preservación de la democracia, la vigencia de las instituciones y el Estado de Derecho, el compromiso con el respeto y la plena vigencia de los derechos humanos para todos, han marcado a la Celac desde sus inicios.
El mecanismo de concertación se centra en intensificar el diálogo político entre los 33 Estados y, con una agenda integrada y voz propia, representa a la región en reuniones y conferencias de alcance global, así como intercambia con otras organizaciones continentales.
En definitiva, la Celac es un mecanismo que apuesta por un mayor grado de concertación política frente a los desafíos que impone el escenario actual de profunda crisis económica. Fomenta la paz, la estabilidad y el derecho de todo Estado a construir su propio sistema político, libre de amenazas, agresiones y medidas coercitivas unilaterales, desde una perspectiva coordinada en el concierto de las Naciones Unidas.
¡Basta!
En ese contexto fue decisivo el descrédito de Estados Unidos en el área, en especial durante el Gobierno del presidente George W. Bush, quien en su cruzada contra el terrorismo hundió a su país en una crisis económica y política de la que aún no se recupera. Sobre todo, fue esencial el fracaso total del Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA), iniciativa de Washington, a la que mandatarios latinoamericanos liderados por Néstor Kirchner, presidente de Argentina, y el venezolano Hugo Chávez, dieron, en 2005 en Mar del Plata, el tiro de gracia, y empujaron a su definitiva tumba.
En un documento guardado para la historia quedó registrado que las negociaciones para crear al ALCA debían ser suspendidas «inmediata y definitivamente», lo que significó una sonada derrota política para quienes estaban acostumbrados a tratar a América Latina como su patio trasero.
El 2008 fue otro año importante en las aspiraciones latinoamericanas de integración: en mayo de ese año se funda la Unión Suramericana de Naciones (Unasur). Este espacio de discusión política multilateral fue otro de los peldaños superados en el ascenso a una organización más completa como la Celac.
De la Riviera Maya a la tierra de Bolívar
Otro poderoso impulso fue la Cumbre de Jefes de Estado del Mercado Común del Sur (Mercosur) y Estados Asociados, que tuvo lugar en Costa do Sauípe, San Salvador de Bahía, Brasil, en 2008, convocada por el entonces presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, fiel promotor de la integración regional.
En ese momento los 33 países acordaron trabajar en la creación de una organización propia de América Latina y el Caribe, sin la presencia de Estados Unidos y Canadá. Cuba, país invitado a esta magna reunión, se incorporó en esa ocasión al Grupo de Río.
México fue una parada trascendental; allí en la Rivera Maya los países acuerdan construir un espacio común con el propósito de profundizar la integración política, económica, social y cultural de nuestra región y establecer compromisos efectivos de acción conjunta para la promoción del desarrollo sostenible de América Latina y el Caribe.
En esa ocasión, el Presidente cubano Raúl Castro resaltó la relevancia del momento: «La decisión que acabamos de adoptar de crear la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños es de trascendencia histórica. Cuba considera que están dadas las condiciones para avanzar con rapidez hacia la constitución de una organización regional puramente latinoamericana y caribeña, que integre y represente a las 33 naciones independientes de la América Latina y el Caribe».
Más adelante acotó: «La celebración en Caracas de la próxima Cumbre en el año 2011, sería el momento propicio para concluir los trabajos preparatorios de la nueva organización y ponerla en marcha. En ese sentido, consideramos conveniente realizar esfuerzos para definir con prontitud sus estatutos y formas de operación, de manera tal que en ellos se recojan los intereses colectivos hacia una mayor integración y unidad de nuestra región. Corresponderá a Venezuela presidir los trabajos preparatorios, incluida la elaboración de los documentos».
Por su parte, el mandatario Luiz Inácio Lula Da Silva expresó que la Cumbre de la Riviera Maya fue un punto culminante y valedero a 200 años de la independencia de América Latina.
De Caracas a La Habana
A la capital de Venezuela llegan Latinoamérica y el Caribe para marcar la hora fundacional. En diciembre de 2011, si bien ya se tenían evidencias de la agresividad de la enfermedad que aquejaba a Hugo Chávez, el mandatario venezolano brilló como anfitrión de la Cumbre y también dejó la Celac como parte de su legado.
La Declaración de Caracas estableció un compromiso con la integración mediante el diálogo y la concertación y dejó claro que la nueva instancia se convertía en la más alta expresión de voluntad de nuestros pueblos de unidad en la diversidad.
En la cita se adoptaron una veintena de documentos, entre los que sobresalen la Declaración de Caracas y el Plan de Acción, así como los estatutos del funcionamiento de la naciente agrupación.
En ese contexto, la Celac se plantea desde los inicios la necesidad de cooperación y la implementación de políticas para la reducción de las desigualdades sociales internas. El documento base hizo énfasis en la importancia de que se reivindique el derecho a la existencia, preservación y convivencia de todas las culturas, razas y etnias que la integran, así como el carácter multicultural de nuestros pueblos.
Poco más de un año después, en enero de 2013, Santiago de Chile acogió la I Cumbe de la Celac. Importantes acuerdos y comunicados especiales dieron cuenta entonces del nuevo paso de avance en el camino trazado hacia la erradicación de la pobreza, el cuidado del medio ambiente y la generación mancomunada de resguardo ante la crisis mundial.
Entonces Chile le entregó a Cuba la presidencia pro témpore de la Celac —cargo que ha desempeñado durante 2013— y se incorporó a la troika a Costa Rica, pues asumirá el puesto en este 2014. Se decidió, además, la incorporación a la dirección del mecanismo de la nación caribeña que ocupara la presidencia temporal de la Comunidad de Estados del Caribe (Caricom), y que en esa ocasión le correspondía a Haití.
Al tomar posesión del cargo para el mandato que ahora termina, el Presidente Raúl Castro expresó: «(…) lo asumimos con el compromiso de trabajar a favor de la paz, la justicia, el desarrollo y el entendimiento entre todos nuestros pueblos».
Los Estados miembros condenaron toda forma de terrorismo y demandaron el fin del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto a Cuba por Estados Unidos desde hace más de medio siglo. Asimismo, el mecanismo aprobó la cooperación con la hermana Haití y apoyó a Argentina en su lucha por la recuperación de las Islas Malvinas.
En La Habana, la Celac se propone dar continuidad y profundizar aún más lo conseguido hasta hoy. Con las guías fundacionales, sin la presencia de Hugo Chávez, pero con la certeza absoluta de que la unidad es la única fórmula del éxito. Buscar coincidencias, coordinar esfuerzos y ganar en confianza mutua serán los retos del nuevo paradigma latinoamericano, calificado por el Comandante en Jefe Fidel Castro como el suceso más importante de la región en el siglo que transcurre.
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