Las risas infantiles que se escuchan son expresión de que en Venezuela los niños crecen felices. Autor: Ismael Batista Publicado: 21/09/2017 | 05:12 pm
PARROQUIA SUCRE, Caracas.— El Parque Alí Primera se llenó de risas infantiles y el bullicio de la adolescencia en una megajornada por el derecho a su salud e identidad, organizada por la Misión Niños y Niñas del Barrio, que estaba cumpliendo tres años de existencia en la Venezuela Bolivariana, para proteger y defender a quienes están en situación de riesgo social.
Los muchachos van seguros de uno a otro lado del espacio que se abre como uno de los pulmones de esta ciudad de contradicciones, la que combina grandes complejos de rascacielos y verdaderas joyas de la arquitectura contemporánea con el caótico entramado de las miles de viviendas de los pobres, que fueron creciendo, superponiéndose unas a otras, desde el valle de Caracas hasta cubrir la mayoría de los cerros que la rodean.
Esa diferencia, tan evidente e insultante, es la causa de que cuando los cielos se abren en copiosos y constantes aguaceros, como sucedió en los meses finales del año pasado, aquí y en otros estados del país miles de personas perdieran sus precarias viviendas, y desde entonces muchos permanecen todavía refugiados al amparo del Gobierno Bolivariano, aunque también cada vez más van mudándose ya a apartamentos o casas dignas y con ello se cumple el proyecto del presidente Hugo Chávez de garantizarles el «vivir viviendo».
Y a pesar de que han pasado meses de la tragedia, la atención no decae y muy especialmente con este sector poblacional, procedente específicamente de los albergues del oeste de la ciudad y también de las comunidades vecinas al parque. En esta ocasión los niños no solo se divierten, sino que, llevados por sus padres o familiares cercanos, van poniendo orden a su salud y adquiriendo beneficios y conocimientos, derechos que la Constitución les garantiza.
Una nueva fisonomía dan al lugar una línea de carpas blancas o rojas y grandes camiones que anuncian su objetivo específico: cedulación, sala de lectura, atención médica gratuita —que incluye un sillón de ortodoncia y la farmacia—, asesoría jurídica, consejos nutricionales y de valores para la vida en la lucha contra las drogas y el alcoholismo. Y ese apoyo a la salud física y espiritual se combina en esta mañana, prolongada más allá del mediodía, con la recreación sana.
Llegan magos y malabaristas, los zancudos repartiendo saltos acrobáticos y globos, los muchachos Copleros de la gaita con sus cantos y bailes de joropo, mientras otros se dedican a desarrollar sus agilidades propias en los juegos inflables donde pueden emular a los cirqueros.
A Yuniser le late fuerte su corazón de nueve añitos cuando el traje de payasito que le ponen lo transforma de pronto en el mago «Mister Bi», y al conjuro de las palabras fantásticas que terminan en «plin» y un pase de la varita de Harry Potter, convierte polvo de papelitos en una sarta interminable de pañuelos de colores. De un cucurucho de papel periódico que «su ayudante», el mago del monociclo, sostiene mientras echa agua que sorprendentemente no humedece las hojas —aunque él mira atento a ver si cae alguna gotica, pero nada de eso—, nadie sabe de dónde ni cómo pero ¡zas! aparece en el vaso de cristal. Aplausos grandes, los mayores de su mamá y su primita que sonríen a plenitud al verlo como centro del espectáculo.
Una colita en busca de salud
Mientras, en uno de los camiones que lleva el letrero de Misión Barrio Adentro, tres cubanos no tienen casi un minuto de respiro, y aunque sus pacientes de este día deben ser los más pequeños, pues —en algunos casos— también hay consulta para toda la familia.
El voluntariado de la Misión Niños y Niñas del Barrio va pasando en orden a quienes llegan en busca de salud y buena dentadura…
En los sillones odontológicos están los doctores Isidro de Jesús Nápoles González, quien hace apenas tres meses llegó desde Camagüey para dar sus servicios en la Urbanización El Caribe, adscrita al Área de Salud Integral Comunitaria (ASIC) Gato Negro, aunque está repitiendo misión, y el verdaderamente novato Yadisnel Calderón Arias, que tiene su consulta habitual en la Carretera Vieja Caracas-La Guaira, adonde arribó procedente de su municipio Amancio Rodríguez, en la provincia de Las Tunas.
Yadisnel acaba de hacerle una limpieza completa al jovencito que, como modo de expresar su satisfacción, muestra de lado a lado la reluciente dentadura y dice la exclamación característica de aquí: «Quedó fino», y embulla a la muchachada que le acompañó a esta fiesta y que todavía visten sus uniformes escolares.
En el cubículo de al lado está la doctora que llegó de Venezuela a Venezuela exactamente el 14 de diciembre de 2010, en medio de la complicada situación de los deslaves, las inundaciones y los derrumbes, precisamente para prestar servicio en uno de los sectores más complicados, Blandín, en la Carretera Vieja Caracas-La Guaira.
