La representación de las misiones cubanas fue encabezada por Roberto López, miembro del Comité Central y jefe de la Oficina de Atención a las Misiones. Autor: José M. Correa Publicado: 21/09/2017 | 05:31 pm
CARACAS.— De la Alcabala 3 de Fuerte Tiuna a la Academia Militar, debe haber alrededor de dos kilómetros y medio. Quinientos metros después de traspasar el punto de control, estaba el final de una de las tres o cuatro filas de personas distribuidas, según los accesos, por la inmensa ciudad militar, a la que minuto tras minuto llegaba más y más gente.
Según algunos medios, las colas, de conjunto, sumaban unos diez kilómetros de largo. Cientos de miles de venezolanos de todas partes del país acudían este jueves a rendirle tributo al líder de la Revolución Bolivariana.
Hasta el mediodía, contando la marcha fúnebre del miércoles, desde el hospital Dr. Carlos Arvelo a la Academia Militar, y las visitas a la capilla ardiente, más de dos millones de personas habían obsequiado postrer homenaje al héroe americano, informó el Gobierno.
Unos 150 trabajadores de la salud cubana y de otras misiones sociales creadas por el Presidente Chávez, también lo hicieron. Fueron en representación de sus compañeros desplegados por toda la geografía de esta nación.
Mayormente eran miembros de la Misión Médica, doctores y doctoras con sus emblemáticas batas blancas, que ya son un símbolo en Venezuela. La fila de los colaboradores marchaba en paralelo a la cola, del otro lado de la calle, hacia un punto de encuentro con organizadores de las honras fúnebres.
Literariamente es indescriptible lo que pasó a lo largo de esos dos kilómetros. No hay palabra escrita para hacerlo. O al menos yo no dispongo de ellas. Me dieron envidia los colegas de la televisión. Solo imágenes y sonidos podían recoger en toda su magnitud la excepcionalidad del momento.
Desde el final de la cola de dos kilómetros hasta su comienzo, ya en las cercanías de la capilla, donde estaban a punto de entrar quienes la noche anterior habían dormitado en la fila, los venezolanos aplaudían, daban vivas a Cuba, a Fidel, a Raúl, a Chávez, a la hermandad de las dos Revoluciones.
Ni un minuto cesaron los aplausos ni los vítores. Incluso, se salían de la cola —a expensas de perder su lugar— para ir a abrazar a los cubanos.
Cuando la delegación de médicos y otros cooperantes logró entrar al centro de la plaza, se hizo un silencio; luego un estruendo desde todas las filas. Retumbar de agradecimiento.
Entonces me dije: «¡Coño, la verdad que es grande lo que ha hecho mi país!» Lo pensé sin altanería, pero con gozo. Fue tan fuerte el impacto, que creo que los misioneros, más que sobrecogidos, se sintieron sumamente humildes... Como debe ser.
«¡Ay, por Dios, qué pena!», oí decir a una doctora. Porque sí, así somos nosotros: gente sencilla. Bullanguera, gritona, que nos hacemos notar por nuestras maneras, desenfado y amplitud de gestos; pero al final somos eso: gente modesta.
Roberto López Hernández, miembro del Comité Central del Partido y jefe de la Oficina de Atención a las Misiones, fue abordado por la prensa de inmediato; medios comunitarios, cadenas públicas y Telesur le solicitaban comentarios.
Y los fotorreporteros de los medios privados antichavistas y las agencias internacionales no dejaban de tirar fotos situados en la misma tarima en la que, desde antier, mis colegas y yo hemos también trabajado. Aunque hoy estábamos abajo, al lado de los nuestros, haciendo la labor, pero siendo parte, como nunca, de lo que somos: Cuba toda. Era un pedazo del Caimán fundido en la enormidad del pueblo bolivariano.
¿Dónde está Camilo?
Yoany Portieles Carmona es licenciado en Imagenología. Hace cuatro meses que está de nuevo en Venezuela. Es su segunda misión. La primera fue entre 2005 y 2009, cuando trabajó como especialista en el Centro Médico de Diagnóstico Integral (CDI) de Fuerte Tiuna.
Una noche de 2008 Chávez visitó el CDI y fue directo hasta su departamento. Atendía a un paciente y le preguntó cómo estaba. «Yo me había dejado la barba», recuerda Yoany.
«Él se me quedó mirando y me dijo: “¿Sabes?, me recuerdas a Camilo Cienfuegos”». Hablaron un rato, con desenfado, como era su costumbre, y se marchó tras un gran apretón de manos.
Días después, el líder bolivariano repetiría su visita. Tan pronto llegó, preguntó: «¿Y dónde está Camilo?». Lo volvió a saludar, a mirarle la barba, y entonces le dijo: «¡Oye, tú no habrás sido de los jugadores que Fidel me disfrazó para tratar de ganarme un juego de pelota!».
Tocando en la puerta
En agosto de 2010, el doctor Yuniel Abreu Hernández fue seleccionado para cumplir una estadía de 21 días en el puesto médico en la aún en construcción Ciudad Caribia, una urbanización en los picos de las montañas cercanas a Caracas, que se estaba levantando —y aún se sigue construyendo, aunque ya viven en ella unas 7 000 personas— con colaboración cubana.
Esa noche, Yuniel no estaba de guardia. Descansaba en su habitación, en ropa ligera. De repente tocan firme en su puerta. «Alguien preguntaba dónde estaban los médicos cubanos; cuando abro, ¡tremenda sorpresa!, era Chávez.
«Me puse nervioso. Entró, solo, sin ninguna escolta, se sentó y comenzó a hablar. Le dije que estaba haciendo un período de servicio, que trabajaba en los cerros. Me preguntó por Fidel; por cómo me trataban en los cerros; que qué creía de la gente en los cerros. Poco a poco se me fue pasando el nerviosismo y le comentaba y respondía a gusto.
«Luego recorrió la construcción, conversó con los trabajadores, analizó el problema de la vivienda en Venezuela... Meses después, cuando inauguró la Gran Misión Vivienda Venezuela, comprendí que aquella visita era parte de su plan para dotar con viviendas dignas al pueblo venezolano.
«Al despedirse de mí, al parecer pensando en las respuestas que le había dado a sus preguntas, me dijo: “Si algún día decides dejar la Medicina, puedes dedicarte a la política”».