Aleida compartió con los delegados un manojo de anécdotas acerca de su padre, moviendo en todos esa indescifrable fuerza interior que brota cuando se habla del Che. Autor: Roberto Ruiz Espinosa Publicado: 21/09/2017 | 05:04 pm
PRETORIA, Sudáfrica, 16 de diciembre.— Aleidita, la hija del Che, puso otra nota cálida en estas jornadas de Sudáfrica cuando, abrigada por un grupo amplio y diverso de jóvenes, habló desde esa región del sentimiento en el que se atesoran las imágenes más tiernas.
Afuera una llovizna había encapotado la tarde, como si la naturaleza también asistiera al conjuro nostálgico de traer al Guerrillero Heroico hasta nosotros.
En el diálogo recordó a este hombre que nació en Rosario, Argentina, y que en Cuba llegó a convertirse en ese ser excepcional que imanta a la juventud progresista, de lo que dan fe las banderas y camisetas que flotan con su rostro en estos días de Festival, por todos los rincones de Pretoria.
A los jóvenes que llegaron hasta allí a escucharla, Aleidita les dijo que no pueden confundir la historia de su padre, que más que un magnífico guerrillero y estratega militar tuvo la gran capacidad de formar a un hombre nuevo a partir de su propio ejemplo.
«Él decía que es más fácil hacerte seguir, que empujarte —comentó—. Explicaba que para hacerte seguir necesitas del ejemplo personal, y por eso hoy todavía es un jefe muy recordado por su gente, porque él nunca le pidió a nadie algo que él no hiciera».
Las imágenes pasan por su mente con la misma persistencia de esa llovizna en Pretoria: «Hay muchas anécdotas sobre mi padre, sobre todo en los primeros años de la Revolución. Fidel cuenta que él una vez preguntó: “¿Quién es economista?, y mi papá levantó la mano. Entonces Fidel le dice que si él no era médico, y el Che responde: Yo pensaba que tú preguntabas quién era comunista”. Y como un comunista se preparó».
Entre los pasajes del Comandante Ernesto que regaló a los jóvenes destacó: «Como era médico no dominaba la Economía, aunque desde los 17 años ya leía a Marx y a Engels, y una de las lecciones que nos dejó es que el hombre todos los días aprende algo nuevo».
Imaginen —compartió la doctora— que en los primeros años de Revolución se puso a estudiar Economía con un profesor cubano, y me contó este buen maestro, que ya murió, que cuando había terminado de enseñarle todo sobre esta ciencia, el Che no se conformó y le pidió estudiar otras materias.
También nos legó —sostuvo— la enseñanza de que debemos respetar la cultura de otros pueblos, aunque no la entendamos porque sea muy diferente, pero no por ello tenemos derecho a criticarla. Esta es la base elemental del respeto entre los seres humanos.
Anécdotas conmovedoras
Probablemente los que tuvieron el privilegio de departir con Aleidita sintieron esa indescifrable fuerza interior que conecta a todos cuando se habla del Che, al punto de que el ajetreo intenso que se vive en el recinto expositivo comenzó a disiparse para dar paso a un silencio conmovedor.
En ese espacio ella aclaró a los jóvenes que durante los primeros momentos que el Che desapareció de la vida política cubana, la CIA levantó una fuerte propaganda contra Fidel y Raúl, para decir que lo habían expulsado de Cuba o que simplemente lo habían desaparecido. Y cuando se crea el Comité Central del Partido, Fidel tiene que explicar a los cubanos por qué el Che no está y lee entonces la carta de despedida.
Contó además con ternura: «Los cubanos saben que yo le digo a Fidel tío, y tuve que escribir en un momento determinado el prólogo de un libro de mi papá, así que fui a ver a Fidel para que me contara por qué mi padre había ido al Congo. Estuvimos muchas horas hablando sobre el tema, y aproveché la oportunidad y le pedí que me contara alguna de las discusiones que había tenido con mi papá.
«Fidel —recordó Aleidita— me explicó que cuando estaban presos en México, antes de la expedición en el yate Granma, él dijo a los combatientes que nadie podía hablar de su filiación política, y qué creen que hizo mi papá: no solo dijo que era comunista, sino que se puso a discutir con el esbirro de la cárcel cuál era la personalidad de Stalin. El resultado fue que a todo el mundo le dieron la libertad menos a mi papá, y cuando el Comandante fue a discutir con el Che esa situación, se dio cuenta de que él no sabía decir mentiras. Al advertir entonces su sentido de la honestidad, no hubo discusión entre estos revolucionarios.
En aquellas condiciones, rememoró con cariño, Fidel no dejó abandonado a su suerte a mi padre. Él podía haber partido con el resto de los compañeros, pero esperó a que lo liberaran. Y si ustedes leen El Diario del Che en Bolivia advertirán que esa enseñanza que le dio Fidel la asumió toda su vida: cuando tuvo a alguien de su tropa enfermo él siempre regresó a buscarlo.
A pesar de las mentiras que en Estados Unidos se encargaron de montar, confesó Aleidita que entre ellos nunca hubo desavenencias; solo las que puede haber entre amigos y hermanos.
«Hay otra anécdota interesante. Dicen que cuando ambos se encuentran después de los sucesos de Playa Girón, mi padre le reclamó a Fidel porque se había expuesto demasiado, y que era un riesgo innecesario porque acababa de empezar el proceso revolucionario y él era muy importante. Entonces Fidel no lo dejó terminar y le pasó el brazo por arriba y le preguntó: “¿Qué habrías hecho tú en mi lugar”? Y se acabó el diálogo.
«La noche en que hacía el prólogo del título de mi papá, yo comencé a sonreír, y Fidel se interesó en saber qué movía mi risa. Y le dije: Tío, ¿no te das cuenta de que estás hablando de mi papá en presente y me da la impresión de que va a entrar por esa puerta? Y como un relámpago me contestó: “Es que tu papá nunca ha dejado de estar presente”. Esas son las cosas hermosas que suceden entre estos hombres, quienes no aceptan la muerte de sus compañeros y aprenden todos los días a llevarlos a la práctica».
Los jóvenes que compartieron estos intensos minutos con Aleida Guevara quedaron suspendidos por su última confesión: «Cuando pienso en mi padre, pienso en la letra de una milonga que dice: “Si yo muero, no llores por mí. Haz lo que yo hacía y seguiré viviendo en ti”. Y así creo que es como tenemos que recordarlo.
«Por estas razones es que hoy me siento muy satisfecha al verlos; porque como decía Martí, los hombres que ven las virtudes de otros hombres, es porque las llevan dentro. Así que dentro de ustedes puede haber muchos Che Guevara».