La doctora Yanett García es de Venezuela, la de Ciego de Ávila, en la zona central de la Isla caribeña. «Solo cambié de lugar, pero conservé el nombre», dice sonriendo la joven de 25 años, graduada en 2009 y que hace aquí su año de especialidad en Medicina General Integral y al mismo tiempo da todos sus conocimientos de metodología de consultorio a un estudiante venezolano del sexto año. Porque el objetivo es que estos jóvenes practiquen la medicina en la comunidad, sirvan a su pueblo y mucho tenemos que dar cuando se trata de inculcar valores humanos, reflexiona Yanett.
«Aquí hay mucho que trabajar y que aprender», asegura, y deja en suspenso la conversación con la prensa para atender a la pequeña Emily, de dos años, cuya mamá la trajo porque lleva dos días con vómitos, solo pide agua y aunque toma el biberón de leche, lo vomita; sin embargo, no ha tenido fiebre ni erupción. Con una pregunta tras otra va logrando una visión clínica y diagnostica: «Mamá, es una mala digestión, probablemente algo que comió que no estaba en óptimas condiciones». Receta, le explica detalladamente las posibles reacciones que pudiera tener al medicamento, y en ese caso «debe ir de inmediato al CDI (Centro de Diagnóstico Integral) de los cubanos», y le orienta para ahora que vaya a la farmacia, situada en otro gran camión justo al lado de este consultorio móvil, para que le den la medicina.
La médica del consultorio de La Pedrera ya tiene otras pacientes que trata con igual responsabilidad y cariño, por eso se gana bien rápido la confianza de la más pequeñita que llegó con pena y temerosa y al ratico ya quiere hacer de doctora; y a la mayorcita, apenas la reconoce dictamina y explica a la madre: «Lo de ella es neumonía; tiene que seguir muy estrictamente el tratamiento durante siete días», y un recordatorio muy especial: «Debe hervirle el agua a las niñas; no basta solo con usar el filtro».
Apenas son las once de la mañana y ya han pasado por este consultorio móvil 22 pacientes, no muy diferente de lo que ocurre en su día a día, donde promedia unos 80 pacientes. En el momento en que recién llegó a esta otra Venezuela alternó con el apoyo médico en el refugio de Blandín y, cuando esos pacientes pasaron a mejores condiciones de albergue, en Fuerte Tiuna, los siguió visitando, porque tenía algunos con patologías crónicas, como el que sufría de pie diabético.
Yanett, quien asegura que se ha adaptado muy bien a su actual Venezuela, dice que el paso fue tremendo, que era para ella increíble que un país tan rico tuviera a la vez tales condiciones de pobreza, y se le hacía difícil concebirlo «porque yo nací, crecí y me formé en nuestro socialismo, y lo digo, para mí fue tremendo, pero comprendí que como nuestra Cuba, como mi Venezuela cubana, nada mejor en el mundo.
«Aquí estoy viviendo una experiencia tremenda, he aprendido mucho más de los valores humanos y también sé que esta Venezuela tiene muchas cosas buenas, y la mejor de todas es una Revolución que está naciendo, y este pueblo se va dando cuenta de todo lo que se está haciendo, sus logros, lo mucho que se ha hecho y los cambios que son para el bien de todos.
«Por ejemplo, ya muchos de mis pacientes que fueron damnificados tienen su vivienda digna en Fuerte Tiuna, y otros en Guarena», afirma complacida la doctora García.
Ya fuera en servicios médicos dados por estos galenos cubanos y otros venezolanos, en las consultas nutricionales donde trabajadores sociales fueron explicando a los padres los riesgos de la obesidad en sus hijos —un real problema de salud en Venezuela—, en las consultas jurídicas, en el interés despertado por la cedulación de los muchachos, en las muy diversas actividades recreativas, más de dos mil niños y adolescentes fueron atendidos por el Gobierno Bolivariano y muchas de sus instituciones y misiones sociales, en esta megajornada realizada en el Parque Alí Primera de la Parroquia Sucre.
La Misión Niñas y Niños del Barrio, en tres años de ejecución, presenta un saldo de más de medio millón de muchachos atendidos a través de nueve programas de protección y de inclusión social.
Y con la llegada de agosto, esta jornada se multiplicará para dar alegría y esparcimiento a un millón de muchachos en toda Venezuela, dentro de la tercera edición del Plan Vacacional Comunitario, para el que el Presidente Hugo Chávez ha destinado 198 millones de bolívares, y que tendrá presencia en 279 municipios y 2 738 comunidades donde se concentra la población más vulnerable. Esto incluye la participación de 250 000 niños, niñas y adolescentes de los refugios concentrados en el Distrito Capital, y los estados Vargas y Miranda.
Así se educa y se garantizan los derechos establecidos por la ley magna y por convenios internacionales, pero sobre todo por la voluntad de un Gobierno que busca hacer realidad un sueño de Bolívar: lograr la mayor suma de felicidad posible.