Uno de los miembros del ELS, en Idlib. Autor: Getty Images Publicado: 21/09/2017 | 05:18 pm
Secuestros, torturas, ejecuciones sumarias…La lista de atrocidades que cometen a diario las bandas opositoras armadas en Siria es bastante larga. Pero sobre eso, los consorcios mediáticos árabes y los organismos internacionales que se dicen defensores de los derechos humanos, no mencionan una palabra.
Aunque el Gobierno sirio lleva meses denunciando la acción de estos paramilitares que, vendidos a intereses extranjeros, siembran la inestabilidad y el caos, las principales potencias se niegan a reconocer el efecto mortífero de estos grupos. Al contrario, buscan espacios para concederles legitimidad y recabar el apoyo diplomático y financiero que necesitan para derrocar al presidente Bashar al-Assad.
El propio informe de los observadores de la Liga Árabe, engavetado por mucho tiempo, reconoció que el Gobierno de Damasco estaba enfrentando una insurrección armada. Incluso, los veedores del organismo regional fueron testigos del bombardeo a un autobús, en el que murieron ocho personas y resultaron heridos otros tantos, entre ellos mujeres y niños.
El próximo 1ro. de abril, la ciudad turca de Estambul acogerá la segunda conferencia de quienes se autotitulan «amigos de Siria» con el objetivo de evaluar estrategias para la desestabilización, como hicieron en el primero de estos encuentros, celebrado en Túnez, cuando algunos pidieron armar a los grupos opositores, pero no se llegó a un consenso en este sentido.
Sin embargo, ello no significa que países de la región no estén inyectándole pertrechos bélicos y tecnología de comunicación al Ejército Libre Sirio (ELS), una banda armada con cuartel general en Turquía, que en octubre de 2011 acogía bajo su sombrilla a más de 20 milicias que operan en diversos puntos del territorio sirio. Con esas armas, que llegan a Siria a través de sus porosas fronteras, están masacrando a agentes de la seguridad y a la población civil.
Recientemente, la organización estadounidense de defensa de los derechos humanos Human Rights Watch (HRW) reconoció las tácticas brutales que aplican las bandas armadas opositoras contra miembros del Ejército y el pueblo sirio.
Pero al mismo tiempo que admitía esta gran verdad, le quitaba responsabilidad a las agrupaciones opositoras, dejando entrever que no eran responsables de los crímenes, que según el texto, son perpetrados fundamentalmente por milicias que no responden a ninguna estructura de mando ni siguen las órdenes del Consejo Nacional Sirio (CNS), o de su brazo armado, el ELS.
En una carta abierta al coronel Riad al-Assad, comandante del ELS, y a Burhan Ghalioun, cabecilla del CNS, HRW ofrece algunos ejemplos muy representativos de la crueldad y la falta de humanidad con que los grupos paramilitares tratan a quienes hacen prisioneros, violando normas del derecho internacional humanitario.
El reporte menciona unos 25 videos en YouTube en los cuales miembros de las fuerzas sirias de seguridad o sus presuntos partidarios «confiesan» haber «cometido crímenes» luego de ser golpeados y torturados. Pero la propia HRW admite que las declaraciones fueron hechas «bajo coacción». Al menos 18 de estos materiales muestran a los detenidos con moretones, sangrando, u otras huellas de abuso físico.
En uno de los videos, con el emblema de la brigada Khalid Bin Al Walid —una de las más activas y con mayor vínculo con el ELS—, se muestra a una persona no identificada descrita como miembro de la shabeeha (milicia pro-gubernamental), atada y con la cara magullada. Después del interrogatorio, niega las acusaciones que le imputan y el interrogador le dice al camarógrafo que deje de filmar, al tiempo que se dirige a alguien fuera de cámara ordenándole que le trajera la «máquina de electricidad».
Samih, otro activista que dijo haber trabajado estrechamente con el ELS en Saraqeb, contó sobre el batallón Al-Nur, un grupo salafista dedicado al secuestro para pedir rescates.
Sin embargo, el informe de HRW no se refiere en ningún momento a los atentados suicidas que tantas vidas han robado en ciudades como Damasco, Aleppo y Deraa. El objetivo de estas acciones no es solo causar daños materiales, sino sembrar la muerte y el terror en la población civil, y culpar al Gobierno por ello.
Son matones del CNS y su ejército
Lo que muchos medios de comunicación occidentales llamaron «denuncias» de HRW, no pasa de ser un reporte bastante pobre para lo que han estado documentando hace meses varios espacios alternativos. Incluso las grandes trasnacionales de la información han pasado por alto los informes que el propio Gobierno de Damasco ha enviado al Consejo de Seguridad de la ONU documentando lo que sucede en su país. En febrero, una Comisión especial de Naciones Unidas emitió un documento, según el cual existían pruebas de que los grupos vinculados al ELS están involucrados en «graves abusos de los derechos humanos».
Según este texto, las fuerzas de la oposición son responsables de torturas, tomas de rehenes, las ejecuciones de militares y de miembros de la fuerza de seguridad leales al Gobierno, así como de secuestros de sus familiares.
Esta verdad la ha dicho hasta el propio Mlaek al-Kurdi, el número dos del ELS, quien por esos días se refirió a ataques contra una sede de las fuerzas de seguridad cerca de la frontera con Turquía, durante los cuales fueron asesinados decenas de militares.
Anteriormente, unos 160 observadores de la Liga Árabe —organismo hostil al Gobierno sirio—, responsabilizaron a las bandas de la muerte de civiles y de alrededor de mil efectivos del Ejército sirio a través de tácticas letales como la colocación de bombas en autobuses civiles, trenes que transportaban diesel, autobuses de la policía y en instalaciones económicas de vital importancia.
La acción terrorista de estas bandas conectadas al ELS es cada vez más difícil de ocultar. A medida que la crisis se extiende en el tiempo, otra imagen sobre Siria se impone poco a poco en los medios de comunicación: la de un país sumergido en la violencia sectaria azuzada desde el exterior.
Quizá por eso, HRW, que hasta el momento solo se había dedicado a criticar al Gobierno de Damasco, ahora saca este escueto e insulso informe, que al mismo tiempo que documenta las violaciones de derechos humanos por parte de las bandas, le pasa la mano a los responsables.
El texto de HWR dice ser «consciente» de que los autores de los abusos «no siempre son fáciles de identificar ni necesariamente pertenecen a una estructura de mando organizado que sigue las órdenes del CNS (compuesto en su mayoría por sirios radicados en Europa, y carente de una importante implantación en el interior), o de otros grupos de oposición».
Sin embargo, algunos de los batallones que menciona el documento, como el Khalid bin Walid —el más grande y efectivo de estos grupos—, sí tienen vínculos directos con el ELS, que a su vez es el brazo armado del CNS.
Otras bandas no mantienen una relación tan estrecha con la sede del ELS en Turquía, pero se identifican como miembros de ese paraguas paramilitar que tiene otras bases en Jordania y Líbano, y ha llegado a lanzar ataques de artillería contra edificios de la seguridad en la propia Damasco.
De seguro, los atentados, los ataques y los abusos continuarán pues los enfrentamientos armados han adquirido una mayor dimensión. Estos grupos opositores, sin arraigo en la población siria, se negaron a sostener un diálogo con el Gobierno y siguen acatando las agendas foráneas.
Además, ante los resultados del referéndum constitucional celebrado en febrero, demostrativos de que la mayor parte del pueblo no quiere guerra y sí resolver sus diferencias por la vía política, no les queda más remedio que seguir apostando a la insurrección, con la ayuda solapada de los países vecinos hostiles, y hasta de más allá, de Occidente.
El CNS, que implora el reconocimiento de las grandes potencias y mendiga la intervención extranjera, es cómplice de la ola de asesinatos sectarios perpetrados en las áreas bajo control de sus aliados. El ELS es su ejército.
Con toda esa estela de muerte es ingenuo pensar que estos grupos quieran construir la democracia en Siria.
Batallones y compañías opositoras que operan en distintas provincias sirias
En Aleppo: Ababeel y Hourriyeh.
En Idlib: Harmoush, Hamza, Abu Bark al-Sideeq, Suleiman y las compañías Dhiraar bin Al-Azwar, Abu Ammar, Azz al-Din y Manha al-Fikri.
Operan en Hama e Idlib: Batallones Abou al-Fidaa, Qashoush y Osama Bin Zaid; y las compañías Mohammed Hussein al-Hallaq, Iman bin Hussein Abdullah, Kifah Sirmala, Hassan al-Hassan, Mohammed al-Sheikh, Khouder al-Sharif y Mosaab al-Sabeh.
En Homs: la brigada Khalid bin Walid y los batallones Farouq, Fadi al-Quasim, Mohammed Tlas, Hamza y el de Tareas Especiales, así como la compañía Ali bin Abi Taleb.
En Deraa: Batallones Omari, Nasir Salah al-Din, Ahmed Khalaf, Shuhadaa al-Hurria y la compañía Raed al Masrid.